En nuestro país hay quienes proponen ignorar las fiebres que nos aquejan, quieren romper el termómetro. Ignorar la enfermedad es mejor que intentar curarla para ciertas mentalidades primitivas. Así es como se destruyó el Indec para esconder la inflación, el estancamiento o el crecimiento de la pobreza y la indigencia.
Ahora, ante la medida adoptada por el Ministerio de Educación de la Nación, de tomar una evaluación de los conocimientos de los alumnos, desde cierta dirigencia sindical, que ha contribuido a la decadencia de la educación pública, se incitó a padres y alumnos a negarse a ser evaluados. A la dirigencia sindical se sumó el ex ministro de Educación del gobierno de Cristina Fernández que llegó a decir que la educación está en crisis desde 1810. Por supuesto que este imbécil teme que la evaluación confirme que la educación ha decaído notoriamente en estos doce años de gobierno K, sin desconocer que el problema ya se percibía hace algunos lustros.
Lo cierto es que hasta hace doce años la Argentina ocupaba el primer lugar en la región en Educación y hoy nos superan Chile, Colombia, Uruguay, Cuba y Perú.
Países con sistemas económicos sociales distintos como Brasil, Cuba, Colombia o Ecuador, toman exámenes de evaluación final al concluir el ciclo medio.
No es un problema exclusivo de recursos. EEUU ha incrementado notoriamente los fondos a las escuelas públicas en las últimas dos décadas y sin embargo los resultados no son buenos. Es que la burocracia, las presiones sindicales y la falta de formación de los docentes han malogrado los esfuerzos presupuestarios.
En Francia, con casi ochenta millones de habitantes, tienen setenta institutos de formación docente. En nuestro país, con poco más de la mitad de habitantes, sólo en la provincia de Buenos Aires hay más de mil institutos de formación docente. ¿Es posible asegurar la calidad de esa cantidad de institutos?
No se trata sólo de cantidad de días de clase o de horas en las escuelas. Finlandia tiene educación de excelencia con pocas horas de clase. Se trata de contar con maestros con vocación y bien capacitados. Por supuesto que para tener buenos maestros debe encararse la cuestión salarial, pero debe estar vinculada a una buena formación, como se hizo en el Ecuador, donde todos los docentes fueron evaluados y ahora se exige las más altas calificaciones en los ingresos para formarse como docente.
Para obtener los recursos no queda otra que terminar con la industria del ausentismo y las suplencias y la burocracia educativa, que se llevan grandes tajadas del presupuesto y es lo que pretenden preservar los impresentables dirigentes sindicales de la Educación, que logran que todos los años decenas de miles de chicos pasen del sistema estatal a la educación privada.
Ahora bien, si la educación no es tomada en serio por los padres y por la política, no hay salida. Hay la percepción de que la educación es hoy un tema de tecnócratas y sindicalistas cuando debería ser la cuestión educativa el gran tema de la política nacional.
Este país logró salir del atraso y convertirse en un país moderno y con dinamismo social gracias a Sarmiento y a Roca, que hicieron de la educación la clave de sus políticas, pensadas para el largo plazo y no para el rédito inmediato. La ley 1420, promovida por Roca en su primera presidencia, de enseñanza primaria obligatoria, gratuita y laica, posibilitó concluir con el analfabetismo en tres décadas a pesar de que los inmigrantes tampoco estaban alfabetizados. Cuarenta años después la Argentina tenía la mejor tasa de alfabetización de América y superaba a casi todos los países europeos.
Hoy sólo la mitad de los que ingresan al secundario lo terminan, y la mitad de los que egresan no saben interpretar un texto o no entienden las matemáticas. En el Norte esa cifra llega al 80%. Por algo impera el feudalismo y el atraso.
Ésa es la herencia K, tan terrible como la del saqueo.