Por alguna razón, deliberada o no, en ocasiones el prejuicio cae sobre aquellos que el sistema político vigente decide considerar ancianos, viejos, gerontes. En el mejor de los casos, pretendiendo respeto se refieren a ellos como “adultos mayores”. ¿A partir de qué edad? A partir de la edad que también determine el mismo sistema.
Últimamente parece que se tiende a pensar como obsoletos a quienes ya cuentan en su haber 70 años de vida y de experiencia. Está claro que no es lo mismo tener esa edad en nuestros tiempos que en la época de las cavernas, aunque eso no detiene a los prejuiciosos.
Hoy en día, en la tercera edad también se puede gozar de lucidez, y es un tiempo precioso para disfrutar y seguir proyectando nuevos planes.
Ya sea porque se los considere población de alto riesgo y se los quiera proteger de una pandemia, o que en realidad se busque evitar que colapse el sistema de salud (sistema que no les regaló nada y al que ellos aportaron durante toda su vida), lo cierto es que se atenta contra la salud integral de estas personas al aterrorizarlas permanentemente por los medios masivos de comunicación.
La salud es un concepto muy amplio, integrativo, que incluye incluso factores sociales y económicos. Estigmatizar a estos adultos, diferenciándolos del resto de la sociedad y presuponiendo que ellos no pueden decidir por sí mismos, no sólo es un error que atenta contra sus derechos sino también contra su salud.
No importa qué edad tengamos. Para sentirnos sanos siempre habremos de requerir de libertad, de la sensación de estar integrados, de la posibilidad de ser respetados y tenidos en cuenta. ¿Quién no ha escuchado sobre grandes intelectuales que traspasan la barrera de los 80 años? ¿Por qué algunos presuponen tan fácilmente que hablar de adultos mayores es hablar de personas con patologías cognitivas? Esto no es, en modo alguno, la regla general sino una excepción. ¿Acaso no hay jóvenes con discapacidades? ¿Y cuántos otros jóvenes practican deportes de alto riesgo como el paracaidismo o el andinismo? ¿También a estos últimos se les impediría practicar dichos deportes por ser peligrosos o acaso se les permite decidir por sí mismos?
Mientras atravesamos esta pandemia del coronavirus, que tanto nos desconcierta, es frecuente escuchar que se habla de las personas mayores como seres incapaces de discernir riesgos y tomar sus propias decisiones. ¿Pensará alguna vez el sistema imperante en las verdaderas necesidades de estos adultos?
No olvidemos que la salud mental también es parte de la salud, y una parte fundamental. A tal punto, que su descuido puede derivar, con el tiempo, en trastornos orgánicos graves. Cuerpo y mente van de la mano.
No enfermemos a nuestros mayores atemorizándolos, aislándolos y quitándoles la posibilidad de socializar y de decidir por sí mismos, dado que esto sólo conduciría a la depresión y a patologías asociadas. Es loable que se les brinde la opción de que soliciten algún tipo de asistencia, pero siempre atendiendo sus deseos y recordando que son seres libres.