Nací en Villa Casana, en La Rioja. Mi padre era criancero; o sea, criaba ganado en una zona muy desértica. Éramos seis hermanos; yo, la menor. Mi madre murió cuando yo nací. Ella hilaba, teñía la lana de sus ovejas, hacía mantas, jergones, peleros, alforjas. Teñía con tintes naturales. De la jarilla sacaban el amarillo, por ejemplo.
Se vivía muy provincianamente. Hablo de cántaros de barro, de botijos de arcilla, de casonas de adobe ancho. Se amasaba el pan; se usaba el quillo (una plantita cuyo fruto es amarillo para sacar las manchas y lavar). Se le daba utilidades a las plantas. La jarilla se usa para el reumatismo y para barrer el horno y dejarle ese olorcito tan particular.
Luego de la muerte de mi mamá mi papá quedó con 6 hijos. De tal manera, un tío que vivía en Mendoza se hizo cargo de mí cuando yo tenía dos años y medio. Entonces en noviembre de 1937 me trajeron a Mendoza, a la casa donde vivo actualmente. Yo crecí junto con esta casa donde estamos charlando."
La señora Rosa Pereyra construye su obra en silencio, pacientemente alejada de los círculos del exhibicionismo literario. Edifica su poesía desde el dulce retiro de su hogar, y es una persona de modales mesurados, cuidadosa con la palabra.
Advertimos en su trato las viejas maneras, la formalidad no exenta de calidez y, por sobre todo, el respeto hacia el interlocutor. Nos recibe amablemente en su casa de Villa Nueva. Galería cerrada con mamparas de vidrios, muebles antiguos que nos susurran viejas historias provincianas. La casa huele a paz, a quietud, a siestas tranquilas, a remansos y ensueños de tiempos que se fueron; a poesía elegante y letra cuidada. Las cosas se parecen a sus dueños.
-¿Cómo fue su infancia en esta casa?
-Muy feliz. Fui una niña muy querida. Me adoptaron con mucho cariño. Yo era la "negrita"; me gustaba recitar, aprender los cantos de las rondas infantiles. Todo ese ritmo va quedando en nuestros oídos y es como una semilla en una tierra fértil.
-¿Le gustaba leer?
-Aprendí a leer siguiendo con el dedo los renglones en el diario Los Andes. En el barrio estaba la biblioteca Almafuerte y la señora bibliotecaria, la señora Ramponi, cuñada del poeta, nos seleccionaba libros para los chicos; eso nos ayudó mucho. La recuerdo con mucha gratitud.
-¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?
-Una colección de cuentos ilustrados, fábulas, no todas clásicas- aclara-; era una colección española. Cuentos maravillosos, poblados de hadas, duendes, llenos de fantasía.
-¿Cómo era la vida en la zona por aquellos tiempos?
-Estábamos rodeados de viñas. La calle era un patio de juegos. A la tarde, todos los chicos jugábamos hasta que nos llamaban las madres. Le digo mi madre a la que en realidad era mi tía, pues la mía, como le dije, había fallecido. Hablamos del año 40 aproximadamente. Jugábamos a un juego que le llamábamos "el teatro". En una casa que habían comenzado a construir y que sólo tenía cimientos, improvisábamos obras de teatro. Había una especie de competencia entre las escuelas Almafuerte y Vélez Sársfield.
-¿Y sus estudios secundarios?
-Mi escuela secundaria la hice en el Liceo Nacional de Señoritas, frente a la Plaza Independencia. Allí cursé los cinco años de bachillerato y entré en Filosofía y Letras de la UNC, pero no me adapté. No tenía los libros; tuve inconvenientes de tipo económico para continuar con los estudios. Nunca me llevé bien con la gramática estructural de Ferdinand de Saussere- sonríe con un poco de vergüenza- Recuerdo que me preguntaron el modo subjuntivo. Me pasó lo mismo que al chico de la poesía "El aplazado" de Fernández Moreno. Me fui a llorar a la orilla del canal Cacique Guaymallén. Luego de ese examen fallido tomé la decisión de estudiar magisterio, dos años más en el Normal. Así fue que me recibí y fue mi profesión toda la vida. Aprendí a amar mi profesión; no la elegí por vocación pero aprendí a amarla con el tiempo.
-¿Dónde fue su primer trabajo como maestra?
-Mi primer trabajo fue en El Vergel, Lavalle, en la escuela "Simón Chávez". Los chicos eran buenísimos, dóciles, cariñosos.
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Consejos para amasar el pan
En el árbol oscuro de la vieja batea
mida platos de nieves de trigales lejanos;
sume la levadura, la grasa y la salmuera
y en corona, domine tres reinos con sus manos.
