Historias increíbles: un libro con cuentos ambientados en Rodeo del Medio

La obra del periodista y escritor Enrique Pfaab se presenta este sábado: “Traté de hacer un libro de historia que no fuese aburrido”.

Historias increíbles: un libro con cuentos ambientados en Rodeo del Medio
Historias increíbles: un libro con cuentos ambientados en Rodeo del Medio

Hay quien sostiene que contar la historia de un distrito o de todo un pueblo, que para el caso es lo mismo, es en el fondo una utopía, una tarea vasta e inabarcable por sus interminables matices y que entonces, frente a esa imposibilidad de poder decirlo todo, el escritor apela a lo que le está permitido como mortal: reunir el puñado suficiente de hechos y personajes que le permitan pintar el lugar elegido. Su triunfo en esa tarea de relatar un pueblo, estará dado en la elección que haga de los hechos y claro, en el arte que ponga en dar forma a su relato.

Y el escritor y periodista Enrique Pfaab (54) consigue en esta, su primera obra editada, ambas cosas: el olfato para elegir las historias adecuadas y el oficio de saber contarlas. Este fin de semana, el autor presenta entonces 'Relatos de Rodeo del Medio', una obra que reúne 16 historias del distrito maipucino.

"Es un libro apoyado en datos históricos, pero contado en forma literaria", resume Pfaab al comienzo de la charla: "Es decir que hay algún personaje de ficción que lleva un relato, que hay alguna carta escrita por alguien que no existió, pero que cuenta otro hecho histórico. En fin, son esas herramientas literarias que permiten enlazar datos, sin que termine siendo un libro de historia aburrido".

Pfaab es periodista de un diario local y trabajó el libro por encargo de un empresario inmobiliario, que tiene en Rodeo del Medio un par de emprendimientos y que perseguía un doble fin: "Desde lo comercial, el libro ayuda a promocionar el lugar, pero desde lo cultural invita a leer la historia del pueblo", explica el autor, que dedicó un año y medio a completar la obra.

"El trato inicial era entregar cuatro capítulos por mes pero no cumplí porque hablar de un pueblo requiere tiempo para conocerlo, para ver los colores, las formas, la gente. Luego fui a leer en bibliotecas y en internet, también con historiadores que ayudaron mucho".

De la enorme franja de historia que arranca en 1600, cuando ya empieza a mencionarse a Rodeo del Medio y hasta el siglo XX, Enrique Pfaab eligió aquellos hechos y personajes que le parecieron curiosos y otros que, por su propio peso, debían estar como son los casos del general Rufino Ortega, de  Lucila Barrionuevo de Bombal o los curas de Don Bosco.

"Son 16 relatos históricos, aunque también hay espacio para las leyendas, como son los túnele de la iglesia o del colegio, que supuestamente usaban los curas para encontrarse con las monjas y que nunca fueron encontrados, aunque probablemente hayan existido pero con otro fin, como el de refugio ante posibles malones", cuenta Pfaab.

La

presentación

del libro '

Relatos de Rodeo del Medio

' es este

sábado a las 11, el 'El Bosque', en calle Don Bosco de Rodeo del Medio

: "Será una presentación atípica, un paseo por el bosque, algunas lecturas y posiblemente algún café", invita el autor y cierra: "El libro no pretende ser reconocido como la historia oficial sino más bien como parte de la memoria de un pueblo".

Uno de los cuentos

Los chanchos de Casimiro Puebla (relato XIII del libro de Enrique Pfaab)

La historia se mezcla con la leyenda, pero hay registros judiciales que confirman que Casimiro Puebla existió y que todo fue como aquí se cuenta.

Ciénagas. Antes de todo, cuando el río Mendoza era caudaloso aún en el oasis del Este, todas las tierras que lo bordeaban eran ciénagas. Cuando la época de deshielo y a veces cuando las tormentas, el río triplicaba su caudal y gran parte del entorno quedaba semi sumergido. Y siempre, durante todo el año, había un barro muy blando casi imposible de pisar. Justamente ese fue uno de los motivos que les costó la derrota a las tropas de unitarios de Gregorio Araoz de Lamadrid en 1841, cuando quisie­ron cruzar por la ciénaga y los caballos se enterraron hasta las verijas.

