El Piltriquitrón es quien elige. Vos no decidís vivir acá, el que elige es el cerro”. Este es un mantra que suelen repetir los viejos pobladores de El Bolsón para dar cuenta de la carga simbólica que ejerce la naturaleza sobre los habitantes de esta mítica población patagónica. En mapuche, Piltriquitrón significa algo así como “cerro colgado de las nubes” y su presencia energética fue percibida tanto por los pueblos originarios como por las y los pelilargos que se instalaron a sus pies desde finales de los años 60, siguiendo el mandato hippie de abandonar las ciudades.
Desde aquellos tiempos, para el resto de la Argentina El Bolsón quedó signado como un territorio mágico y misterioso, refugio de roqueros, Edén contracultural y montañez al que cada verano peregrinaban legiones de mochileros en busca de muestras gratis de una vida mística de la que se regresaba con tierra en los zapatos y un indeleble olor a humo en las camperas.
Mucha agua ha corrido. En los albores del siglo XXI la legendaria Meca hippie es un río que es el mismo y es distinto a la vez. Los hijos de aquellos aventureros de las décadas de 1960 y 1970 están cambiando la piel de la Comarca Andina, allí donde se besan las fronteras de las provincias de Río Negro y Chubut, bajo la mirada indulgente de la Cordillera. La filosofía es la misma de siempre, pero con un impulso nuevo que está convirtiendo a El Bolsón –y a vecinos como Lago Puelo, Epuyén y El Hoyo– en el epicentro de la cultura del bienestar y las terapias alternativas. Impronta patagónica y sofisticación new age, tesoros gourmet y un centro invernal que cada año da un paso más para sentarse en la mesa grande del esquí en la Argentina.
“Suele pasar que cuando viene gente de afuera nos damos cuenta que acá manejamos como un código distinto”, reflexiona Aluminé Honik, nacida y criada en El Bolsón y referente de la multifacética escena del bienestar de la localidad rionegrina. “Acá todos tenemos propóleo, tinturas madre y aceites en el botiquín, es muy raro que tomemos antibióticos y todo el mundo tiene alguna clase de información sobre terapias alternativas, astrología y demás”.
En 2012, Aluminé creó Lumina un espacio holístico situado casi en el centro de El Bolsón donde tienen lugar un sinfín de terapias diferentes, cuyo bellísimo edificio fue contruido íntegramente con técnicas de permacultura, con tejados vivos donde brota el césped y que por momentos parece ser parte de un set de El Señor de los Anillos. “Durante los últimos años comenzó a venir mucha gente muy capacitada, atraída porque El Bolsón es un referente de este rubro en el país. Pero nos faltaba infraestructura de calidad, algo que poco a poco fue cambiando y hoy tenemos un montón de centros de alto nivel que trabajan con el concepto del bienestar en una gama amplísima de abordajes”, cuenta Aluminé. “Hoy una persona que está de visita puede hacer una clase de yoga, experimentar una terapia o participar de una ceremonia casi en el momento en que lo quiera, porque las posibilidades son muchísimas”.
En El Hoyo, en un magnífico escenario de montaña, Aluminé dio vida a Cabañas hacia el Sur, un centro de retiro que recibe visitantes de toda la Argentina y el mundo. “Me pasaba que muchos pacientes, después de una terapia, me decían que necesitaban más, que no les alcanzaba. Así que los invitaba a mi chacra y la seguíamos ahí”, recuerda Aluminé, quien solía viajar a Europa para atender pacientes en España e Italia y que en los últimos años decidió sentar bases en su tierra natal . “Esto se fue haciendo cada vez más frecuente, y así fue como terminamos creando el centro de retiro, donde la gente se puede quedar los días que quiera. Ahí tenemos nuestra huerta y encaramos procesos interdisciplinarios. Muchas veces empezamos con una carta natal o con un tarot, porque hay personas que llegan muy perdidas o muy rotas emocionalmente y como que necesitan volver al útero, apachucharse. También hay gente que llega con diagnósticos más específicos y ahí trabajamos con médicos y con estudios de laboratorio para encarar ayunos y procesos de desintoxicación centrados en la alimentación”.
“Acá había un montón de cosas buenísimas, de las que no éramos realmente conscientes”, asegura Cristal Gutiérrez, alma mater del spa y hotel boutique Las Nalcas, otro espacio de referencia de El Bolsón, situado en las faldas del Piltriquitrón, en el medio del bosque. “De pronto nos dimos cuenta que muchísima gente venía especialmente hasta acá para hacerse masajes y tratamientos, para comer verduras que podían cosechar ellos mismos y para tener un acercamiento con un estilo de vida diferente, conectado a otras cosas”.
Tesoros de la Comarca
En El Bolsón del siglo XXI hay cosas que cambian y otras que se mantienen. Su sempiterna feria artesanal sigue siendo, como siempre, el lugar para ver y ser visto. Todos los días, excepto los lunes y miércoles, las tiendas continúan desplegándose en herradura en torno de la plaza Pagano, entre humos de sahumerio y artesanos que se han sofisticado mucho desde los tiempos en que reinaban los duendes de parsec. La central plaza Pagano ha visto brotar a sus alrededores un sinfín de muy buenos restaurantes en los últimos años, donde el denominador común son los productos patagónicos y, por supuesto, la cerveza artesanal, que en esta parte del mapa alcanza estatura de arte. El excelente lúpulo y las levaduras de la Comarca Andina son puntales del fenómeno de la cerveza artesanal en toda la Argentina y toda la región es un paraíso para los amantes de la cultura foodie. Cordero, quesos, frambuesas, frutillas, boysenberries, cerezas, almendras, castañas, nueces, ahumados, trufas y hongos increíbles como la morrilla son solo algunos tesoros de las chacras que rodean las poblaciones de la Comarca y que pueden visitarse durante gran parte del año. En una de estas chacras, cerca de Lago Puelo, surgió La Alazana, un whisky single malt 100% patagónico que ha cosechado importantes premios internacionales y cuya producción suele estar vendida al completo incluso antes de salir de las barricas.
Saliendo de El Bolsón hacia Mallín Ahogado el universo de las chacras se abre en todo su esplendor, en una sucesión de postales de bosques, arroyos, suaves montañas y cabañas con chimeneas humeantes que sin dudas fueron las que flecharon a las y los hippies hace medio siglo, cuando había más calefacción que la de las salamandras.
La ruta que lleva a Mallín Ahogado acaba de ser pavimentada y tiene una bicisenda cuyos paisajes podrían ser el sueño erótico de cualquier ciclista urbano. Por ese camino se va también al cerro Perito Moreno, que siempre fue el hermano pequeño (y modesto) de los grandes centros de esquí patagónicos y que ahora está culminando una fenomenal expansión que es también un signo de los tiempos y la transformación que vive hoy El Bolsón. Junto a flamantes medios de elevación, su mítico refugio continúa regenteado por la familia que lo lleva desde hace décadas, como metáfora de una evolución que no pierde de vista a la identidad.
“Siento que los hippies de hoy son los permacultores, los que hacen sus huertas, los que están metidos en movidas ecologistas, los que plantan árboles para reforestar...” concluye Aluminé Honik. “Los que buscan mantener vivas aquella filosofía, aquella mentalidad, se han convertido en hacedores, en personas que están poniendo en práctica cada día esos ideales”. •