El documento de identidad dice “Santiago González Riga”, pero lo conocemos por el apodo que repetían sus hermanitos cuando balbuceaban su nombre: Chanti. Nació en la Ciudad de Mendoza el 25 de enero de 1970, y aunque en su hogar nadie se dedicaba al arte, el fanatismo de su padre por las historietas, se traducía en aquellos años en montones de revistas fascinantes que entraban a la casa y eran disputadas por el dibujante en ciernes y sus siete hermanos: “Empecé a hacer historietas antes de aprender a leer y escribir. A los cuatro o cinco años, les pedía a mis hermanos que me hicieran los globitos de textos, ¡pero cuando llegué a primer grado pasé a otro nivel!
Chanti recuerda que durante su infancia, al no haber internet y estar alejado en Mendoza de los profesionales que enseñaban historieta, no le quedó otra que aprender a puro ensayo y error. Al terminar la secundaria, comenzó la carrera de Diseño Gráfico y viajó a Buenos Aires con su carpeta repleta de historias bajo el brazo, deseando intensamente una oportunidad. Así, a puro talento y perseverancia, logró ingresar a grandes medios, como Rumbos, Billiken, los principales diarios de Mendoza y San Juan, y a la Fundación Vida Silvestre, adonde trabajó once años.
En la actualidad, es uno de los creadores más prolíficos de la historieta argentina y un auténtico best seller infantil.
-Comenzaste a dibujar Mayor y menor para Rumbos en octubre de 2003, poco después de nacida la revista. Y desde entonces ha sido un éxito rotundo: diecisiete libros publicados, y el primero con quince reediciones. ¿A qué atribuís la fascinación que provoca la tira?
-Rumbos le dio a la tira un gran empujón y mucha visibilidad. Y el fenómeno es muy interesante, porque ocurrió lo contrario de lo habitual: la tira conquistó primero el Interior y mucho después llegó a Buenos Aires, donde la descubrieron en realidad por los libros, ya que allá no se publica Rumbos.
-Tus personajes conquistaron el corazón de las familias. ¿Por qué creés que enganchó a un público de edades tan diversas?
-El tema de los vínculos es lo que gusta tanto. Al principio, pensé que se iban a enganchar parejas jóvenes con nenes chiquitos. Sinceramente no la había pensado para niños, pero les encantó. También me doy cuenta de que gusta la continuidad de la tira: el ir acompañando el crecimiento de estos chicos dibujados. En estos años, muchos me han mostrado carpetas donde coleccionan mis historietas dominicales. Y también hay gente joven, adulta, que me ha dicho infinidad de veces que la tira le recuerda a su abuela, que compraban el diario y guardaba la revista para que ellos leyeran la historieta en los almuerzos familiares. Mayor y menor y Rumbos forman parte de los recuerdos de infancia de muchísima gente. Esto es algo que emociona.
-¿Y con los más chiquitos cómo es la experiencia? ¿Qué te dicen?
-Con los nenes pasa algo hermoso, porque la historieta muchas veces resulta su primera lectura. Los docentes la usan para dar clases de lengua y de dibujo, los libros están en bibliotecas y también me piden autorización para que salga en manuales escolares. La educación le ha dado mucha relevancia, porque ya no existen más las revistas o suplementos infantiles de donde tomar buenos materiales.
¿Cómo transitaste la pandemia? ¿Se complicó mucho tu actividad?
-Si bien se restringieron las presentaciones, pude aprovechar el tiempo para crear. Este año publiqué por Sudamericana el tomo Mayor y menor 17, Facu y Café con leche 8, Pico pichón 3 y el segundo volumen de mi novela gráfica La saga de los distintos. Para fin de año tengo proyectado Mayor y menor 18, y estoy en plena producción de La saga de los distintos 3 y de otro proyecto aún sin editorial: un libro sobre las experiencias de los que hacemos trekking o deportes en la naturaleza, algo más de humor y reflexión, con viñetas sueltas y dirigido a adultos.
-Contanos sobre La Saga de los distintos, que despega del formato de historieta clásica. ¿Te metiste en el mundo de la novela gráfica?
-Estoy muy contento. A este tipo de libros se los encasilla como novelas gráficas, pero para mí son historietas largas. La saga de los distintos está destinada a chicos y proyectada, por ahora, en cuatro tomos. Su trasfondo es la experiencia de sentirse diferente en un mundo donde todos son iguales o parecidos, y lo que puede ocurrir a partir de esto. Son como fábulas para abordar la problemática de la discriminación.
En el primer libro, que toca el tema de la discapacidad, nos topamos con un pez en el mundo de los mamíferos; estos creen que el pez es un mamífero al que no le han crecido las patas. Y todo el tiempo lo fuerzan para que se adapte y logre ser “normal”, porque su aspecto les genera rechazo.
