Pocos lo conocían en el Mundial, pero Marcos Rojo se ganó un lugar para convertirse en pieza clave de la defensa argentina y el martes hasta se dio el gusto de abrir la goleada contra Paraguay.
Con 25 años y jugador del mítico Manchester United, tiene 37 presencias en la albiceleste y ha marcado dos goles, el del martes y uno en la Copa del Mundo que sirvió para derrotar 3 a 2 a Nigeria en la primera fase.
Marcador central que se convirtió en lateral izquierdo, debutó a los 18 años con Estudiantes y creció futbolísticamente bajo el ala del entrenador Alejandro Sabella, quien lo llevó a la selección en febrero de 2011 para un amistoso contra Portugal.
Para ese entonces, ya se había coronado campeón de Argentina y de la Copa Libertadores con el equipo platense y había sido transferido en 2011 al Spartak de Moscú.
Su paso por Rusia fue corto, ya que apenas jugó ocho partidos antes de saltar en 2012 al Sporting de Lisboa, donde estuvo dos temporadas completas y que le sirvió de vidriera en Europa y para asegurarse un lugar entre los 23 que eligió Sabella para la gesta mundialista en Brasil.
Hasta allí se trataba de una carrera buena y sin grandes luces. Pero la Copa del Mundo lo cambió todo y de la noche a la mañana Marcos Rojo se transformó en uno de los defensores más buscados en un mundo donde no sobran los buenos laterales izquierdos.
Dijo presente desde el vamos, en el debut ante Bosnia (2-1) en el mismísimo Maracaná de Rio de Janeiro, una aparición en ataque el minuto 3 para cabecear un centro que terminó en gol en contra de Sead Kolasinac y, sobre todo, con una insólita rabona para rechazar en un cierre dentro del área en el segundo tiempo.
Luego, se afianzó como titular y terminó siendo de los mejor de una defensa que recibió apenas cuatro goles en siete partidos.
Fuerte en el juego aéreo en las dos áreas, Rojo sabe mostrarse como salida con sorpresivas proyecciones. A la vuelta del Mundial, Rojo se mudó de Lisboa a Manchester, a cambio de 20 millones de euros. El defensor no se olvida de sus orígenes humildes y hace pocos días tuvo un gran gesto.
Al llegar al país para sumarse al equipo de Martino, se tomó el tiempo de visitar a su club de la infancia, Las Malvinas, al que lo llevaron sus padres cuando tenía cuatro años y donde dio sus primeros pasos en el fútbol, y al que le donó una importante suma para que se realicen obras, además de jugar un amistoso con amigos y familiares.
“Después de la final pensaba que no había motivación para seguir, que nada volvería a ser igual. Pero uno sale adelante. Y para esta Copa estamos mentalizados, la vamos a tomar con la mayor seriedad del mundo. Esperamos festejar, lo merecemos todos”, afirma.
La final empezó en los escritorios
Los partidos importantes siempre empiezan a jugarse antes del pitazo inicial. Mucho antes. Y, por lo general, esa antesala se lleva a cabo en los escritorios. La final de la Copa no es la excepción. Mientras la Conmebol comienza a definir al árbitro del encuentro, las presiones de los seleccionados también forman parte del escenario.
Mucho se cuestionó durante el certamen la elección de los referís. “Favorecen a Chile”, fue la crítica que predominó. Sin embargo, los dirigentes de la Roja no se dieron por aludidos en las acusaciones y pretenden imponer un “árbitro localista” para el cruce ante el equipo de Messi, según contó una fuente cercana al comité de árbitros. El nombre por el que apuestan es el ecuatoriano Carlos Vera.
Sin embargo, si la decisión fuese “normal -aseguró la misma persona- (si existe algo normal en todo esto)”, lo lógico sería que la elección tuviese como pilares el rendimiento y la experiencia.
“Todavía no hay nada”, confesó un miembro del comité.