“Sávitri y Satiaván, leyenda de la India”, la columna de Cristina Bajo

La Muerte, conmovida por el amor de la princesa a Satiaván, le dice que le concederá cualquier deseo, menos la vida de su esposo.

Cristina Bajo, escritora y columnista de revista "Rumbos".
Cristina Bajo, escritora y columnista de revista "Rumbos".

En estos tiempos de encierro y consternación, pensé en acercarles una historia de amor escrita hace siglos y que proviene de la antigua India. Es la historia de la princesa Sávitri y de Yama, el Dios de la Muerte.

Todo comienza cuando un rey de quel país ruega para que le nazca un hijo, pero cuando este llega, no es el heredero esperado, sino una niña, no bien recibidas en aquel entonces.

El rey y la reina aceptaron su destino y la llamaron Sávitri, y para sorpresa de todos, a medida que crecía, además de ser hermosa y bondadosa, resultó tan inteligente que no había hombre que se atreviera a pretenderla.

Los padres sugirieron que emprendiera un viaje por el reino en busca de marido y ella cruzó ciudades y aldeas, se mezcló con toda clase de gentes, recibió ayuda del pobre y se sentó a la mesa del rico, conversó con sabios a la orilla del Ganges, siendo admirada por su comportamiento y bendecida por su misericordia.

Convencida de que había aprendido cuanto debiera, regresó al hogar para comunicar a sus padres que ya había encontrado esposo: se llamaba Satiaván, era un príncipe cuyos padres, que eran reyes bondadosos, habían sido derrocados por una conjura y, refugiados en la jungla, criaron a su hijo en santa pobreza.

El joven era de una hermosura que había subyugado a la princesa, quien además había notado que era fuerte, alegre, virtuoso y de buenos sentimientos.

El rey, desconcertado, consultó a un sabio, quien le dijo que la joven no debía casarse con él, pues el joven debía morir antes de un año. Al enterarse, Sávitri decidió “cruzar aquel río cuando llegara a él” y sin escuchar consejos, renunció a la corte y se fue a vivir a la jungla con su amado y sus ancianos padres, uno de ellos ciego.

La joven se las ingenió para mantenerlos felices, pues sólo ella sabía del terrible secreto... Hasta que llegó el día en que la Muerte, Yama, decidió reclamar el alma elegida.

Una tarde, los enamorados van al bosque, y cuando el sol cae, Satiaván se desmaya y Sávitri ve la sombra de Yama entre los árboles que, con una cuerda, enlaza el espíritu y lo arrastra hacia su reino.

Sávitri los sigue por la oscuridad del bosque, la Muerte la oye y le advierte que se vuelva; ella le dice que su deber es seguir a su esposo... Entonces Yama, conmovida por su amor, le promete darle lo que pida, menos la vida del amado. Esto es aprovechado por la joven,que desconcierta a la Muerte pidiéndole que su suegro recobre la vista, algo que Yama le concede, esperando dejarla atrás.

Pero Sávitri continúa tras sus pasos, hasta que, con enojo, la Muerte le concede otro deseo, pero no la vida de su esposo. Sávitri pide entonces que el suegro recupere el reino. “Concedido”, dice la Muerte, pero al iniciar la marcha arrastrando el alma, nota que la joven todavía la sigue.

Con consternación, Yama le concede un último favor: Sávitri quiere tener hijos buenos y hermosos como su marido… Y para eso, necesita a Satiaván.

Entonces la Muerte, riendo por el inmenso ingenio de la joven, suelta el lazo y se va. Sávitri abraza a su marido y cuando él revive, regresan a la choza, donde encuentran al anciano que recobró la vista y recibe a un delegado que le comunica que han derrocado al tirano y que él ahora volverá a ser el rey.

Es de suponer la sorpresa de los padres de Sávitri al visitarla en el palacio: la joven había recuperado, con su ingenio algo que no deseaba especialmente, pero que su familia realmente valoraba.

Sugerencias: 1) Leer relatos y poemas de Rabindranath Tagore, a quien Victoria Ocampo admiraba; 2) Hoy podemos acceder a muy buen cine hindú. •

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