El antiguo Carril de las Carretas bordeaba aquella zona, buscando el cruce del río hacia lo que hoy es Palmira, y después se apareaba al Tunuyán, yen­do río abajo.

Allá por la década de 1850, según cuentan algunos registros y sostienen algunos autores, antes de llegar al Mendoza por lo que hoy es la zona de Santa Blanca y dónde fue la Batalla de Rodeo del Medio, no tan lejos de la Posta que aún era descanso de los viajeros, estaba la pulpería de Ca­simiro Puebla. Justo en lo que se conocía como “La vuelta de la ciénaga”.

Adobe y caña. Piso de tierra bien regado. Algunas mesas, no muchas, apenas las suficientes para las partidas de truco, que se ponían adentro con el fresco del invierno y afuera, en alguna sombra, cuando el calor del verano. Había allí, cosa rara, un frondoso ombú que daba un fresco codiciado en las tardes.

En el mostrador se vendía aguardiente de caña, grapa, ginebra, vino, yerba, tabaco, sal, harina, galletas y azúcar.

En el fondo estaba el sitio para jugar a la taba y, al lado, un corral con chanchos bien gordos, que al llegar a su punto, se carneaban y vendían según el cliente.

Cerca de la pulpería, sobre un costado, estaba la pista para las carreras cuadreras. Casi siempre había alguna los domingos y, a veces, también doma.

Casimiro Puebla era morocho, robusto, tenía la cara picada por la vi­ruela y una cicatriz que le cruzaba la mejilla derecha, fruto de algún entrevero que había tenido de joven. Ahora bordeaba los 50. Los parro­quianos lo tenían por hombre bravo y que, él solo, se hacía valor cuando había algún rebelde en pagar su cuenta. También se encargaba a veces de separar a un par que amenazaban con batirse a cuchillo, casi siempre por efecto del vino. Pero Puebla prefería no meterse en eso y lo único que hacía era correrlos hacia afuera, para que no rompieran nada y no dejaran sangre en el piso, porque después se llenaba de hormigas.

Dicen que tenía mujer e hijos, pero nunca aparecían por el boliche. Sólo a veces se los veía caminar por el costado, hacia el fondo, donde estaba la entrada a la casa.

En cambio, había algunos amigos de Casimiro, dos o tres, que casi siem­pre estaban en la pulpería y ayudaban al dueño cuando la concurrencia era mucha. Y también le ayudaban a mantener el orden cuando se arma­ba trifulca. Eran hombres oscuros, secos, ásperos.

Para la segunda mitad de la década de 1850, comenzó a rumorearse algo tenebroso relacionado con la pulpería. El rumor decía que al menos tres hombres habían desaparecido después de haber pasado por la pulpería. Incluso decían que la última vez que habían sido vistos, fue justamente en el negocio de Casimiro Puebla.

Estos comentarios se extendieron por la región y los rumores se fueron agrandando con el paso del tiempo. Algunos llegaban a sostener que al menos 10 parroquianos se habían esfumado en la pulpería de Puebla.

Sin embargo, y a pesar de esto, la prosperidad de Puebla aumentaba en la misma proporción que la gordura de sus chanchos.

Pero el misterio iba a terminar. Cierta noche un parroquiano salió de la pulpería hacia el fondo, buscando un lugar para orinar. Fue hasta el borde del corral de los chanchos…, y se quedó espantado. Los animales se estaban comiendo un cuerpo humano. El hombre salió espantado y, sin volver a entrar a la pulpería, le dio aviso a la policía.

La inspección que realizó la comitiva policial al día siguiente dejó como resultado que en el chiquero había osamentas de, al menos, 10 hombres diferentes.

Casimiro Puebla y sus tres amigos fueron detenidos y condenados tiempo después. El cuarteto se había dedicado a robar y asesinar a los parroquianos que creían más acaudalados.

El 20 de marzo de 1861 hubo un fuerte terremoto en Mendoza. Entre tantos otros edificios, la cárcel de Mendoza se derrumbó completamen­te.

Casimiro Puebla, al igual que la mayoría de los reos alojados allí, murió entre los escombros.

De la pulpería tampoco quedó nada.

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