Mi hermano menor tiene Síndrome de Down. Recuerdo que cuando mi papá lo llevaba a alguna actividad, siempre le contestaban: “Vamos a tratar de que él se inserte en este grupo, que él se adapte a la sociedad...”. Y una vez mi papá, cansado, respondió: “¿Y por qué entonces, si la sociedad está tan ‘capacitada’ no se adapta el resto a la realidad de mi hijo?”. Un gran tema para reflexionar.
Este segundo tomo, publicado ahora, aborda la discriminación a partir de la idea de belleza, y trata sobre una gata en el reino de los reptiles... No les quiero spoilear... ¡Los invito a leerlo!
Viñetas espectaculares
Entre las pasiones de Chanti, debemos mencionar el placer que siente sumergiéndose en las historietas de otros grandes artistas de la Argentina y el extranjero. “El manga y los superhéroes no me enganchan, pero me encanta el comic europeo: Francia y Bélgica tienen excelentes autores, mientras que España es una valiosa usina de materiales en castellano. Y la Argentina tiene una tradición excepcional, tanto de producción como de lectura de historietas, un fenómeno que no se ha dado en otros lugares de Latinoamérica.
-¿Qué historietas o novelas gráficas para grandes y peques nos recomendás?
-¡Hay tanto! El nivel de la Argentina es buenísimo y la oferta para adultos y chicos ha pegado un salto en estos años. Cuando empecé en Rumbos, hace casi dos décadas, prácticamente no había libros de historietas infantiles y ahora hay editoriales especializadas.
Para grandes, una estupenda novela gráfica española es Arrugas, de Paco Roca, que trata sobre el Alzheimer. Y estoy leyendo otra muy buena de España, El héroe, de David Rubín. De la Argentina sugiero dos, pero hay un montón: El gran lienzo y La burbuja de Bertold, ambas de Diego Agrimbau y Gabriel Ippoliti.
Y entre los clásicos argentinos, además de El Eternauta, que es buenísimo, está Bárbara, de Ricardo Barreiro y Juan Zanotto. Estas historietas salían en revistas que ya no existen, como Skorpio, pero por suerte las van reflotando en libros desde hace un tiempo. Ahora estoy leyendo también Alvar Mayor, de Carlos Trillo y Enrique Breccia. Me encantan las ficciones ambientadas en Latinoamérica y puntualmente en la Argentina, como El Eternauta... Es una experiencia de lectura muy linda reconocer los propios lugares.
-Además de tu trabajo cotidiano, las charlas en escuelas y miles de proyectos más, participás de un movimiento que se llama Banda Dibujada. ¿De qué se trata?
-En los 90 hubo una gran crisis del género en la Argentina, desaparecieron muchas revistas y lentamente las historietas fueron migrando a los libros y a internet. Y en algunos casos directamente desaparecieron del mapa. Tiras famosas como “Pelopincho y Cachirula”, que salían en Billiken, hoy son inhallables porque jamás llegaron a publicarse en formato libro.
Por eso, en 2004 nos juntamos varios dibujantes, bibliotecarios y otras personas dedicadas a la actividad y conformamos el colectivo cultural Banda Dibujada, con la premisa de reimpulsar la historieta infantil: hicimos un manifiesto que se difundió en editoriales y desde entonces organizamos talleres de historietas en escuelas y otras movidas interesantes. Además, desde hace siete años entregamos los “Premios Banda Dibujada a la historieta”, que ya cuenta con diez categorías, algo que nos habla del enorme renacimiento que está teniendo la disciplina.
-En tus tiras también se trasluce un gran amor por la naturaleza. ¿Cómo influye en tu mirada y tu estilo el haber trabajado once años en la Fundación Vida Silvestre?
En realidad, soy un amante de la naturaleza desde chico. Si bien crecí en la Ciudad de Mendoza, mi familia siempre tuvo una casita en la montaña, más allá de Potrerillos, y pasábamos ahí todas las vacaciones. Ahora disfruto mucho de las salidas con mis sobrinos por la montaña. En Vida Silvestre, yo hacía una historieta sobre especies amenazadas de la Argentina y problemáticas ambientales. Inventé un personaje, Yurumí, un oso hormiguero que recibía en su despacho a animales en apuros, como un venado de las pampas, un yaguareté, y los ayudaba. Me gusta mucho la naturaleza y una de mis banderas es difundir la importancia de proteger a nuestros animales para que no se extingan. No me imagino sin esa dimensión de mi vida.
* Editora de Rumbos. Contenido exclusivo.