La rinitis alérgica es una respuesta inflamatoria nasal ante la exposición a ciertas partículas denominadas alérgenos, que pueden estar presentes todo el año –como los ácaros– o únicamente durante ciertas épocas. La prevalencia estimada en la Argentina es de 20,5 por ciento, lo cual significa que aproximadamente 5,5 millones de personas podrían padecerla. Suele asociarse con otras manifestaciones alérgicas como la dermatitis atópica, el asma y la alergia alimentaria.
Algunos pacientes presentan alergia específica a los pólenes, patología conocida como “polinosis”. La alergia es más habitual en primavera o verano debido a que los granos de polen, responsables de generar estas reacciones, están presentes en la atmósfera, y sólo una pizca de polvo puede contener miles de granos.
Hacia el fin del invierno y durante la primavera, en el ambiente hay polen de la mayoría de los árboles, como el plátano o el ciprés; y hacia fines de esta estación y durante el verano, el polen del pasto (gramíneas) es el que predomina y es capaz de provocar las reacciones alérgicas.
Los síntomas más frecuentes ante la exposición a ciertos tipos de polen son irritación ocular, bronquial y nasal. En el momento de la exposición y los minutos posteriores, se producen reacciones tempranas en las que el paciente presenta picazón nasal, estornudos y obstrucción nasal. Luego, durante las 4 a 8 horas posteriores, la persona afectada presenta aumento de la rinorrea (secreción acuosa o mucosa de los orificios nasales) y disminución del olfato (hiposmia).
Durante esta época del año, se recomienda que los pacientes sintomáticos eviten la actividad física y/o ventilar ambientes durante las primeras horas de la mañana o por la tarde, que es cuando hay más cantidad de granos de polen en circulación. Además, se recomienda usar anteojos para reducir el contacto de los granos con los ojos.
Es importante consultar cuando se presenten los síntomas característicos. En la consulta, se realizará un examen físico e historia clínica detallada, que ayudarán a establecer el diagnóstico y realizar el tratamiento, evitando así que se sigan desarrollando estos molestos síntomas.
Cuando el malestar ya está presente y afecta la calidad de vida, es recomendable recibir medicación antialérgica para evitar la respuesta inflamatoria. Habitualmente, es suficiente una dosis diaria y se puede asociar con tratamientos tópicos como spray nasal o gotas oftálmicas.
Además, existen opciones de tratamiento con vacunas, que permiten modificar la respuesta al polen en los pacientes sensibles a largo plazo. Se pueden administrar de forma subcutánea o sublingual, de manera de modular la respuesta inmune del paciente por períodos de cinco a diez años en caso de presentar una respuesta favorable al tratamiento.
Adicionalmente, se recomienda evitar la exposición a irritantes como el humo del tabaco, ya que la inflamación producida exacerba los síntomas alérgicos durante la exposición al polen.