Rodrigo de la Serna busca en su cabeza la frase exacta: “Era demasiada literatura para un solo cuerpo”, recuerda que le dijo Pompeyo Audivert cuando le propuso transfigurar en su máquina “El farmer”, la novela de Andrés Rivera que este año cumple exactamente veinte años y que ficciona la psicología caleidoscópica de un Juan Manuel de Rosas olvidado y decrépito, ya exiliado en Inglaterra.
¿Y en qué devino esta aventura pompeyana? En la obra homónima que esta noche subirá al Teatro Independencia (y el lunes también), en donde estos dos actores de primera fila dan su versión de ese prócer maldecido por la historia mitrista. Pero la anécdota de ese encuentro la termina de contar el propio De la Serna: “Fue una casualidad increíble. Me habían regalado para mi cumpleaños ‘El farmer’ y lo leí en una noche.
Me cautivó la literatura de Rivera, de quien ya había leído ‘La revolución es un sueño eterno’, pero algo especial sucedió con este objeto-libro-monumento. Y dio la casualidad de que a la semana me encuentro con Pompeyo en un boliche, saliendo cada uno de sus respectivas funciones teatrales por calle Corrientes. Es un tipo que yo admiro y respeto de toda la vida, y me contó que estaba preparando un material para hacerlo en el teatro”.
- Que vos acababas de leer.
-“No te puedo creer, lo acabo de leer hace una semana”, le dije, pero me comentó que era demasiada literatura para un solo cuerpo. Se quedó mirándome, y quedó la idea de separar en dos Rosas. A la semana me llamó para empezar a trabajar juntos.
Y esa “herida bautismal y clandestina que nunca cicatriza” (que es como ellos mismos dicen al momento de presentarla) es la pared sobre la que se dispuso este retrato. Un retrato complejo, si los hay.
Es que en "El farmer" escindieron a Rosas en dos planos, pero dos planos más metafísicos que carnales. Por un lado, imagínese a Audivert: Rosas está en los últimos años de su larga vida y se siente traicionado (lleva 25 años de exilio en el cuerpo), con el honor vaciado y el pulso temblequeante; del otro, De la Serna, que pone cuerpo tanto al Rosas vigoroso del mito como también a esas evocaciones, retazos y miserias que deambulan por la memoria crepuscular de un anciano.
Esta obra, que estrenaron en el Teatro San Martín el año pasado y que volvió a la cartalera en el Centro Cultural San Martín de Buenos Aires, está girando por el interior del país.
-¿Habían tenido oportunidad de trabajar juntos?
-Nos habíamos cruzado en televisión una que otra vez. Para mí es un orgullo inmenso estar metido en el material infinito que propone “El farmer”, y tener el honor de colaborar con quien es, a mi criterio, uno de los teóricos más grandes del teatro de las últimas décadas.
-Y a la hora de adaptar el texto, ¿trabajaron exclusivamente con la novela o buscaron otras fuentes más?
-Nos ceñimos mucho a la novela, y lo más difícil fue resignar algunos párrafos y pasajes muy valiosos pero que no hacían a la operación teatral que intentábamos manifestar con Pompeyo. De hecho, hay algunos pequeños agregados y referencias, y una escena que agregamos con él que no está en la novela.
-¿Cuál es?
-La escena del “soñador soñado”, un momento donde se desata lo metafísico de la obra.
-Algo un poco borgeano...
-Sí, una parábola un poco borgeana, que dimensiona muy bien lo que está pasando: Cuando él de niño se fuga de su casa, se mete tierra adentro, se pierde y llora; esa noche sueña con su destino final, que es ese anciano que se está muriendo. A la vez, el Rosas anciano, en el ultimo instante de su vida, está soñando con ese niño que alguna vez se fugó: ya no se sabe bien qué es el tiempo, quién soñó a quién.
Pero De la Serna, que acaba de pisar su cuarta década de vida, tiene experiencia en esto de caracterizar personajes históricos. Muchos recordarán su San Martín (“San Martín: El cruce de los Andes”, de Leandro Ipiña), e incluso tuvo oportunidad de interpretar al mismo Jorge Bergoglio.
-Te noto un apasionado de la historia, ¿es así?
-Sí, sí, sí (lo remarca). La historia argentina es apasionante, me interesó desde niño. Es una mitología vastísima y voluptuosa: Imaginemos a López de Osornio, la madre de Rosas, amamantándolo a él y a Lavalle al mismo tiempo. Si eso no es mitológico...
-Y en este caso, con un personaje tan controvertido, ¿toma una postura la obra?
