“Deglución” es la palabra médica para referirse al acto de tragar, es decir, llevar alimentos desde la boca al esófago y desde éste al estómago. Es un proceso muy complejo en el que intervienen músculos, nervios y reflejos a lo largo de cuatro etapas sucesivas.
Cuando existe alguna dificultad en el proceso, se habla de “disfagia”. Este problema puede estar en una o en más etapas y ser más o menos evidente para el paciente y su entorno. Sin embargo, las consecuencias de la disfagia pueden tornarse graves en el corto o largo plazo.
Se dice que la alimentación debe cumplir con dos principios: eficacia y seguridad. Lo primero significa que los alimentos ingresen a la vía digestiva y, así, permitan mantener una adecuada nutrición e hidratación. Seguridad, en tanto, que no penetren en la vía respiratoria, lo que se conoce como aspiración, que tiene riesgo de neumonía, y, menos frecuentemente, de ahogo, en caso de un cuerpo voluminoso.
De lo anterior, entonces, se entiende que las consecuencias de la disfagia pueden ser malnutrición, deshidratación, neumonías a repetición o ahogos (menos habituales).
La disfagia es un problema muy frecuente en la población, aunque no igualmente conocido. Incluso, se puede afirmar que, cada año, más pacientes lo presentan. Este tema alcanzó especial relevancia desde el inicio de la pandemia por Covid-19, en la que gran cantidad de pacientes requirieron cuidados respiratorios y en terapias intensivas. La misma patología y, a su vez, los mecanismos de soporte se relacionan con mayor riesgo de disfagia en la etapa de recuperación.
¿Cuáles son los signos que deben alertar sobre trastornos de la deglución?
Tos o carraspeo repetidamente, antes, durante o después de beber o comer; episodios de sensación de ahogo, antes, durante o después de comer o tomar; permanencia de alimento en la boca y/o en la garganta; modificaciones en la voz (húmeda o voz de gárgara) luego de la ingesta; pérdida de peso, aumento del tiempo dedicado a comer; pérdida de interés por ciertos alimentos que se consumían anteriormente, debido a la dificultad que implica ingerirlos, e infecciones respiratorias frecuentes.
¿Qué pacientes tienen más riesgo de padecer disfagia?
Los adultos mayores, sobre todo, si no cuentan con un nivel adecuado de alerta y atención durante el momento de la comida. A su vez, tendrán más riesgo en caso de falta de piezas dentarias; aquellos con enfermedades neurodegenerativas o quienes han tenido un accidente cerebrovascular, y los que se sometieron a cirugías o radioterapia en el macizo facial, la cavidad oral o el cuello.
Ante la sospecha de disfagia, corresponde consultar con el médico de cabecera, el otorrinolaringólogo o el fonoaudiólogo.
Por último, es importante conocer y aplicar medidas para tener una alimentación segura y eficaz. Estas son:
Mantener buena postura. En caso de que lo requiera, con apoyo de cabeza y torso.
El paciente debe estar alerta, vigilia (despierto y conectado al momento de alimentarse).
En algunos casos, es necesario que un cuidador asista durante el acto de alimentación, que debe ubicarse de frente al paciente y a la misma altura, para ofrecerle la comida sin que éste deba elevar la cabeza.
Evitar distracciones, ofrecer bocados pequeños, controlar la velocidad de la ingesta, no hacer preguntas mientras el paciente mantiene el alimento en la boca, asegurarse de que haya tragado antes de un nuevo bocado, higienizar la boca luego de las comidas y controlar con el odontólogo el estado de la prótesis dental.