Durante mucho tiempo, para el paladar argentino curry fue sinónimo de un polvillo amarronado de especias que se echaba sobre salteados de pollo y vegetales, inevitablemente volcados sobre montañita de arroz blanco. Con la globalización (que trajo a nuestras góndolas productos de nuevas latitudes) y la enorme popularización de la cultura gourmet, el concepto de curry se fue extendiendo y complejizando. Originaria del sur de la India, la palabra curry define a salsas y estofados de casi cualquier bicho o vegetal, guisados con una mezcla de especias que suele incluir cosas como ají picante, anís estrellado, apio, azafrán, canela, cardamomo, cebolla seca, cilantro, clavo, comino, cúrcuma, jengibre, pimientas y tamarindo. En Asia prácticamente cada país tiene su propia identidad en relación al curry. Además de los de la India, la otra gran familia es la de los currys de Thailandia, donde cobran forma de pasta semi-húmeda y se relacionan íntimamente con la leche de coco, dando como resultado platos untuosos, con cierto dulzor y de un picante muy particular. Las pastas de curry thai (así como la leche de coco) se pueden conseguir fácilmente en dietéticas o por internet, algunas de las marcas para tener en mente son Mae Ploy (auténtico tailandés), Arytza y una línea de currys amarillos muy buena que sacó hace poco Narda Lepes. Se suelen comercializar en sobrecitos o en frascos y duran bastante tiempo en la heladera una vez abiertos. Lo ideal es arrancar probando con sobres de distintos currys (amarillo, rojo, verde…) ya que cambian los sabores y los niveles de picante.
¿Cómo prepararlos en casa?
Hay recetas de curry thai facilísimas y también muy sofisticadas. Pero casi todas parten más o menos desde el mismo lugar: un sofrito de cebolla picada y ajo, en el que se disuelve una cucharada, dos o tres de pasta de curry (dependiendo de cuán picante lo quieras); luego se saltea allí mismo la carne (pollo, vaca, cordero, pescados, marisco…) o los vegetales y se le agrega la leche de coco, un poco de caldo y salsa de soja. Y se deja cocinar. Esa es la base, que se complejiza con ingredientes como lima, albahaca, salsa de pescado, hongos, yogurt y cilantro. En Youtube hay cientos de recetas “paso a paso”, muchas de ellas de chefs asiáticos.
Curry rojo
Es la variedad más picante de las tres que se consiguen habitualmente en nuestro país. Y la más popular en Asia. El color, como se podrán imaginar, viene de unos chiles rojos bastante intensos. La pasta lleva también ingredientes como ajo, echalote, ralladura de lima, jengibre, cúrcuma y azúcar, entre otros. El curry rojo de langostinos es todo un clásico, pero –como todo curry- va bien con casi cualquier cosa que haya en la heladera: pescado, pollo, carne, vegetales…
Curry verde
Bastante picante también, en algunos casos incluso más que el rojo. En este caso, la base es una molienda de unos típicos chiles thailandeses, que suelen protagonizar hasta el 50% de la pasta y el clásico acompañamiento de ajo, echalote, ralladura de lima, pasta de langostino y demás. Es un curry que se lleva muy bien con las verduras y con la carne. Una receta baratísima y vegetariana es el curry verde de espinacas y dados de papa, adornada con semillas de sésamo al servir.
Curry amarillo
El más suave de los tres, aunque igualmente tiene su picor. En su sabor y aromas recuerda mucho a los currys de la India y quizás sea el más recomendable para un paladar no iniciado. Al igual que las otras pastas, se puede usar para dar sabor a un salteado o estofado de aires orientales, pero no se convierte en un verdadero curry thai si no es con la buena compañía de la leche de coco. Las recetas más populares de curry amarillo suelen tener al pollo como protagonista.