Luce distendido y lo muestra hasta en la ropa: camisa a cuadros, pantalón sport y zapatillas urbanas. Hace bastante que no usa traje, casi tanto como el tiempo que lleva sin hacer política. De esos días aún conserva un corbatero colmado de corbatas que, también, están en desuso. Roberto Iglesias (67) siempre tuvo fama de parco, de duro.
De ahí su apodo de "Mula". Pero se muestra locuaz, sonriente. Cuenta que está jubilado y "demasiado tranquilo" para su gusto. Admite que la realidad lo hizo retirarse de la política y se confiesa satisfecho de su gestión como gobernador aunque reconoce que le hubiera gustado tener revancha "en un mejor momento" para el país. Asegura que está bien que en perspectiva histórica se lo considere un "piloto de tormentas" y que camina tranquilo por la calle.
El diálogo se da con naturalidad. Los 35 años desde el retorno de la democracia son la excusa, asi, nos extendemos en reflexiones sobre la fecha que permiten avanzar en anécdotas y recuerdos, pero también en sus opiniones sobre la actualidad de la política.
Por eso lamenta no haber seguido el consejo de la periodista Norma Sibila, cuando él era intendente de la Capital y ella parte de su equipo de prensa: “Me dijo que anotara todo lo que hacía cada día. ¡Sabés la cantidad de cosas que tendría para contar y ahora no recuerdo!”
Se emociona cuando habla de Raul Alfonsín y Victor Fayad, se enoja cuando se acuerda de Carlos "Chacho" Álvarez y de la oportunidad perdida por Néstor Kirchner, el gesto se le endurece cuando recuerda las últimas horas de Fernando de la Rúa en la presidencia.
Un Roberto Iglesias alejado de la escena pública, pero dispuesto a la charla.
- ¿Esta fecha tiene para Ud algún significado especial?
Es muy importante para la Argentina haber transitado estos 35 años. Ya nadie discute la democracia. A mi generación y las anteriores nos tocaron esos momentos en que nos quedábamos sin democracia y siempre aparecía la mirada “salvadora” de un gobierno militar que viniera a solucionar los problemas que los políticos no podían resolver pero, al final, todo empeoraba.
Hoy eso ya no lo discutimos más y eso es un valor muy importante. Más alla de que muchas veces la gente esté desilusionada y hasta pueda renegar de la democracia. Pero ni la política ni la democracia tienen la culpa. Somos las personas encargadas de manejar las instituciones las que tenemos la mayor responsabilidad.
- ¿Eso es lo más importante que nos ha dejado este tiempo?
Este es el valor fundamental. Los argentinos ya no dudamos de esto. Sabemos que el sistema tiene fallas pero también que es el mejor y único sistema para vivir en libertad. Todos, día a día, vamos aprendiendo y de a poco la gente irá aprendiendo a seleccionar y profundizar mucho más al momento de votar. Los argentinos en general y en especial la dirigencia (política, sindical, empresarial, religiosa) estamos en deuda con lograr el fin fundamental que es lograr el bienestar de la sociedad.
- ¿Qué significa para Ud la figura de Alfonsin?
Alfonsín es fundamental, fue el gran estadista que he conocido. Me inicié en la militancia política con él, fue su figura la que me indujo a participar en política. Su mensaje era muy claro y él era una persona extraordinaria. No creo que otra persona hubiera podido comandar ese momento tan difícil ni lograr los avances que se produjeron para sentar las bases de esta democracia. Tuvo que tomar medidas muy audaces, en aquel momento las Fuerzas Armadas todavía tenían sus armas calientes, sorteó varios procesos con mucha capacidad e inteligencia y en paz. Alfonsín nos dejó el legado de una democracia para siempre.
- En sus discursos Alfonsin decía: "con la democracia se come, se cura y se educa". Esto puede ser visto desde un punto de vista pragmático (asegurar la provisión de alimentos, salud y educación) o cultural (como el conjunto de valores para lograr la mejora social).
Creo que quería decir que son los valores que nos permiten lograr este tipo de cosas. Somos los políticos los responsables de no lograr en todo este tiempo que con la democracia se coma, se cure y se eduque. Hay mucha pobreza, la educación aún tiene muchas falencias. Eso ha fallado. Pero está claro el mensaje de que es con este instrumento como se logra.
- ¿Y cómo se hace, entonces?
Hay que hacer las cosas que hay que hacer. Que son duras. De la Argentina que tenemos, con setenta años de decadencia en casi todos sus aspectos, no se sale fácilmente.
Hay que encontrar un camino para volver a ser un país normal, con toda la capacidad y la riqueza que tiene la Argentina. Pero mientras más tiempo demoremos la situación será más difícil de sortear ya que cuando se demora la toma de decisiones es más complicado. Hay que ser claro: no hay demasiadas dudas en la mayoría de la dirigencia sobre las medidas que hay que tomar. Lo que pasa es que son difíciles y no sé si la sociedad se ha dado cuenta de que también se tiene que hacer cargo.
