Una vez envasados, los vinos continúan respirando en la botella. Por eso, es crucial que el cierre que se utilice logre preservar la riqueza aromática y de sabores.
“El tapón no debe aportar aromas o gustos indeseados, y debe garantizar que el oxígeno que ingresa sea el adecuado para ese perfil y estilo de vino”, explica Andrés Be-linsky, gerente general de Vinventions, empresa que, desde su planta de San Juan, abastece de tapones para vinos a toda Sudamérica.
Derribemos un mito: tapa a rosca no es sinónimo de vino malo. De hecho, es un buen cierre para los que son frescos y jóvenes, de pronto consumo. En vinos de alta gama se usan corchos naturales porque permiten la oxigenación de la bebida, sin embargo, los cambios de temperatura pueden arruinarlos y, si desarrollan hongos, transmitirán mal sabor. En cuanto a los sintéticos, se destacan los coextruidos, como los que Vinventions comercializa bajo la marca Nomacorc, que se usan incluso en vinos de guarda que requieran de una microoxigenación específica a través del tiempo. Como plus, cuenta Be-linsky, son sustentables, garantizan la evolución homogénea del contenido de todas las botellas y no transmiten “gusto a corcho”.
Dentro del universo de los corchos naturales, Belinsky distingue a los de una sola pieza de alcornoque y a los técnicos, que son “microaglomerados compuestos de gránulos de corcho natural y pegamento de poliuretano”. Entre los sintéticos, están los moldeados por inyección y los coextruidos. “Nomacorc utiliza la coextrusión, lo que nos permite tener un portfolio completo con tapones con diferentes tasas de transferencia de oxígeno para vinos de diferentes perfiles”, explica el experto.
Según Belinsky, actualmente, un 10% del mercado utiliza tapones naturales de una pieza, un 38% tapones técnicos, un 12% tapa a rosca y un 40% tapones sintéticos. “Nomacorc cubre un 33% del volumen total de los sintéticos”, asegura el especialista.