Cuando comencé a dedicarme al periodismo, allá en otro siglo, todos soñábamos con convertirnos un día en corresponsales de guerra. Se sentía que salir a arriesgar el pellejo para revelar las tragedias del mundo era la expresión más alta de la profesión en la que estábamos dando nuestros primeros pasos. Hoy los rol models son otros, la mayor parte de los pibes y pibas que arrancan en esto probablemente se debatan entre desear un asiento en algún panel televisivo y alcanzar la estatura de influencer o twittero estrella. Y quizás no sea un dato negativo, capaz dice algo bueno del estado del mundo. No lo sé. Lo cierto es que en otros tiempos los corresponsales de guerra eran figuras casi legendarias, envueltas en un romanticismo épico y audaz, políglotas aventureros capaces de dar vida a crónicas afiebradas en búnkeres de lugares como Vietnam, Irak, Nicaragua o Afganistán mientras las balas rozaban sus cabezas y los obúses estallaban a su alrededor. Hay, en Netflix, un gran documental titulado “Morir para contar” que retrata a la que quizás sea la última gran generación de corresponsales, una profesión que –como tantas otras– ha sido fuertemente desequilibrada por la tecnología: ahora las imágenes de la guerra llegan de todas partes, las viralizan desde soldados hasta ciudadanos anónimos a través de sus teléfonos celulares. El documental está dirigido por Hernán Zini, un prestigioso periodista y fotógrafo argentino que ha estado en mil batallas y entrevista a muchos de sus compañeros de profesión. Hay historias de compañeros caídos (En Siria, el ISIS se ensañó particularmente con los cronistas extranjeros y los decapitada en vivo por Youtube) y relatos estremecedores sobre lugares que el resto de nosotros agradecemos no haber pisado nunca. Todos los y las corresponsales que protagonizan “Morir para contar” comparten el gesto desconfiado y una cierta melancolía. Al igual que los soldados, la mayor parte de ellos lidia con estrés post traumático, problemas mentales y alcoholismo. “Nos vamos a la guerra en busca de aventuras y volvemos con la maleta llena de cadáveres”, solía decir Arturo Pérez-Reverte, quien antes de ser un grandísimo escritor fue corresponsal de guerra.
En plena guerra en Ucrania, Netflix estrena un poderoso documental sobre los y las corresponsales de guerra, dirigido por el argentino Hernán Zin. Los riesgos de vida y los efectos psicológicos de una profesión rodeada de mitos.
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