Publicaste hace poco Desarmadero, una novela inquietante cuyo personaje central, Durruti, maneja un desarmadero ilegal pero, ante todo, los hilos de la violencia en su comunidad, junto con policías y funcionarios. ¿Qué te interesaba a la hora de traccionar la trama hacia el plano político?
Mi sensación al escribir nunca es que tracciono la trama. Más bien es al revés: la trama me lleva por donde quiere. ¿Por qué aparece ese plano policial-político? Porque es una matriz narrativa que me atrae mucho, que va surgiendo sola en mis historias. Es un tipo de narración que disfruto como lectora.
-¿Pierde verosimilitud un thriller argentino si no salpica al poder?
-Ya lo han dicho muchos colegas, entre ellos Carlos Gamerro en su Decálogo del relato policial argentino: en nuestra región, acá mismo, el género policial cobra características propias. Aún así, creo que en todo el mundo la criminalidad está asociada a los sectores de poder.
-¿Qué desencadenó el proceso creativo de este libro?
-Mis novelas siempre empiezan con una imagen que se me instala, que insiste, que se hace presente. En este caso, esa imagen transcurría en un desarmadero. Como escribo sin saber qué va a pasar, no tenía idea de todo lo que iba a venir después.
-Con diálogos muy logrados, vas pintando de cuerpo entero a Durruti, El Laucha, El Nene... Casi que podemos verlos y escucharlos. ¿Qué hay detrás de este trabajo puntilloso sobre la oralidad?
-La oralidad me interesa muchísimo. En la literatura y en la vida. Me gusta escuchar los matices que usamos para hablar, el modo en que un diálogo construye una escena. Me detengo mucho en eso en mi vida cotidiana. No solo en qué se dice, sino, sobre todo, en cómo se dice.
-¿La construcción espacial de la novela remite a Córdoba o podría ser cualquier ciudad del país?
-La novela transcurre en una ciudad ficcional, que podría ser Córdoba, Rosario u otra grande de la Argentina. El modo en que cada lector o lectora sobreimprime a la historia sus propios territorios es siempre muy conmovedor. Se apropia de algo de esa historia ¿no? Lo ubica en sus propios paisajes.
-¿Te sentís parte de una generación de escritoras/es que han encontrado en el policial un nicho para hablar de nuestras problemáticas sociales?
-Me gusta la literatura que no busca un “para”, que se desentiende de planes y objetivos. Yo solo busqué contar una historia. Si finalmente un policial sirve para que se discutan nuestras problemáticas sociales, seguramente será de modo oblicuo, desplazado, no porque haya sido necesariamente la intención.
-¿Algo leído últimamente que te haya gustado mucho?
-Uno de los libros que más me gustó es Desaparecidos y desaparecidas en la Argentina contemporánea (Ed. Siglo XXI), de Ximena Tordini. Estoy disfrutando el tomo tres de Los Diarios de Emilio Renzi , de Piglia. Y una novela que me deslumbró: Hamnet, de Maggie O´Farrell.