Mezcle todo y amase.
Y luego amase, amase. Después amase, amase.
Añada algunas gotas saladas de su rostro,
llanto o sudor, no importa.
Tal hicieron su madre, sus tías, sus abuelas.
El pan es más sabroso si algo humano se agrega.
Corte en trozos parejos. Vaya formando panes.
Con los pupos conforme palomitas pequeñas
Para todos los hijos: el chiquito mimado,
la que estudia en la escuela y el que trajo la leña.
Deje leudar sus panes tapados con tibieza
y al hacerle dos cortes seguros, délos vuelta.
Caldee el horno a punto, tápele la tronera.
Bárrale con jarillas todo tizón que humea y ponga el pan
leudado como quien pone un hijo en la matriz abierta.
Espere. Espere. Espere. Es amor la paciencia.
Cuando el momento llegue sáquelo
si ha trocado en oro su corteza.
Tal hicieron su madre, sus tías, sus abuelas
incensando la mesa, bendiciendo la vida
con el olor sagrado del pan sobre la mesa.
De: "Voces del Cuyum" (Antología de SADE)
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-Cuéntenos un poco más de sus lecturas.
-Volviendo a las lecturas: una compañera del secundario, Luisa Leyser, tenía una hermosa biblioteca y nos prestaba los libros. Yo he leído "Juan Cristóbal" de Romain Rolland (10 tomos)- lo dice con algo de orgullo- a veces me escondía debajo de las frazadas con una linternita para leer porque a mi tío no le gustaba que nos quedáramos despiertos hasta tarde.
-¿Qué libros recuerda de aquella época?
-Archibald Cronin ("Los Verdes Años", "Las Estrellas Miran Hacia Abajo", "Historias de un Maletín Negro"), Dumas, Verne. Uno iba formando una base que no sabía que la estaba formando. No leíamos poesía.
-¿Cómo se introdujo a la lectura de la poesía?
-En cuarto año del Liceo, una profesora de Literatura y Castellano nos hizo conocer a los autores españoles, al teatro español y al romancero español. Cuando nos introdujo en el romancero para mí fue una locura. Se me abrió un mundo nuevo y tomé el ritmo del poema que es el octosílabo. Recuerdo el "Romance del Amor Más Poderoso que la Muerte". Es anónimo, del siglo XVI, me puso en contacto esta profesora con la señora Agüero de Calandria, que daba un curso de lectura española y declamación. Allí entré a conocer autores: Arrieta, Bufano, Fernández Moreno, Marechal, Belisario Roldán. Luego vimos los españoles: Alberti, García Lorca, los Machado.
-¿Hubo alguno en especial que haya influido en usted?
-Gerardo Diego me enseñó el soneto. Me enamoré del soneto a través de él. Por muchos años escribí soneto. ¡Es una forma tan bella! Con un soneto gané un concurso en Comodoro Rivadavia. Un premio muy importante. Ahí le reconozco en la forma la influencia de Gerardo Diego y de Machado (Antonio) en la idea. ¡Mire qué manera de describir un árbol! -Evoca entusiasmada- "Enhiesto surtidor de sombra y sueños/ que acongojas el cielo con tu lanza…" Recuerdo también a Héctor David Gatica, mi maestro y propulsor, un riojano que me ha llevado a escribir sobre nuestro pueblo. Deseo agregar que otra influencia poderosa en mi inclinación a la literatura proviene de mi familia materna. Los Fernández, todos de una manera u otra, han tenido alguna inclinación artística y unas ansias de conocimiento poco comunes, lamentablemente no satisfechas por imponderables económicos. Un tío me decía: "A mí me hubiera encantado escribir, pero sólo llegué hasta cuarto grado. Por eso vos vas a escribir por mí. Por eso, escribí, escribí". Es por eso que siento que los llevo dentro de mí y para mí; la poesía no sólo es un placer sino una responsabilidad.
-¿Cómo era la actividad literaria por aquellos tiempos?
-En el sesenta, junto con un grupo de compañeros escritores, decidimos agruparnos y fuimos invitados a reuniones literarias que luego se transformaban en sesiones de adoctrinamiento del Partido Comunista. Como eso no nos gustó, junto a Alberto López, Mónica Oliva Serpez, Ernesto Panero, Amor Pablo Giménez, Estela Arnoriaga y otros fundamos el Grupo Literario "Icthios", de tendencia católica, en el cual participaban poetas, narradores, músicos.
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Rostro
Antes de palpitar, átomo inconsistente,
en este giro de astros temulentos y grávidos,
¿conocí yo tu Rostro…?
