Rodríguez Peña, un pueblo trabajador que crece junto a la ruta 61

A unos 15 kilómetros de la ciudad departamental se ubica este poblado, fundado junto a una antigua estación ferroviaria.

Rodríguez Peña, un pueblo trabajador que crece junto a la ruta 61
Rodríguez Peña, un pueblo trabajador que crece junto a la ruta 61

El pueblo de Rodríguez Peña no tiene una fecha de fundación precisa, por lo que sus vecinos suelen juntarse para algunas fiestas, pero no para celebrar algo así como el nacimiento de la localidad, que está a unos 15 kilómetros al oeste de la ciudad de Junín.

Sí, en cambio, recuerda la gente que hubo allí un viejo cuadro de estación de trenes que ya no existe pero que en su momento le dio nombre a todo el lugar y también prosperidad durante mucho tiempo.

Rodríguez Peña es una sucesión de casas bajas y pequeñas plantaciones que corren a lo largo de cinco kilómetros junto al carril Nuevo (ruta 61), que viene a ser como la columna vertebral de un pueblo, que limita al norte con Los Barriales y al sur con Medrano.
 
Hay además, cuatro barrios jóvenes y algún loteo en marcha, lo que habla de la prosperidad del lugar durante la última década, a pesar de alguna manga de piedra que se llevó toda una cosecha hace pocos años. Oscar Alberto López, conocido escritor local, resume a Rodríguez Peña como "un pueblo donde habita el trabajo, el esfuerzo, la confianza y la sencillez".

Junto a esa ruta 61 en donde parece estar todo Rodríguez Peña, también está la escuela primaria de mismo nombre con sus 320 alumnos en un establecimiento que ya quedó chico y al que, como dice la maestra Isabel Corazza, "le hace falta una sala de jardín inicial y por lo menos dos nuevas aulas".
 
La gente recuerda que alguna vez hubo otra escuela, la de la calle La Legua pero cuentan que se la llevó el terremoto del 77 y que el gobierno nunca la reconstruyó.

Después está la sala de primeros auxilios; el destacamento policial, que abre de día pero cierra de noche y un registro civil por el que ha pasado todo  el mundo, incluida mucha gente de localidades vecinas.
 
Todo eso forma el centro cívico, levantado en terrenos que alguna vez donó don Roger Michel, un vecino muy recordado que hoy tiene su nombre en un barrio y cuyo apellido figura junto al de familias importantes como Salvarredi, Leboeuf, Croizier; Torti, Leanza o Dacrema.

El pueblo también tiene el jardín maternal 'Dulces sonrisas', que fue un proyecto de Laura Leboeuf, reina departamental de la Vendimia 2001: lo diseñó en aquellos años y hoy y atiende a unos 50 niños de los más pequeños, mientras sus papás salen a trabajar; hay una plaza con playón deportivo y los niños pequeños, como Sofía (10), piden más seguridad "para poder jugar hasta tarde, sin que nadie moleste"; luego está la capilla Cristo Redentor, que todos los 8 de diciembre reúne a una multitud de fieles en la procesión de la Virgen y el club social, que aunque precisa de ampliación y de nuevos baños, mantiene su cantina generosa, sus mesas de cartas y su cancha de bochas; cerquita, el centro de jubilados estrenó residencia hace solo algunos meses y su presidente, Carlos Godoy (90), está feliz porque "hace veinte y pico de años que estábamos detrás de nuestro saloncito".

Allí, se juntan más de cien jubilados, que son uno de los motores del pueblo. Godoy fue boxeador en su juventud y recuerda a un pueblo en el que no había luz, agua, ni asfalto, servicios que fueron llegando de a poco y con esfuerzo. Habitan Rodríguez Peña unas 3.000 personas, que viven más que nada de la agricultura que son la viña, los olivos y los frutales, aunque también de un pequeño comercio que crece repartido entre las casas.

Una postal de la zona la forman los obreros de campo junto a la ruta, yendo y viniendo del trabajo al refugio de las casas y otra más, lo hacen el canto de los grillos en el fresco de la noche o el brillo de las luciérnagas que salpican la oscuridad del campo, "aunque ya no se ven tantas como antes", dice doña Rosa.

Según los vecinos, las primeras familias se radicaron en Rodríguez Peña a fines del siglo XIX. "Era gente que tuvo grandes cultivos, lo que generó trabajo y la llegada de más familias", cuenta Sebastián Salinas: "Pero luego, la mayor parte de esas propiedades fueron fraccionadas o vendidas y hoy lo que más se ve son pequeñas fincas y viñedos de cinco o seis hectáreas". De todos modos, se mantienen algunas grandes firmas como la de Emilio Brandi, cuya bodega está en el inicio del pueblo, cerca del límite con Medrano y sus grandes viñedos acompañan por los fondos, a las casas y a la ruta.

La gente pide por un mejor servicio de colectivos, esencial en el lugar y único medio para muchos de los que van a trabajar o a estudiar y cuyas frecuencias son escasas y están mal sincronizadas con los micros que llevan a otras partes.

También piden por una nueva perforación de agua, que mejore la presión escasa que tienen muchas de las casas. Lo otro son las cloacas, hoy solo presentes en el barrio San Cayetano, en la escuela y en la sala de primeros auxilios.

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