La fibrilación auricular es la arritmia sostenida más prevalente, y tiene una clara relación con la edad de las personas. Así, entre los 60 y los 69 años, el 5 % de la población la padece, y esto se duplica con el paso de cada década. Se caracteriza por una actividad auricular caótica e inefectiva asociada con un vaciamiento incompleto del contenido de las aurículas.
Este menor pasaje de sangre hacia los ventrículos aumenta la posibilidad de formación de trombos (coágulos) que, cuando se desprenden, en tres de cada cuatro casos se dirigen hacia el cerebro a través de la circulación. Se sabe que la fibrilación auricular constituye la causa de uno cada cinco accidentes cerebrovasculares (ACV), con el agravante de que se asocia con doble mortalidad y con 50% de mayor discapacidad en comparación con el ACV producto de otras causas. Por eso, es tan importante su diagnóstico oportuno, que permite un tratamiento adecuado.
Una de las maneras más efectivas y económicas para detectar la fibrilación auricular es el conocido control del pulso arterial.
Una de las maneras más efectivas y económicas para detectarla es el control del pulso arterial, algo que muchas personas dicen saber registrar, pero luego en los hechos demuestran desconocer.
La detección de un pulso completamente irregular, independientemente de la frecuencia, debe conducir de inmediato a la consulta para realizar un electrocardiograma. Una vez confirmado el diagnóstico, una opción consiste en restaurar el ritmo normal mediante fármacos o con una descarga eléctrica sobre el tórax que se conoce como “cardioversión eléctrica”.
En otros casos, se elige controlar la frecuencia cardíaca, con lo que la arritmia persiste, pero mejoran los síntomas. De todas maneras, es absolutamente prioritario reducir el riesgo de formación de trombos en forma segura mediante anticoagulantes que se administran por vía oral.
En cuanto a la influencia perjudicial del alcohol sobre el ritmo cardíaco, es sabido que la ingesta crónica excesiva de bebidas de este tipo genera una mayor propensión a la fibrilación auricular. Sin embargo, se desconocían hasta ahora experiencias en relación con el efecto agudo del alcohol.
Una vez confirmado el diagnóstico de FA, una opción es restaurar el ritmo normal mediante fármacos, o bien, con una descarga eléctrica sobre el tórax llamada “cardioversión eléctrica”.
En el marco de un estudio presentado recientemente por Marcus y colaboradores en el Congreso anual del Colegio Americano de Cardiología, en la Universidad de California, San Francisco, cien pacientes que promediaban 64 años e historia de FA paroxística (crisis que terminan espontáneamente) fueron invitados a llevar un monitor del ritmo cardíaco durante cuatro semanas y un sensor transdérmico de la concentración de alcohol en sangre, que se colocó en el tobillo.
Cuando bebían una medida de alcohol oprimían un botón y esto se correlacionaba con la ocurrencia de episodios de FA en el monitor y con el nivel de alcoholemia en el sensor transdérmico.
En 56 pacientes hubo, al menos, un episodio de FA durante el período de observación y se demostró que el riesgo de sufrir una crisis de la arritmia se duplicaba dentro de las cuatro horas posteriores a la ingesta de una medida de vino, cerveza u otra bebida alcohólica y se triplicaba con dos o más tragos.
Este estudio es el primero que demuestra claramente que el alcohol es una causa fundamental de la forma aguda de FA. Por lo tanto, la recomendación lógica es que los pacientes que registran estos episodios reduzcan su consumo al máximo.
* Médico cardiólogo especializado en electrofisiología. www.corazonada.org Contenido exclusivo de Rumbos.