Porque cuando uno pide ese tipo de esfuerzos siempre se piensa que el esfuerzo tiene que hacerlo otro. Igual, tengo la esperanza de que la Argentina está comprendiendo que no se puede vivir de prestado, no se puede gastar más de lo que se tiene. Tiene que venir un gobierno que le haga entender a la sociedad en su conjunto que es un esfuerzo que hay que hacer, sobre todo por las generaciones futuras.
- ¿Cuáles diría que son las principales cosas que no se han logrado?
No se ha logrado enderezar un país y hacerlo normal. Hay que terminar con el déficit, hay que lograr que se haga conciencia que cada uno debe pagar por lo que recibe.
Durante muchos años el populismo nos ha hecho creer que lo que nos corresponde es vivir bien y, por lo tanto, el Estado me lo tiene que dar. Y eso no es asi. Cada uno tiene que esforzarse para acceder a prestaciones y servicios. Nos pasó ahora con el sinceramiento de las tarifas. Si no, terminamos con inflación, terminamos en el FMI porque ya no nos presta nadie.
- Hay una especie de consenso sobre que Mendoza tiene una mejor cultura política que el resto del país. ¿Comparte esa mirada?
En Mendoza hay históricamente una convivencia, nos conocemos más entre los distintos sectores políticos y eso hay que alimentarlo. Porque eso permite tener políticas de acuerdo a más largo plazo.
- ¿Eso se puede atribuir a que no haya reelección del gobernador o a la existencia de una tercera fuerza política, en general el PD, que ha equilibrado entre el PJ y la UCR?
Creo que tiene que ver con la cultura mendocina. Acá no se permitiría, por ejemplo, lo que sucede en Formosa, donde un gobernador lleva treinta años. Además hay un tema muy importante que como sociedad debemos interpretar: el ser humano si no sabe ponerse sus propios límites, se lo ponen los demás. Entonces, es la cultura de la sociedad la que nos pone los límites.
Un político hace lo que la sociedad le permite. Las sociedad mendocina pone muchos más límites que otras. No en vano los sueldos de nuestros funcionarios son mucho menores que en otros lugares, por ejemplo. La sociedad debe ser mucho más rígida de manera de no permitir desviaciones que mucha dirigencia política tiene. Esto le ha dado a Mendoza un cariz distintos. Acá hay cosas que la sociedad no tolera y ya cualquiera sabe que no se pueden hacer.
- Un gesto concreto en este sentido que recuerdo es la presencia de, su antecesor, Arturo Lafalla en el acto de inauguración del dique Potreillos que encabezaban Ud como gobernador y el presidente De la Rúa.
Más alla del gesto, que puede aparecer como personal, también se hace cultural. La gente hubiera visto muy mal que no se invitara a quien había sido el gestor de esa obra. Hay una cultura en la que uno se forma como dirigente político. Si yo no hubiera invitado a Lafalla la gente me hubiera criticado muchísimo.
- Cual fue el mejor y el peor momento de esta etapa democrática.
Probablemente lo que mejor nos haya hecho haya sido aquel octubre del ’83 en el cual dimos las bases para una democracia permanente. Y para mi el momento más difícil fue ese diciembre de 2001 donde el país era un caos y todo se prendía fuego.
La perspectiva que veíamos era muy mala. Menos mal que se pudo cambiar y salimos de eso.
- Con su elección como gobernador cortó un ciclo de 12 años de gobiernos del PJ, del llamado "equipo de los mendocinos".
Creo que si. Lo primero es que termino con eso de que el radicalismo no podía sucederse a si mismo y de que no era bueno gobernando. Con eso de que el radicalismo es muy bueno para la oposición pero no es eficiente en la gestión. En Mendoza demostró que si. Los mendocinos tienen en claro que los radicales hemos sabido gobernar, es más, creo que ahora mismo se está reconociendo: (Alfredo) Cornejo está haciendo un buen gobierno.
En lo que si fuimos distintos respecto de aquel “equipo de los mendocinos” es que realmente formaron un equipo desde el ’87 que encabezaba el Pilo (José Octavio Bordón) y armaron una estrategia que les sirvió para mantenerse en el poder doce años. Lo nuestro no tuvo esa coherencia, no armamos un paquete de origen pensando en que tuviera continuidad en el tiempo. El Viti (Fayad) fue el líder de aquella época, fue quien dio las grandes batallas contra el “equipo de los mendocinos” con un grupo de gente muy cercano pero con una perspectiva distinta de lo que hizo el PJ. Ni mejor ni peor, distinta.
- ¿Qué significó Fayad para Ud?
