Allá por los 90 –tiempos de Ferraris y 1 a 1–, la Sole entró a nuestras vidas agitando un poncho. Y lo que vino a decir fue que el folklore tenía nueva vida que se podía expresar con euforia, a los saltos, que las tradiciones se veneran y se destrozan al mismo tiempo. Fue causa y efecto de un momento bisagra para nuestra música de raíz. Sin el huracán de la Sole difícilmente tendríamos los vientos de Abel Pintos y Lisandro Aristimuño, entre tantas y tantos otros. La rompió de Ushuaia a la Quiaca y en algún momento sintió el contacto con el techo. Se fue entonces a Miami, a ponerse en las manos de Gloria y Emilio Stefan, dos gurúes del sonido mainstream latino, a ponerle unas fichas a lo que se suele llamar “una carrera internacional”. No sé cómo le habrán salido esas cuentas, pero intuyo que no encontró lo que buscaba. Y la mirada volvió a las fuentes. En 2008 sacó Folklore, un disco con canciones de Guarany, Zitarroza, Coco Díaz y Chabuca Granda, al que le siguió el precioso Raíz, con la flamenquísima Niña Pastori y la mexicana Lila Downs. Ahora está sacudiendo la modorra pandémica, con Parte de mí, que acaba de subir a Spotify y Youtube. Trasfondos de folklore nuestro, baladas, pop y flamenco, una cumbia con los Decadentes y una versión de la siempre conmovedora “A la abuela Emilia”, de Teresa Parodi. Y una canción, que da nombre al disco, que define en cuatro versos el gran viaje de la Sole: “Puedo rodar por el mundo, pero vuelvo a mi raíz/Es el amor más profundo que elegí/Es ahora y es mañana, lo que soy y lo que va a seguir/Es el verde en mi ventana y eso es parte de mí”.
Del poncho a Miami y de vuelta a la raíz: el largo viaje de La Sole
Soledad Pastorutti sacude la modorra pandémica con “Parte de mí”, un disco que es un canto de amor a nuestra tierra.
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