Rodolfo Gabrielli fue el tercer gobernador de Mendoza del tiempo democrático iniciado a fines de 1983. Formó parte del llamado "Equipo de los Mendocinos" que desde el justicialismo gobernó durante doce años consecutivos la provincia.
Su gestión, más allá de aciertos y errores, le sirvió para tomar vuelo propio como gobernante tras asumir como una suerte de "delfín" de su antecesor, José Octavio Bordón. Entregó el mando de la Provincia en diciembre de 1995 a Arturo Lafalla, luego de una muy extensa transición, ya que las elecciones provinciales coincidieron con las presidenciales, que se realizaron en mayo de ese año.
Su incursión en la renacida actividad política de aquella época no era para nada sorpresiva. Había tenido intensa militancia juvenil y cuando Bordón lo llamó para hacerse cargo del Ministerio de Economía, en diciembre de 1987, debió resignar la banca de legislador provincial para la que había sido electo pocos meses antes.
Su desempeño en ese cargo le sirvió de sustentación para su posterior candidatura a gobernador, cargo al que llegó con un triunfo electoral rotundo. Se benefició con el empuje que le dio la gestión local de Bordón y, fundamentalmente, con la bonanza que había creado la Convertibilidad de Menem-Cavallo.
El diálogo con Gabrielli permite apelar a su memoria sobre las vivencias de aquellos años refundacionales de la democracia argentina. Y se produce en momentos en los que "el Rolo", como popularmente siempre se lo identificó políticamente, intenta una reinserción en el plano partidario que genera expectativas electorales entre sus amigos y quienes lo acompañaron en sus tiempos de esplendor.
-¿Cómo lo encontró en lo partidario la apertura democrática del '83?
-Fue de golpe, repentino. En la política veníamos soportando una proscripción muy fuerte por parte de una dictadura feroz, que persiguió a la dirigencia política en general, pero muy especialmente a la justicialista. Pero en muy poco tiempo, después de Malvinas, siendo jóvenes, nos encontramos con que debíamos prepararnos los políticos en general para hacernos cargo de la administración del Estado, en nuestro caso de la Provincia. En poco tiempo pasamos de perseguidos a potenciales administradores de la cosa pública. Todo eso nos obligó a estar más preocupados por salir adelante, por gestionar, que otra cosa.
-¿Qué mensaje dejó la noche de la primera elección?
-La primera sorpresa que tuve como dirigente, junto a quienes formaban parte del justicialismo, fue esa derrota del 30 de octubre de 1983, inolvidable domingo. Creíamos que ganábamos cómodamente, pero ahí la gente demostró que es sabia y vio que los peronistas no estábamos en condiciones de gobernar. Aprendimos que para ganar elecciones había que prepararse, que no se ganaba sólo con un sello y que Perón ya no estaba...
-En el justicialismo, ¿cómo asimilaron el resultado adverso de esa primera elección?
-El secreto fue prepararnos rápidamente para ganar las próximas elecciones en Mendoza. El peronismo comprobó que su oferta no fue la más atractiva. Sin la presencia de Perón, el peronismo tenía que renovarse. Fruto de eso vino lo que se llamó la renovación del justicialismo, tanto en esta provincia como en el país. Fue algo muy importante y nos dio buenos resultados.
Todos tuvimos que acomodarnos a la nueva situación y asumir nuestras responsabilidades. Nosotros debíamos pensar en el recambio. Por eso a la gente joven siempre le he sugerido que se acerque a los partidos. Eso vale también ahora, con el agregado de la importante participación de la mujer en política. Es la única manera de lograr frescura política, nuevas ideas. La participación es un buen ejemplo de aquella época que se debe aplicar ahora y siempre.
-¿Ha servido hasta ahora el sistema democrático a los argentinos?
-Yo creo que hemos avanzado en algunas cosas y hemos retrocedido en otras. Por ejemplo, avanzamos en el funcionamiento de la democracia como tal, lo que permitió superar la grave crisis de 2001 con mecanismos propios de la democracia, justamente. Fue el momento más comprometedor: renunció un presidente, pero a través del Congreso se recompuso la autoridad presidencial.
