Rubén Pegorín: el caballero de la máquina de acero

El ciclista de Tupungato no compitió en Barcelona ‘92 porque no fue inscripto y tampoco en la prueba de contrarreloj de Atlanta ‘96, para la que se preparó por cuatro años. En esta cita, sólo pudo disputar la especialidad de ruta. Igual está entre los ído

Rubén Pegorín: el caballero de la máquina de acero

Luego del desaire sufrido en los Juegos de Barcelona, las ilusiones se habían renovado cuatro años después con un sólido trabajo silencioso. El principal objetivo estaba fijado para el 3 de agosto de 1996, en un recorrido montañoso de 52 kilómetros en la modalidad de contra reloj individual.

El circuito se ajustaba a la geografía que conocía desde niño, a las rutas tranquilas por la tarde, a los paisajes que tiene frescos en su mente, con la cordillera como telón de fondo en su querido Tupungato. ‘El caballero de la máquina de acero’ integra la delegación argentina que competirá en la capital del estado de Georgia. El bonaerense Gustavo Artacho será el encargado de saltar a la ruta, mientras que Rubén Pegorín (de 31 años) había afilado sus piernas para enfrentar el sigiloso paso del tiempo.

Atlanta era mucho más que un desafío: era un terreno de cambios, el ciclismo le abría las puertas a los profesionales. En el pelotón, que se enfrentaría a los 220 kilómetros, los héroes de otras carreras se transformaban en gigantes. Un joven aguerrido y ambicioso, cargando como gran precedente un título mundial de ruta en 1993 y la victoria en dos etapas del Tour de Francia (en 1993 y 1995), era el prototipo del anfitrión.

Pero Lance Armstrong, que luego ganaría “la Grand Boucle” en siete oportunidades, fue eclipsado por la figura del español Miguel Indurain. “Miguelón”, el dueño de cinco Tours y de dos Giros de Italia, desembarcó en Estados Unidos portando la corona, que conquistó un año antes en Duitama, Colombia, como el mejor del Mundo en la crono. En los Juegos de Atlanta, el español era la esperanza de un país que buscaba la gloria.

Una sonrisa como señal

Ese chico de sonrisa amplia y gran humildad, gracias al apoyo de su padre, en 1988, había logrado darle forma a su experiencia europea. Durante cuatro temporadas integró el equipo Cerámicas Cabrera, en Castellón de la Plana, Valencia, donde completaría su formación como corredor de línea y aplomaría su carácter. Luego, por dos años más, militaría en la escudería Yoplait, de la ciudad de Sevilla.

“En España encontré un ámbito muy competitivo, de permanente exigencia y enfrenté a rivales de un primer nivel, como Lance Armstrong y Abraham Olano, quien fue campeón mundial contrarreloj para profesionales. La meta que me había fijado era pasar al profesionalismo, que es el objetivo de todo pedalista cuando se llega a Europa”, explicó en 2013.

El camino de preparación había sido arduo para Pegorín. En 1992, en la antesala de los Juegos de Barcelona, participó en la Vuelta a la Ribera en España donde perdió la crono por apenas nueve décimas ante Armstrong; corredor del Motorola al que volvería a enfrentar en Valencia.

Pero el recuerdo de la cita olímpica en tierras catalanas le dejaría un gusto amargo. Porque no pudo participar, al igual que su compañero Bachi Serrano, ya que no había sido inscripto por los responsables de la delegación en las pruebas de ruta y debió conformarse con ser un mero espectador. “Ni siquiera pudimos entrar a la Villa”, le contó “Pego” a Los Andes en una nota tiempo después.

Pero lejos de claudicar se afirmó al manillar con mayor brío. Se hizo más fuerte y sobrevino una época de logros importantes. Fue campeón en la crono de los Panamericanos disputados en Chile (1994), una gran plataforma de despegue anímico pensando en su objetivo mayor. Vencería, un año después, en la general de la Doble Bragado, la prueba de ruta más antigua del país. Sus piernas son más ágiles y su apellido gana vuelo para ingresar en el firmamento de nuestros ídolos; sorteando tantas dificultades como  los olímpicos Cosme Saavedra y Ernesto Contreras.

