Hoy me encontré en la biblioteca una de las obras claves en mi vida, la que me llevó a enamorarme de nuestra historia, a entender la ciudad –que me era ajena– y a amar el pasado.
Ya les he hablado otras veces de este libro, pero hoy volveré a hacerlo, con la esperanza de que aquellos que pasen por nuestra Córdoba, lo busquen: se titula Duendes en Córdoba y fue escrito por Azor Grimaut, un hombre sencillo que recopiló muchas leyendas urbanas de nuestra ciudad. Entre otras, aquellas que nos llegaron desde su fundación, y puso, a una altura casi novelesca, a un barrio muy humilde, que apenas a cambiado: Barrio Güemes y sus aledaños. Barrio, en principio, de esclavos libertos y gauchos bravos, donde las comidas sencillas, de los pobres, merecieron un libro.
Escribo esta nota solo por el gusto de recordar a Azor Grimaut, hombrecito encantador que tenía un nombre de acuerdo a su circunstancia. Escribió, además, De oratorios y Barriadas, Hablan los que saben y otros que dos editoriales de Córdoba van salvando del olvido.
Como dije alguna vez: en esta ciudad donde muchos se han ocupado de la historia grande, él prefirió hacer lo mismo con la historia chica, ese folclore urbano menos promocionado, que trata sobre historias que no hacen la historia, pero que, desde lo mágico, lo inexplicable, o solo por la picardía, viven en el corazón de la gente.
Ningún pueblo que se precie olvida sus duendes, aquellos que hacen nido en las sombras, cobran vida en casonas con secretos sangrientos y se nos aparecen en libros olvidados y raramente vueltos a editar. Estas historias se niegan a morir y de vez en cuando nos asaltan en un recuerdo fugaz. Nos enseñan que los viejos mitos de la humanidad están ahí nomás, aunque creamos que la cibernética los ha sepultado en el olvido: sus relatos evocan tiempos que quedaron cien o más años atrás.
Grimaut lo escribió todo en palabras sencillas, con giros vivaces, algo de poesía y mucho humor cordobés para tratar las cosas más penosas. Estudió y luego explicó ciertos fenómenos naturales y otros a los que no se les encuentra explicación.
Siendo cercano a estos barrios populares, escuchó a sus antiguos pobladores y nunca dejó de tomar notas minuciosas que, a su vez, publicaba en revistas y diarios. Gente que era mayor cuando yo era jovencita, los compraba solo para leer la columna de él, el más humilde de sus periodistas.
En una nota que le hicieron, aclara al lector: “Desde hace varios años, quizá sin el propósito de este volumen, me entregué a la tarea de anotar, a medida que los recordaba –o cuando en conversaciones, vivían en el comentario de la conversación– detalles sobre supersticiones, remedios caseros, dichos, juegos de niños, en fin, referencias sobre costumbres populares de la gente criolla de mi ciudad. Esta preocupación me permitió refrescar hermosos recuerdos y la curiosidad me llevó a conocer vivencias nativas, empalidecidas por nuevas costumbres...”.
Modestamente, Grimaut nos cuenta las motivaciones de su trabajo en este hermoso tomo que, además, tiene una tapa muy atractiva pero, sobre todo, sugestiva.
Encontraremos aquí la historia de la Pelada de La Cañada –que no fue una sola, sino dos, y quizá tres distintas–, de la Viudita, del Perro de muchos Colores, de un burro que aparece trotando en el aire con varios chicos sentados en su lomo... Sin olvidar recetas de comidas populares, personajes políticos o picarescos y viejas coplas... Toda esa materia elusiva con que están hechas las leyendas de todos los pueblos del mundo.
Sugerencias: 1) Busquen Duendes de Córdoba, de Azor Grimaut; lo disfrutarán; 2) Vean de conseguir los otros que cito, que todos ellos tienen una hermosa edición; 3) No sé si Duentes de Córdoba se da en nuestros colegios, pero es un lindo libro para leer en las aulas.
*Escritora y columnista de la revista Rumbos. Contenido exclusivo de Rumbos.