Dentro de mis más íntimos saberes,
en la cárcava fría de los genes pretéritos,
antes de la semilla, de la flor y del árbol,
de la escama, la pluma y el pelambre,
del nadar y el reptar, o de la heroica bípeda postura,
¿conocí yo tu Rostro…?
No sé, pero lo llevo, memoria de milenios.
Titila en cada estrella. Me envuelve en los azules.
Me anonada en los montes y el océano.
Me mira desde las margaritas, los trigos y los robles.
Me sigue, infatigable, en el velar y el sueño.
Es búsqueda perpetua, acicate de fuego
Sí, yo conocí tu Rostro.
Me lo muestra el espejo y en mí ese Rostro veo.
Voy a Ti.
Vuelo a Ti.
Soy flecha en el vacío desde el arco de Ti
Tú eres mi diana.
Claro Rostro de Dios, que está aguardándome.
(Poema Inédito)
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-¿Qué opina de las corrientes modernas?
-Son ríos en los que no pesco. Me gusta la evolución, sin embargo. El arte es cíclico. Hoy mucha gente escribe de manera caótica. Luego, estoy segura, van a volver las formas tradicionales. Lo que pasa es que la corriente moderna es menos musical. No entiendo muy bien lo que busca, es como un grito. Pienso que es una generación que está fundando una nueva ética, una nueva valoración del otro, de sí mismo, incluso. Entonces no ven con claridad, por eso no escriben muy claro. Les falta lo que tienen los buenos vinos: estacionamiento; aún están en plena maduración; son mostos. Mucha gente desea expresarse sin tener el plafón adecuado. El tiempo es como un cedazo. La mayor parte de lo que se escribe ahora mañana no va a existir.
-De lo actual ¿qué va a perdurar?
-Difícil. Hay muchos autores actuales que escriben por vanidad. Tomemos un ejemplo, y aquí, con su permiso, voy a pecar de irreverente. En muchos casos no entiendo muy bien lo que quiere decir Benedetti, incluso los últimos poemas de Gelman, sin ir más lejos. Lo que pasa es que hay autores de mérito que luego se convierten en marcas registradas. Todo lo que hacen la gente lo toma como perfecto, y muchas veces no es así.
-Le propongo un juego: yo pregunto y usted responde conciso.
-Juguemos.
-¿Borges? (el poeta)
-Muy bueno, pero es tan fuerte su intelecto que tapa el sentimiento.
-¿Alfonsina?
-Mujer avanzada para su época, supo transformar su desdicha en poesía.
-¿Bufano?
-Un arpa eólica que suena como poesía con el mínimo roce del viento.
-¿Baldomero Fernández Moreno?
-Alguien que canta a la sencillez pero con toda la lírica posible.
-¿Evaristo Carriego?
-Un intérprete de su ambiente y de su tiempo.
-¿Almafuerte?
-Un poeta dogmático con visiones heroicas y doctrinales. En esta época está fuera de contexto, es muy melodramático.
-¿Whitman?
-Una poesía viva, enérgica, optimista, que representa en mucho a su país. Porque para el norteamericano no hay cosa que no se pueda, y Whitman es así, terminante.
-¿Poe? (el poeta)
-Leí "El Cuervo". Es el sumum del dolor, de la amargura, de lo irremediable, expresado con mucha fuerza poética.
-¿Cómo ve el panorama actual de la poesía en Mendoza?
-Me pasa con ese tema como al viejo que ve la lluvia desde la ventana; la ve, pero no sabe si es fría, si va a durar. En fin, la veo desde una posición pasiva. Hay mucha gente con ganas de escribir, de escuchar, lamentablemente, con más ganas de que la escuchen. Hay actividad, hay grupos literarios y eso es bueno. Considero que hay un recambio generacional y hay gente a la cual hay que esperar. Deberíamos dejar de lado un poquito los egos y escuchar más al otro.
-Hábleme un poco de su obra.
-Mi obra es como el vino del contratista: se hace en la casa y se participa con ella a los amigos. Tiene muy poca difusión pero es hecha con mucha pasión. Yo tengo dos vertientes para escribir: la lírica pura, que es expresión de sentimientos personales, y la poesía localista, que es la relacionada con mi pueblo, mi gente. En esta última es evidente el desarraigo, el amor por lo que se ha dejado atrás; la nostalgia, la visión madura que da la vida. En cuanto al cuento, tiene una raíz más joven, más nueva en mí, y también tiene las dos vertientes: la localista, por lo general de tipo festivo y costumbrista y la otra es la anecdótica, cotidiana, que tiene su origen en los talleres.
-¿Algo que la vida le haya enseñado?
-A aceptarla tal como es.
-¿Es feliz?
-Sí, ahora sí, porque esa misma aceptación me ha dado paz y felicidad.