“Batuko Tabanka”, la columna de Cristina Bajo

Al entrar en la casa, se encontró con una docena de mujeres africanas casadas con gallegos que componían un grupo de música tradicional.

“Batuko Tabanka”, la columna de Cristina Bajo
Cristina Bajo, escritora y columnista de revista Rumbos.

Hace muchos años, escribí una nota sobre este tema, impresionada por una carta que me había enviado una amiga desconocida: un día salí a recorrer librerías y compré una biografía histórica que ella había escrito sobre Trinidad Guevara, una actriz famosa en la Argentina del siglo XIX.

Lo extraño fue que, al llegar a casa con aquel libro, me encontré con un mail donde Carmen Sampedro, su autora, me escribía para comentar una de mis novelas. A partir de allí iniciamos una amistad por correspondencia –léase correo electrónico– que duro varios años y luego, por algunos problemas en mi vida privada, espaciamos nuestras charlas, aunque siempre estamos al tanto de lo que hace la otra.

En una de aquellos mails, Carmen me contaba que por su trabajo periodístico tuvo que atravesar España, desde Vigo hasta la frontera asturiana, para hacer una entrevista. Como estaban en invierno, salieron a las ocho de la mañana, todavía de noche y con un “un frío de escarcha”, según sus palabras.

Después de pasar por Muras, para entrevistar al alcalde, se encontraron ante el Mar Cantábrico, que me ha fascinado desde niña, con su nombre sonoro, áspero y como de romance antiguo. “Parecía un océano violeta” –decía Carmen, impactada–, “y aún nos esperaba el sacudón de la jornada.”

“Desde niña me ha fascinado el Mar Cantábrico, con su nombre sonoro y áspero, como de romance antiguo.”

El sacudón llegaría cuando, al entrar en la casa de inmigrantes del pueblo, se encontraron con una docena de mujeres africanas, que vivían allí desde hacía una vida: estaban casadas con gallegos y componían un grupo musical, el “Batuko Tabanka”. Sentadas en el suelo, sostenían almohadoncitos entre las piernas que golpeaban como si fueran tamboriles mientras cantaban en un dialecto entre portugués y el africano natal.

Carmen me contó que se sintió emocionada ante estas mujeres que mostraban en la piel los diferentes matices de su raza, que saltaba de un dorado miel al café con leche y llegaban hasta el negro ébano.

Muchas estaban peinadas al estilo tradicional de su tierra, con el pelo trabajado en trencitas prietas y largas. Sus ropas eran hermosas y coloridas. Las canciones contaban historias de esclavitud y de tristezas, pero también de liberación y de amor, y Carmen me confesó que lo que más le impactó fue el valor de enfrentar el destino que les tocara en suerte.

“Sentadas en el suelo, estas mujeres golpeaban almohadoncitos que sostenían entre las piernas, mientras cantaban en un dialecto entre africano y portugués.”

Una dijo con orgullo: “Somos mujeres de decidir y mandar”, y lo eran, pues sus maridos, que son marineros, suelen pasar dos meses en el mar y solo diez días en tierra, y ellas tienen que arreglárselas con los niños, las cuentas, los problemas domésticos, de la salud y la educación. Este grupo, este cantar, este hacer música, era su liberación, y además de recorrer con su música Galicia y Asturias, también habían conseguido llegar a la lejana Barcelona.

Carmen se encontró sentada en el suelo mientras le explicaban que “Batuko” significa almohadón, y “Tabanka”, carnaval. Le contaron historias de la colonia portuguesa de Cabo Verde, formada por varias islas. Hace poco, algunas de ellas volvieron a la Isla de Santiago para intervenir en un documental y fue desgarrador: hacía más de veinte años que habían perdido contacto con sus familiares.

Carmen regresó de aquel viaje con una sensación de cansancio físico y emocional, oyendo en su cabeza sus extraños acentos y los sones de los instrumento.

Por mi parte, recuerdo que tomé la enciclopedia y me dediqué a buscar Senegal, Cabo Verde, Isla de Santiago, en una noche de verano cordobesa, fresca y lloviznosa, que me recordó el invierno de Galicia y aquel viaje entre nieblas y canciones de otros continentes.

Sugerencias: 1) Leer La isla fantástica, de Germano Almeida; transcurre en Cabo Verde; 2) Leer, de Carmen Sampedro, Trinidad Guevara: si no está en librerías, se consigue por Internet.

* Escritora y columnista de Rumbos. Contendido exclusivo de Rumbos.

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