Siempre me atrajo la arqueología. Y debido a este interés, durante una búsqueda en un ABC Cultura de hace varios años, di con un artículo sobre un ajuar funerario de la Edad de Bronce encontrado en Murcia, España.
El descubrimiento fue hecho en un sitio arqueológico llamado La Almoloya de Pliego, y es, según el autor, “un edificio de arquitectura política occidental”; una construcción palaciega considerada nada menos que el primer recinto político en el continente europeo.
Según estos datos, La Almoloya está situada en la cumbre de un cerro difícil de escalar, pero que se aplana en la cumbre y domina visualmente un extenso territorio. Gracias a este privilegiado emplazamiento, sus ocupantes pudieron gobernar la región durante seis siglos antes de Cristo, permaneciendo luego ignorada hasta ser descubierta por Emeterio Cuadrado y Juan de la Cierva en 1944. La investigación, según entiendo, continúa hasta el presente.
Hoy se cree que La Almoloya de Pliego era un centro político y económico de gran importancia dentro de El Argar, y su descubrimiento aporta datos muy interesantes “sobre la política y las relaciones de género en una de las primeras sociedades urbanas de Occidente”.
Los hallazgos son importantísimos, y van desde edificaciones que se encuentran en muy buen estado, hasta decenas de tumbas con las ofrendas mortuorias casi intactas. Las técnicas de construcción -según los arqueólogos- son únicas en la Prehistoria europea continental.”
Esta meseta tiene casi 4.000 m² distribuidos entre los cementerios –casi todos en el subsuelo- y varias residencias de 300 m² cada una, distribuidos entre ocho y doce habitaciones.
Hechos de piedra y argamasa, los edificios estaban revestidos con cal y algunos de sus muros, además, presentaban estucos decorados con dibujos geométricos o naturalistas. Llamó la atención una gran sala de techos muy altos, de unos 70 m², con bancos adosados para unas 64 personas, con un gran estufa ceremonial y un pedestal. Los arqueólogos piensan que fue un edificio público, un salón o un auditorio destinado a reuniones de gobierno y justicia.
Allí se encontraron objetos de diferentes materiales, como hueso, cerámica, metal y roca, trabajados junto a fibras tejidas, por suerte, todo muy bien conservado. Pero el hallazgo principal estaba en el subsuelo, en uno de aquellos cementerios de notables. En el interior de una tumba, se hallaron los restos de un hombre y una mujer “que fueron enterrados flexionados, acompañados de una treintena de ricas ofrendas en metales nobles y piedras semipreciosas”, dice el autor.
Entre las piezas más destacadas estaba una diadema de plata que todavía ceñía la calavera femenina, un descubrimiento de gran valor, ya que las otras cuatro diademas que existen fueron encontradas hace casi un siglo y medio atrás y ninguna está actualmente en España. Esta diadema, y los “dilatadores de oreja” —dos de oro, dos de plata—, no eran comunes en esa época.
A estas alhajas hay que sumarle otras, como anillos, aros y pulseras, además de los clavos de plata que adornaban el mango de un hermoso puñal de cobre. Y para asombro de todos, se encontró un bello vasito de cerámica cuyo borde está cubierto por láminas de plata.
Pero el objeto más llamativo fue un estilete con punta de cobre y mango de plata, una pieza de valor incalculable por la compleja y hermosa decoración que ostenta.
Todo esto nos hace pensar en el valor no sólo histórico sino también arquitectónico, ceremonial, artístico, artesanal y patrimonial del yacimiento, que va más allá de la historia local y continental pues abarca a la Humanidad.
Sugerencias: 1) Leer Qué sucedió en la Historia, de Gordon Childe; 2) Estudiar el pasado nos ayuda a entender el presente.
* Escritora y columnista de Rumbos. Contenido exclusivo de Rumbos.