-No, para nada. El mismo Rivera es marxista y lo fustiga duramente en su novela. Sin embargo, es un autor muy sensible e inteligente. No pudo evitar ver la grandeza que también tenía.
-Las reacciones en el público deben ser de lo más diversas.
-Lo que pasa es muy interesante, porque él es una figura muy convocante para todos los argentinos. Es de alguna manera ese prócer maldito, ese prócer de sangre, ese prócer que fue negado en la historia y que de alguna manera sigue operando soslayadamente en las decisiones políticas en la actualidad: sigue estando en la coyuntura de una manera solapada y clandestina. Inclusive, esta obra lo que hace es indagar mucho en la identidad argentina nuestra.
-¿De qué forma?
-Lo que sucede es que los que son fanáticos de Rosas, cuando hay momentos de exaltación de la figura, como que se sienten con el pecho inflado, pero también ven que era bastante jodido: empiezan a cuestionarse esa parte más violenta que tenía, y que es importante que sea cuestionada, sobre todo por los que nos sentimos más identificados con su figura.
-Y también debe pasar al revés...
-Los críticos acérrimos, cuando llegan sus momentos, se les infla el pecho, pero cuando empieza a hablar de la nobleza de este tipo, que murió en la pobreza más absoluta y sin nada que le corresponda, que San Martín le lega su sable por su accionar en la Vuelta de Obligado, que defendió la soberanía nacional como nunca nadie más va a poder, que impuso orden en un caos... ahí los detractores empiezan a parar la oreja y a mirar un poco esto. Es interesante este ejercicio, y más en una sociedad tan fragmentada, tan fratricida y esquizofrénica como la nuestra.
-¿Cambió tu postura hacia él después de interpretarlo?
-No, más que nada la ha profundizado. Pero te repito: esto es solo una parte, lo medular es la parte metafísica, un Rosas escindido en dos cuerpos
-¿Crees que hay una necesidad del público de acercarse a la historia?
-Me parece que ésta es una obra que desata resonancias particulares en cada espectador, que los interpela de manera distinta. Pero nadie es ajeno a lo que sucede ahí arriba. Si les resultara ajeno, este país estaría dejando de existir...
- ¿Desfilan otros personajes por la mente del Rosas anciano?
-Absolutamente: aparecen Juan Lavalle, Sarmiento, Manuelita, su hija. Yo soy ese Rosas ominoso, poderoso, mitológico que queda en la historia, pero también soy una especie de proyección onírica de los recuerdos de ese anciano. Cuando empieza a recordar a su hija y a dialogar con ella, yo me transformo en ella.
-Se nota que es una obra compleja.
-Es una puesta muy evocativa, una actuación muy desatada. El público se lleva un gran despliegue actoral: lo que hace Pompeyo con ese anciano es increíble...
-¿Y aparece San Martín en algún momento?
-No, no aparece, aunque fue un personaje importante en su vida: San Martín le lega su sable, y esto hay que remarcarlo. Tenían una relación epistolar importante.
-Después de haber interpretado a ambos, ¿hay algún personaje de nuestra historia que te quede pendiente?
-La verdad que ya sería demasiado (ríe). Me parece que ya está, ¿qué más puedo pedir? Quizás dentro de diez años, pero por ahora ya estoy más que satisfecho: San Martín y Rosas, ya está.
En la pantalla
En paralelo a “El farmer”, De la Serna estrenó “Camino a la paz” y éste “Inseparables”, dos producciones donde dejó en claro su versatilidad y también su energía inagotable. Hasta la semana pasada, “Inseparables” continuaba en cartel como la segunda película argentina más vista (17 mil espectadores, que se sumaron a los ya 36 mil).
“Fue maravilloso lo que pasó con esa película, hace rato que tenía ganas de hacer una comedia, así que me saqué las ganas, y además con un grandísimo actor como lo es Oscar Martínez, a quien admiro”.
-Y hace poco fue premiado en el Festival de Venecia.
-Sí, un premio un exclusivo. Es el primer actor latinoamericano en ganarlo y el segundo iberoamericano. Bien merecido se lo tiene: Se merece todos los premios.
La ficha
"El Farmer", adaptación de la novela de Andrés Rivera
Dirección de Pompeyo Audivert, Rodrigo de la Serna y Andrés Mangone.
Actúan Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna. Música de Claudio Peña.
Fecha y hora: Hoy, a las 21.30 y el lunes, a las 21.
Lugar: Teatro Independencia (Chile y Espejo)
Entrada: $100
Una charla
Mañana, ambos ofrecerán una charla gratuita sobre el proceso creativo en la actividad teatral y su experiencia en la adaptación y puesta en escena de esta pieza. Será a las 18.30, en la Biblioteca Pública General San Martín.