Roberto Rosas otra vez en la memoria

Hoy inaugura en la Bolsa de Comercio una muestra en homenaje al genial artista, figura emblemática de la escultura mendocina. Hablamos con Fabiana Maza, su viuda, que también nos contó sobre el proyecto de transformar su taller en un museo y centro cultur

Roberto Rosas otra vez en la memoria

Fue el 30 de julio del 2015 cuando Roberto Rosas, ya de 77 años, levantó su ancla de este mundo. El escultor, probablemente el más prolífico y reconocido que haya tenido la provincia, partió, pero dejando mucho: más de mil piezas repartidas en colecciones públicas y privadas por Brasil, Estados Unidos, Italia, Alemania, Israel, Sudáfrica, Suiza, China (entre otros países); un taller gigante, como sus magnánimas criaturas de metal, ubicado en el corazón de El Bermejo (Guaymallén)...

Pero también dejó energías, de esas que ponen a funcionar de vez en cuando grandes sueños, y la necesidad de difundir su gran obra.

Y aquí nos encontramos con su hijo Fernando, que también es escultor, y con Fabiana Maza, la mujer con la que compartió sus últimos 17 años  y con quien tuvo una hija, Paloma, de hoy 14 años. Ellos son los herederos de su memoria.

La muestra “Arte vigente, una visión de la escultura”, que inaugura hoy en la Bolsa de Comercio de Mendoza, es uno de los homenajes previstos de acá hasta marzo del año que viene, cuando se cumpla un sueño que movilizó en vida muchas veces las manos de nuestro escultor:  transformar su taller en un inmenso museo.

La idea es inaugurarlo en marzo de 2018, cuando se cumplan también los 25 años de apertura del taller, habitáculo donde Rosas forjó y soldó sus impresionantes esculturas.

Sobre la muestra de hoy, Fabiana explica: "Quisimos mostrar 20 obras que muestran su evolución a través de los años. Hay algunas que no son muy conocidas, de diferentes etapas de su vida y que pasan también por diferentes temas. Una serie de caballetes, de sillas...".

Sigue: "La idea es poner a Roberto otra vez en la memoria del mendocino. No quisimos hacer una muestra formal en el taller, porque estamos en obra, con albañiles", aclara desde su celular, dentro de ese mismo espacio.

Y lo hace después de recibir la visita de una escuela de Lavalle, algo que -por otra parte- ya es una actividad común para ella. Es que los visitantes curiosos pasan una y otra vez por allí, despidiéndose con los ojos sorprendidos.

-En ese sentido, seguiste los pasos de Rosas...

-Sí, a veces yo me enojaba con él porque uno llegaba a buscarlo y estaba con gente, ¡estaba con gente todo el tiempo! Una lástima que los mendocinos se hayan perdido la experiencia de ir a visitarlo, porque los hubiera esperado con un mate y con ganas de explicarles toda su obra.

-¿Qué te dicen, por ejemplo, los niños que ven esas esculturas?

-Cuando entran, ven un cartel que dice: “Prohibido no tocar”. A diferencia de otros lugares, acá hay un parque grande con columpios, donde se puede tocar todo. A los chicos les gusta mucho y ahora puntualmente se sacaban fotos, hacían videos. Mucha gente no puede creer que esto exista acá. Para ellos es ver arte y poder usarlo al mismo tiempo. No sé si es una experiencia mejor o peor de las que habrán tenido en otros lugares, pero sí es distinta.

Vértigo controlado

Cuando en marzo del año que viene se inaugure el museo, tendrá unas instalaciones muy diferentes a cualquier otro que tengamos en Mendoza.

Proyectado por la arquitecta Silvia Salustro, contará también con un centro cultural e incluirá un café, por lo que se espera que además se transforme en un polo turístico de Guaymallén.

Pero a la par, ya están listos también los textos de un libro sobre él, escritos por Carlos Polimeni, que lo veremos editado recién el año próximo.

“Desgraciadamente, en el taller no tengo más de 100 piezas grandes, por lo que hay más de mil dando vueltas por el mundo”, aclara Fabiana, que emprendió después del fallecimiento la ardua tarea de catalogar toda la obra, ayudada y asesorada por Fernando.

Rescató también videos que muestran al artista a lo largo del tiempo, donde se manifiesta su “total coherencia” en sus opiniones: “En el ‘87 lo ibas a escuchar diciendo las mismas cosas que en el 2013”, dice Maza.

El terreno, que tiene una superficie de unos 1500 metros cuadrados, fue comprado por el artista en 1986 y tiene en el exterior del edificio esculturas metálicas de más dos metros de altura. Sin embargo, lo que habrá en el interior de las paredes solo aumenta el interés.