Rubén Antonio Pegorín, integrante del equipo de la Municipalidad de Mendoza, está listo; los últimos días en Atlanta realizó entrenamientos de 150 kilómetros que aumentaron su confianza. Sin embargo el destino volvió a jugarle una mala pasada. “Dos días antes de la competencia Antonio Alexandre fue a confirmar la inscripción de Darío Colla y Gustavo Artacho para la ruta individual y se encontraron con la sorpresa que Argentina no estaba clasificada para la crono”, relató Pegorín.

Aquel esperado sábado, 3 de agosto, ante la mirada atónita del tupungatino, Miguel Indurain extendería su reino hasta América. En Atlanta pintaría de oro una campaña personal por demás exitosa; secundado por su compañero Abraham Olano. Mientras que en la ruta, luego de un abandono del mendocino producto de un pinchazo, el suizo Pascal Richard mordería la presea de oro.

Para Rubén Pegorín, que nunca resignó la sonrisa amplia y su estampa de ídolo, fueron momentos difíciles. “Se diría que los Juegos Olímpicos no eran para mí”, contó -en 2009- sin revanchas, con un aire teñido con la tristeza de la nostalgia.

Cuando volvió, Pegorín habló: "No sé de quién es la responsabilidad"

El tupungatino explicó lo ocurrido en Atlanta en una entrevista publicada por Los Andes, en Lunes Deportivo, el12 de agosto de 1996.

Un día volvió a Mendoza y todo el ciclismo lo recibió como el hijo pródigo, apoyándolo con su aplauso. Quizás como para darles fuerzas en un momento de frustración, Quizás como reconociéndole su inmensa grandeza como ciclista y ser humano.

Ese día fue ayer y el escenario el más adecuado, el velódromo “Cóndor de América” vestido de fiesta por un nuevo aniversario de la Asociación.

-Rubén ¿qué pasó realmente que no corriste la CRI?

-Dos días antes de la competencia Antonio Alexandre fue a confirmar la inscripción de Darío Colla y Gustavo Artacho para la ruta individual y se encontraron con la sorpresa que Argentina no estaba clasificada para tomar parte en la ‘crono’. La razón que se adujo es que nosotros no tomamos parte del último Mundial que se corrió en Colombia, que es desde donde la UCI tomó a los ciclistas aficionados para tomar parte de los Juegos Olímpicos.

-¿Cómo te fue en la ruta individual?

-Dentro de lo que se puede esperar de alguien que se está preparando para una prueba y debe tomar parte de otra. De todas formas hasta la séptima ronda a un circuito de 17 kilómetros venía bien, hasta que se produjo una caída y en la frenada rayé con la rueda trasera y pinché. De una moto de auxilio me pasaron una rueda y traté nuevamente de contactarme con el pelotón, pero justo se había armado el ‘paterío’ y luego de dos rondas no pude llegar arriba y decidí abandonar.

-¿La preparación para la "crono'' había sido acorde a la circunstancia?

-Sí. Además de lo bien que me vino haber tomado parte de los Panamericanos de Venezuela, trabajé mucho en Atlanta. Hubieron jornadas de 150 km de entrenamiento. Realmente me sentía muy bien y con mucha confianza.

-¿De que manera tomaste la no participación?

-Me sentí decepcionado, ya que para mí no solamente se trataba de tomar parte de los Juegos Olímpicos. Tenía ganas de demostrar de lo que realmente uno es capaz y por eso me sacrifiqué como nunca.

-¿De quién fue la responsabilidad?

-No lo sé ni mi interesa. Lo que sí puedo decir que Antonio Alexandre me apoyó constantemente dirigiendo el trabajo y acompañándome cuando salía a entrenar. Si él hubiera sabido que no estaba inscripto ¿para qué se iba a sacrificar al lado mío? De todas maneras, reitero que soy ciclista y estoy para correr. Lo demás es un problema que no pasa por lo que yo pueda hacer (...)

-¿Es conveniente que corran juntos profesionales y aficionados?

-No es bueno. En la ruta individual sobre todo. Es lo mismo que hacer correr a las motos de 250 cc. con las de 500. Como ejemplo vale observar en el clasificador que los primeros cincuenta puestos son ocupados por profesionales. Existe una gran diferencia en el nivel de competencia y a lo mejor la cosa mejoraría corriendo una temporada con ellos, pero eso para los ciclistas argentinos es prácticamente una utopía.

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