Hacer sopa de letras, ver televisión, ayudar a poner y levantar la mesa, tender la cama y preparar cada día su desayuno en el microondas son algunas de las tareas habituales que realiza Romelia Bielli, una vecina de San Rafael que el 6 de marzo cumplió 100 años.
Descendiente de una de las familias pioneras del departamento, que llegó desde Italia buscando un lugar sin guerras y con mayor futuro para sus hijos, Romelia recuerda cómo era la ciudad hace décadas, cómo le contaron sus padres y abuelos que era el sur mendocino a principios del siglo XX, y hasta recuerda a personalidades como el doctor Teodoro Schestakow o los Matile, entre otros.
Dueña de un humor asombroso, conversa con la frescura de una veinteañera. “Es lindo tener 100 años pero no es fácil”, comentó en el living de la casa donde vive con su sobrina Marta, que es docente jubilada. “Ya no tengo ni papá ni mamá, ellos vinieron de Italia. Lo que sé es que cuando ellos llegaron San Rafael era feo y ahora la ciudad es una ciudad turística hermosa.
Cuentan que para hacer la iglesia traían la tierra con un tractor”, relató en referencia a la iglesia de Lourdes, que se llamó en un principio San Ambrosio y está ubicada en donde era la Colonia Italiana.
La tercera de cinco hermanos (cuatro mujeres y un varón), es la única que sobrevive de la familia. “Hay una bóveda familiar para seis y el único que queda libre es el lugarcito mío”, contó entre risas. Es que a pesar de los años Romelia está muy bien, cuidada y atendida tanto por sus sobrinos como por los médicos que la ven periódicamente.
La centenaria mujer fue a la escuela 25 de Mayo y vivió mucho tiempo en una finca en Cuadro Nacional. Trabajó durante 17 años en Tiendas Galver, en la atención al público: “Iba a hacer compras a Buenos Aires y de esa época tengo dos compañeras que es como si fueran mis hermanas, que tienen poca diferencia conmigo y me dicen ‘Che, yo no quiero cumplir más años ni me quiero morir tampoco’”.
La charla transcurrió en forma amena con Romelia compartiendo sus recuerdos de gente memorable del departamento. “Conocí al doctor Teodoro Schestakow; era muy bueno, sabía lo que hacía. Acá no había nada, había que cruzar el río a caballo, y él iba a atender a la gente así, volvía, hacía los remedios y otra vez de regreso para llevarles los medicamentos a los pacientes”.
Y agregó: “Un día estaba atendiendo a una clienta y pasó el doctor por la tienda cuando vio a una señora con un bebé moviéndolo -hace la mímica de mecer-. Él agarró y la movió a ella, entonces le preguntó: ‘¿le gusta que le haga así?’ La mujer dijo que no, así que Schestakow le dijo: ‘Igual no le gusta al bebé’”.
Entre sus recuerdos está también la familia Matile, y gente que hizo mucho por San Rafael como Rodolfo Iselín. “Ahora es un nombre en los colectivos, en una calle, pero Iselín hizo mucho para que este lugar creciera”.
Ante la pregunta de por qué nunca se casó, Romelia -entre risas- contestó con su habitual humor: “Nadie me quiso, tuve pretendientes pero tal vez sería muy pretenciosa. Quizás he vivido muchos años porque nadie me hizo rabiar, ni un esposo ni hijos”. Y agregó: “Mi hermana Chicha y yo quedamos solteras.
“Salía a fiestas, íbamos a los carnavales con mis compañeras de la tienda. Viajábamos a todos lados, a Córdoba por ejemplo, he viajado mucho así que si me quiere llevar ahora yo ya estoy lista”, bromeó. La amistad con Violeta y Rosa Bertani perdura en el tiempo y siempre se visitan.
“A mis amigas las quiero como si fueran mis hermanas, son amorosas, vinieron el día de mi cumpleaños -el viernes 6-. Siempre vienen, no se olvidan nunca de mi cumpleaños”.
Ahora su vida transcurre en la tranquilidad del hogar, disfruta ver la televisión y que su familia se reúna. Como cuando viaja a San Rafael desde San Martín su sobrino Pochi y se juntan todos, con los sobrinos nietos y los siete sobrinos bisnietos.
A sus 100 años, la pregunta inevitable fue: ¿cómo hizo para llegar a esta edad tan linda? Y como en todo momento, respondió con una ocurrencia: “Tengo que haber sido bastante floja, aunque me gustaba bailar”.
La despedida es una invitación de Romelia a compartir con ella su cumpleaños número 102, y aunque Marta -su sobrina- le recordó que se estaba “saltando” un año, ella entre risas afirmó: “Recuerde, la espero a mis 102 años”.