“Nomofobia”, la ciencia define el miedo a quedarnos sin batería o sin wifi

Los orígenes de esta tecnopatía y las personas más propensas a padecerla. Sus similitudes con los ataques de pánico. Señales de alerta: cuándo es hora de pedir ayuda.

Las personas que padecen esta tecnoadicción no pueden evitar chequear compulsivamente si tienen mensajes y si disponen de conexión a internet.
Las personas que padecen esta tecnoadicción no pueden evitar chequear compulsivamente si tienen mensajes y si disponen de conexión a internet.

Casi el 70 % de las personas que tienen entre dieciocho y treinta años manifiestan actualmente algún síntoma de nomofobia. ¿Pero a qué alude semejante palabra? Se trata de un miedo, por supuesto. Un miedo irracional a estar sin el teléfono móvil encima durante un rato o un tiempo prolongado, o a quedarnos sin batería o conexión a internet.

No hay dudas de que los celulares se han vuelto parte omnipresente de nuestras vidas, porque además de ponernos al habla con otras personas, nos despiertan a la mañana, nos permiten organizar la rutina con apps supereficientes y ayudan a resolver en minutos trámites bancarios y compras hogareñas que antes consumían horas enteras y mucha paciencia.

Sin embargo, pese a sus elocuentes beneficios, estos dispositivos también pueden suponer un gran problema para algunas personas propensas a las conductas adictivas y al desarrollo de trastornos de ansiedad.

Algunos síntomas de la nomofobia son los dolores de cabeza y de estómago, taquicardia, falta de aire, alteraciones del sueño y sensación de desesperación.

En términos formales, la nomofobia se encuentra entre las llamadas “tecnopatías”, es decir, patologías de índole psicológico-psiquiátrico que se desencadenan a través del uso de la tecnología. Puede ser entendida como una fobia, en tanto que el individuo experimenta un miedo intenso ante la posibilidad real (o fantasiosa) de quedarse desconectado de la virtualidad y alejado de los contactos sociales que sostiene a través del teléfono...

Entre los síntomas que mencionan los pacientes (muchos de ellos comunes a los episodios de pánico) están los dolores de cabeza y de estómago, taquicardia, falta de aire, alteraciones del sueño y sensación de desesperación. También suele darse una creciente falta de atención a lo que sucede alrededor.

A menudo estos indicios configuran un trastorno de ansiedad, pero también pueden derivar en trastornos de conducta, pues el individuo, cada vez más dependiente del dispositivo móvil, pierde control de sus acciones y se maneja de manera compulsiva. Por eso es fundamental abordar terapéuticamente estas conductas adictivas, para evitar que con el tiempo interfieran en la vida cotidiana, inmiscuyéndose en las relaciones interpersonales, el desempeño laboral o el rendimiento académico.

La persona con nomofobia experimenta un miedo intenso ante la posibilidad real (o fantasiosa) de quedarse desconectada de la virtualidad.

¿Por qué, además de fobia, hablamos de dependencia? Porque en el desarrollo de estos cuadros, las personas comienzan a manifestar conductas típicas de las adicciones, como la búsqueda obcecada de conexión a internet y el chequeo compulsivo de mensajes; o también síntomas de abstinencia, como ansiedad e irritabilidad, cuando no pueden disponer de la tecnología.

Quienes padecen nomofobia generalmente son seres con baja autoestima, una marcada tendencia ansiosa y dificultades para sostener vínculos humanos reales. En este contexto, las relaciones que se van tejiendo en la virtualidad y la posibilidad de sostenerlas a la distancia, del otro lado de un teléfono móvil, cobran una relevancia excepcional.

Aunque vivamos en la era de lo digital, sigue estando en cada persona –y no dentro de un dispositivo electrónico– el camino hacia el bienestar. Por eso es importante registrar estas conductas que nos “hacen ruido” y pedir ayuda a un especialista si es necesario.

*Médica psiquiatra de los Centros de Diagnóstico DIM.comunicacion@dim.com.ar Contenido exclusivo de Rumbos.

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