“Roberto vivía para su arte, para su trabajo; los demás éramos accesorios. En su taller pasaba todo su tiempo, y ahora vamos a continuar también lo que él hacía, que era recibir a los visitantes, pero ahora un poco más fácil porque puedo mostrar un poco más”.

"No se trata de si esta obra te guste o no, porque refleja cómo se sentía en los últimos años: fue su último suspiro"

-¿En qué sentido?

-Puedo mostrar hasta su dormitorio, porque su cama en sí ya es una obra de arte. Él se hizo su propia cama. Desde los 14 a los 30 años fue carpintero, por lo que el oficio de la madera lo manejaba muy bien. Es que él tenía un concepto a nivel artístico: el arte tenía que cumplir una función, más allá de lo social, integrada también a la arquitectura, algo orgánico.

Entonces, los placares, las mesas y su cama están hechas por él.

-¿Y le puso nombre a su escultura-cama?

-La llamó “El arca de Noé”, porque decía que cuando viniera el fin del mundo quería que lo encontrara en su cama. Por eso tiene sus cajones incorporados, sus mesitas de luz, sus perchas, todo en una misma estructura, que además es la representación del sol y de la luna. Eso se va a poder visitar. Más allá de ver su obra, se va a poder ver su mobiliario, su intimidad.

-¿Y cómo era su rutina en ese lugar?

-Él decía que este lugar era su “vértigo controlado”. Así lo llamaba. Es que una de las cosas que lo ponían mal eran los viajes y las terminales, era una persona que odiaba viajar. Él decía que le gustaba su hogar, sus muebles, estar en su propio vértigo, pero que estaba controlado. Se levantaba a las 10 (nunca lo despertaras antes), trabajaba tranquilo, al mediodía se preparaba su comida (era un cocinero espectacular), dormía la siesta, se levantaba y capaz que estaba hasta las once de la noche trabajando. No lo sacabas fácilmente de ahí, ¡lo que costaba sacarlo a hacer las compras en su Falcon ‘78!

-En este proceso de catalogar te habrás reencontrado con muchas obras, además de recuerdos. ¿Cuál es la que más querés? Quizás alguna que te haya dedicado...

-La única que me dedicó a mí no es, curiosamente, la que más me gusta, porque se llama “Pajarito rezongón”. Me la dedicó cuando recién nos conocíamos, porque decía que quejarme era lo único que yo hacía. Pero no te diría que esa es la que más me llega o más me gusta...

-¿Cuál sería esa?

-Antes de morir, Roberto hacía dos años que ya estaba muy enfermo. En una entrevista que le hizo diario Los Andes en 2003, ya decía que el día en que no pudiera trabajar más no iba a querer seguir viviendo. Y fue coherente también en eso, porque cuando se dio cuenta de que ya no podía soldar, que se le había ido el "ángel de la inspiración", como él decía, se deprimió mucho. Ya en 2013 no quería hacer obras, de hecho, y había una que no quería terminar. Cada vez que veníamos al taller, Paloma le decía que lo hiciera, y por insistencia la terminó. La tengo acá en el escritorio, la estoy mirando de hecho.

-¿Cómo es?

-Es una mujer que, vista de atrás, está como abierta, está vacía. Él se sentía vacío. No se trata de si esta obra te guste o no, porque refleja cómo se sentía en los últimos años: fue su último suspiro.

Sobre el artista

Nació en Guaymallén en 1938 y estudió en la Escuela Superior de Artes Plásticas de la UNCuyo. Se destacó en la plástica, dedicándose especialmente a la escultura desde 1970. Sus obras, de gran tamaño y trabajadas principalmente en metal, han formado parte de más de 130 exposiciones en el país y el exterior y se encuentran en colecciones tanto públicas como privadas de Argentina, Brasil, Estados Unidos, Italia, Alemania, Israel, Sudáfrica, Suiza y China.

El escultor realizó, según él mismo señaló, alrededor de mil obras de arte a lo largo de sus más de 50 años de carrera. Reconocido internacionalmente, Rosas eligió vivir y producir su arte desde Mendoza, en su casa-taller de El Bermejo, donde recibía a colegas y abría incluso su taller al público.

Creó además la fundación "Rosas para la escultura", desde la cual trabajó en la difusión de la disciplina. Sus esculturas en hierro, figuras surrealistas y extraños personajes perviven en el imaginario local y constituyen un enorme legado para el arte argentino.

La ficha

"Arte vigente, una visión de la escultura", homenaje a Roberto Rosas.
Inauguración: hoy, a las 19.30.
Lugar: Bolsa de Comercio de Mendoza (Peatonal Sarmiento 199). 
El taller está abierto al público, contactándose previamente con Fabiana Maza al teléfono 451-1605. Está ubicado en el Carril Mathus Hoyos 4447 (El Bermejo, Guaymallén).

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