Escribir en Rumbos me ha permitido relacionarme con gente de otras provincias y compartir intereses. Entre ellos está Aldo Herrera, de Entre Ríos, y aunque no lo conozco personalmente, nos gusta intercambiar datos sobre costumbres camperas, brujerías, caballos y dichos populares.
Herrera es también escritor –uno de sus hijos lo instó a escribir un libro que me encantó, Arar con caballos, y hace un tiempo me envió otro de un amigo que me interesó muchísimo, titulado Santo Remedio: Creencias y mitos curativos de Entre Ríos, de Víctor Hugo Acosta.
Si me había gustado Arar con caballos y las notas de él sobre Salamancas, remedios caseros, etcétera -que he usado en clases o conferencias-, este otro libro me fascinó.
Acosta se graduó en Bibliotecología en la Facultad de Humanidades “Teresa de Ávila”, de la UCA, y es docente, escritor, poeta, músico y compositor. No considera este trabajo “literatura”, sino una “prolija tarea de investigación folclórica relacionada con las creencias curativas regionales de Entre Ríos.”
Me gustó una frase del prólogo del libro, que es de Israel Cachenot: “Su estilo literario (que posee en buena medida) no brilla acá, pero en cambio se transparenta un marcado humanismo unido a un celo de investigador, donde se adivina la veracidad de su labor. La fascinación que ejerce en el autor el mundo de lo folclórico, constituye la fuente de su inspiración.”
El libro ya venía recomendado pero esa frase me atrapó por completo: es lo que exijo a estos trabajos de investigación. Y a pesar de que vivimos en distintas provincias, me encantó dar con palabras que ya no oigo usar, quizá porque vivo en la ciudad, quizá porque han desaparecido. Como la palabra “recalcadura”, tan común en mi infancia, hoy casi olvidada. El Diccionario de Argentinismos de Abad de Santillán, la define: “Acción o efecto de recalcar o recalcarse. Dislocadura, Luxación.”
Que el lector busque más datos sobre el tema, mientras yo le cuento cómo alivian este mal las curanderas entrerrianas. Acosta, por respeto al oficio, no expone las palabras que usan –una especie de ensalmo– pero veamos qué se necesita: un vaso de agua, un montoncito de maíz o de arroz, en número impar de granos y mientras se musitan las palabras secretas, se va echando en el vaso grano por grano; al finalizar, se debe invocar al Sagrado Corazón de Jesús.
Si un grano queda flotando significa que, efectivamente, es recalcadura. Pero si quedan en montículo, es que hay venas “encimadas”, y si se ven desparramados, hay que curar los nervios “resentidos”. La cura debe hacerse por tres días, dejar de curar uno, retomar luego por tres días más, nuevamente saltearse uno y finalizar con otros tres días seguidos.
Si los dolores son de las articulaciones, debe ponerse gajos de alcanfor en alcohol por varios días y luego friccionar donde duela. Los dolores de cabeza, como en Córdoba, pueden aliviarse con hojas de palan-palan o rodajas de papa crudas y peladas puestas en la frente o sobre las sienes.
Pero también sabremos de la luz mala, de las almas en pena, del mal agüero, sin olvidar las verrugas, el empacho, los orzuelos y la relación del paisano con el tiempo.
Ya ven cuánto tengo que agradecer a estos amigos desconocidos que me aportan datos, para mí, tan valiosos. Mi reconocimiento viaja en estas líneas, en las que puedo divulgar lo que hacen y quizás acercarlos a otros igualmente interesados.
Sugerencias: 1) Si son de Entre Ríos, traten de conseguir estos dos libros; 2) Si tienen sus buenos años vividos, escriban sus memorias: sus nietos las disfrutarán.