Sin embargo, también hay realidades lamentables, como la pobreza, que creció con la democracia. Eso es grave, es un fracaso de estas tres décadas y media. ¿Para qué está la política? La política está para dar respuestas a la gente y para que el Estado funcione correctamente, para que los ciudadanos vivan mejor. Claramente la gente no vive mejor.
Y en ese aspecto hay culpabilidad de la dirigencia política, no de la dirigencia empresaria. Porque la que debe conducir el Estado es la política y esa dirigencia es la que tiene que crear las condiciones para el equilibrio y la justicia social. La gran pobreza actual es un déficit grave de la democracia en general.
-Pero siempre se aplican políticas asistencialistas...
-Sí, pero el asistencialismo termina siendo un parche y un recurso político no deseado, que muchas veces mantiene como rehén a la gente. Un asistencialismo bien aplicado puede servir, es cierto, pero sólo como paliativo. La obligación es buscar los mecanismos para ir erradicando la pobreza.
-En ese contexto, ¿cómo ve la situación social y económica en esta provincia?
-Estimo que Mendoza no ha crecido adecuadamente en relación con otras provincias. La política tiene una deuda con los mendocinos y eso hay que cambiarlo rápidamente. Hace falta un plan de desarrollo económico y social.
-¿Qué hechos o acontecimientos recuerda de su época de político activo?
-Uno de los hechos más trascendentes que recuerdo especialmente es la interna que ganamos previo a las elecciones que nos llevaron al gobierno en esta provincia. Fue una interna muy importante, que movilizó no sólo al justicialismo local, sino que generó gran expectativa nacional. Enfrentamos y le ganamos al menemismo, que era gobierno en el país con todo lo que eso significaba.
-Esa victoria de la línea Naranja del peronismo mendocino, que usted integraba, ¿cómo incidió en la relación con el menemismo nacional? Porque su relación con el presidente Menem fue muy cercana.
-Después de aquella histórica interna que ganamos, Menem y los suyos respetaron nuestro triunfo y reconocieron lo que nosotros expresábamos en Mendoza. Entendieron durante toda nuestra convivencia, él en la Nación y yo en la Provincia, que lo nuestro consistía en defender los intereses de los mendocinos por sobre los del partido que integrábamos.
La calidad institucional que cuida la Constitución
-Mendoza siempre ha tenido una calidad institucional superior a la del país o de otras provincias porque las instituciones funcionan y nadie puede adueñarse de ellas. Eso se lo debemos en gran medida a que tenemos una Constitución exigente, porque además garantiza la alternancia en el manejo del Estado, aunque sea entre dirigentes de un mismo partido. La no reelección directa de un gobernador resulta positiva.
Perfil
Nombre y Apellido
Rodolfo Federico Gabrielli
Profesión
Licenciado en Economía
Gobernador de la provincia de Mendoza en el período 1991-1995
Se desempeñó previamente como ministro de Economía de Mendoza durante el gobierno de José Octavio Bordón.
Luego de su período como gobernador, fue diputado nacional, ministro de Interior y Justicia de la Nación en las presidencias de Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde y titular de la Administración Nacional de Aviación Civil, designado por Cristina Fernández de Kirchner.
Los presidentes
Raul Alfonsín
“Claramente es la expresión de la democracia. Un hombre que estuvo al servicio de la misma y que por eso hoy es reconocido por todos los argentinos.”
Carlos Menem
“Hizo una excelente transformación, que era necesaria en aquellos años. Pero luego se enamoró de esos logros y se quiso quedar para siempre. Ése fue su error.”
Fernando De La Rúa
“Un fracaso absoluto. Una lástima.”
Eduardo Duhalde
“Fue quien reencauzó totalmente a la Argentina.”
Néstor Kirchner
“Considero que hizo una tarea muy importante de recuperación del país tras la crisis en que había caído.”
Cristina Fernández
“Hizo un gran esfuerzo en todo lo relacionado con los más humildes.”
Mauricio Macri
“Un desastre.”