En una industria tocada por el feminismo (el #MeToo, claro), Alfonso Cuarón ha lanzado una película alusiva. Fueron 14 años filmando en Hollywood, hasta que decidió volver un día a México, su patria, para contar una de esas historias que nadie cuenta, o que al menos nadie cuenta con este nivel de producción y alcance. Pues sí: la produjo Netflix y está allí desde el viernes, aunque también en pocas salas, como el Cine Universidad (una de las cuatro en el país), con funciones hoy a las 20.30, el martes y el miércoles a las 20.
En efecto, en "Roma", una de las películas que miran más fijamente a los Oscar, ha querido contar una porción de la vida de su nana de la infancia, Libo, a quien se la dedica. La historia, digamos, es entonces de una mujer pobre y de origen mixteco, a quien vemos servir las 24 horas a una familia de clase media-alta (la familia de Cuarón, asumimos) y que se las sufre todas. No sabemos si esta película corresponde a un deseo nostálgico, a la redención de sus recuerdos de niño pudiente o simplemente a un gesto oportunista. Lo cierto es que solo recibe buenas críticas e incluso fans.
El drama medular es la tortuosa experiencia de maternidad de la nana, una deslumbrante Yalitza Aparicio (quien no es actriz de oficio, remarquemos). Mientras se va desarrollando esta punta narrativa, abrimos un ojo en blanco y negro a su cotidianidad (su relación con cada uno de los integrantes de la familia, con su compañera, con el padre de la criatura, con la tensión social circundante, asfixiante).
Para contar todo esto, Cuarón elige tiempos lentos y secuencias largas. En ese ritmo, los aislados momentos de tensión (un brindis interrumpido, un incendio casi onírico, un temblor en un hospital) van dotando al relato de una atmósfera de tragedia, que por supuesto sucede. A ese "clímax" algunos le reprocharán lo explícito, otros su falta de tacto cinematográfico.
"Roma" (es el nombre del barrio donde vive la familia) es algo así: una película que pretende transmitir un recuerdo de la infancia más que una fotografía de época (principios de los '70 en México). Así, Cuarón da una película amoralizante: no desentraña el contexto histórico, no toma partido de la situación de desigualdad étnica que se vive en todo momento. Puede mostrar, incluso, lo mucho que pueden quererse opresores y oprimidos.
Cuarón quiere mostrar, en esa evocación llena de sutilezas y tangentes, tantas capas de lo cotidiano que deja cosas difusas y otras a medio decir. Esa intención ha llevado a que algunos calificaran su intención de realista e incluso hiperrealista, aunque su desmesurada búsqueda por estilizar la realidad con imágenes preciosas y simbologías nos permiten poner en duda ese argumento. Porque sí: "Roma" es una película para verla en el cine, por su fotografía y diseño de producción. Vale la pena salir de casa para la aventura.