Un nuevo producto se incorporó a la lista de descubrimientos argentinos: la harina de rosa mosqueta. Si bien hace cinco años que el ámbito privado y estatal en conjunto con el área educativa vienen trabajando en su desarrollo, fue recién en agosto de 2021 cuando la harina, junto con la pulpa y el aceite de rosa mosqueta quedaron incluidos en el Código Alimentario Argentino. La aceptación del producto por parte de los consumidores fue instantánea: es perfecto para múltiples preparaciones, saladas y dulces, y posee un sabor y aroma muy agradables.
“Desde el principio compartimos el desarrollo con el CET Nº 25 Escuela de Hotelería y Gastronomía de Bariloche, y junto a los chefs profesionales encontramos los primeros usos y recetas de alfajores, muffins, sopas, galletitas, ñaco y jugos”, cuenta Marcelo Gurrea, titular de Ámbar (www.ambar-bariloche.com), empresa rionegrina pionera en la elaboración de harina de rosa mosqueta. Poco a poco, se han ido mejorando los procesos tecnológicos utilizados para su elaboración, lo que derivó en una mejor conservación de los nutrientes y del sabor. En el ámbito gastronómico, la reconocida chef patagónica Julieta Caruso es una ferviente promotora de este insumo (su bizcocho de rosa mosqueta con frutas frescas y helado ya es un hit en la región). A ella se vienen sumando otros cocineros y también actores de la salud, como la médica naturista Sara Itkin, que recomiendan utilizarla dadas sus numerosas propiedades nutritivas (aporta buenas dosis de fibras, proteínas, calcio y vitaminas).
Cómo usarla
Cada vez son más los cocineros de la región que proponen platos nuevos a base de harina de rosa mosqueta o la incorporan a sus creaciones. Mariana Mesas la utiliza para preparar focaccias, panes, tallarines, masa brick, arrollados, quiche, crema pastelera y también para sellar carnes y ahumar. Ailin Dani Fogwill y la chef Liliana Molinas la incluyen en sus recetas de galletas y postres. También se elaboran cervezas, helados, papillas y lo último es un dulce muy especial que se consigue hidratando el polvo de la pulpa de rosa mosqueta. El chef Nicolás Martínez usó la harina para crear su “Pan dulce solidario”, que se distribuyó para las Fiestas en zonas carenciadas.
Un descubrimiento casual
Con los restos que quedaban de la elaboración del aceite de rosa mosqueta para el cuidado del cuerpo, se hacían briquetas para calefacción y palitos iniciadores de fuego. Pero un día Marcelo Gurrea descubrió que esos “descartes” eran consumidos con fruición por una perrita que frecuentaba el área. Pensó que esa enorme cantidad de material podía servir como alimento para animales. “Hice el primer análisis de manera privada y con los resultados, fuimos avanzando. Junto al INTI, descubrimos que la harina no solo era apta para consumo humano sino que, además, tenía un alto valor nutricional”, cuenta.