Desde lo personal tuvimos una amistad de mucho tiempo que nos llevó a hacer un proyecto político común que encabezó él desde la Capital. Dio una impronta a la gestión municipal que se copió en muchos lugares del país, cambió la forma de ser intendente.
Una persona con mucha fibra y muy cautivador. Además, lideró una batalla para que la UCR volviera al gobierno, contra un PJ local que era fuertísimo y con el buen momento de (Carlos) Menem a nivel nacional. A mi me tocó la posta en la Municipalidad y después en la pelea por la Gobernación. A mi me tocó llegar pero él hubiera sido un gran gobernador.
- Le tocó gobernar en uno de los momentos más difíciles para el país. ¿Cómo recuerda esos días?
Con la tristeza de lo que pasó y de lo que no se supo hacer para evitarlo, pero con el gran valor de que se dio respuesta democrática en un momento en que parecía que todo se terminaba.
Por diversas razones la Argentina me demostró que tiene una capacidad de salida que probablemente nadie vislumbró. Si recordamos la incertidumbre política de principios de 2002, las luchas despiadadas por el poder del peronismo en un país que se incendiaba, casi con irresponsabilidad y sin embargo los argentinos terminamos resolviéndolo. Es cierto que tuvimos la suerte inédita de que el mundo empujaba al mundo con tasas de crecimiento de 9 y 10%. Nunca había pasado. A nosotros nos encontró con los precios de las materias primas, con la soja salvadora, generando unos ingresos como nunca existieron en el país. Lamentablemente no lo aprovechamos.
Eso lo que más le critico al kirchnerismo, más allá de las cuestiones judiciales que tendrá que resolver la justicia, lo imperdonable es que por una visión trastocada no supo aprovechar ese hecho histórico. Nunca hubo un viento de cola tan importante. Hoy la Argentina podría estar con buena parte de los problemas que tenemos minimizados.
- ¿Cuál fue la medida más difícil que debió tomar durante esa crisis?
La que más me costó fue la reducción salarial a los estatales. Pero no me arrepiento, la tomé a conciencia y en ese contexto me parecía justo. La sociedad estaba padeciendo, se habían incautado fondos, había despidos, las empresas no podían financiarse, había cierre de comercios y pymes, la gente estaba pasando una situación angustiante. Le estábamos pidiendo al sector privado que ajustara y el Estado no daba ninguna señal hacia adentro.
Por eso creo que la sociedad de Mendoza nos entendió, más alla de la protesta legítima de quienes se sentían perjudicados. Pero muchos me lo reconocieron después. En las mismas condiciones probablemente haría lo mismo.
- ¿En ese contexto, en algún momento pensó en renunciar?
Nunca se me pasó por la cabeza renunciar. Había que asumir la realidad de los errores que se habían cometido y tomar medidas necesarias. El irse del gobierno no solucionaba nada. Además teníamos la experiencia triste de lo que había hecho (Carlos) Chacho Alvarez (vicepresidente de De la Rúa), alquien a quien respeto mucho, pero creo que se equivocó tremendamente al renunciar.
Él era la salida democrática lógica, podía haber armado un gobierno de coalición tras la salida de De la Rúa, que había perdido crédito y no pudo hacerlo. El peronismo no sólo no lo apoyó sino que le ponía palos en la rueda y no quería participar de un acuerdo. La renuncia de Chacho en esos momentos difíciles provocó ese problema institucional que él podría haber sobrellevado.
- De esa época se lo reconoce como "piloto de tormentas" por la administración que hizo en medio de tanta turbulencia económica, política y social. ¿Cree que asi será reconocido con perspectiva histórica? ¿Está conforme?
Está bien que sea asi. Me siento muy conforme de que en momentos tan difíciles, cuando el desprecio hacia los políticos era muy fuerte, y más allá de las diferencias lógicas que pueden existir se valore con respeto mi gestión.
Me hubiera gustado gobernar de nuevo en otra época, para demostrar que no sólo puedo ser piloto de tormentas. Lo intenté y no pude, pero sinceramente estoy conforme con la consideración de la gente.
- ¿Está retirado de la política?
Me desarrollé políticamente entre los 30 y los 60 años, que suelen ser los más fructíferos. Hubiera querido seguir, pero hay que reconocer que había circunstancias que lo impedían: perdí tres elecciones y tenía muchas diferencias con la dirigencia del partido. Entonces, cuando no se tienen los apoyos llega el momento de hacerse a un lado. Hay que asumir la realidad como es.
- ¿Cree que pagó costos personales o familiares por su actividad política?
Siempre uno deja cosas de lado o paga costos, sucede en cualquier actividad. En la política, que es tan intensa, probablemente esto sea mayor. Pero yo no hablo de pagar costos. Fui intendente y gobernador porque me lo propuse y los aspectos negativos forman parte de la vida. A uno le gustaría haber estado más con la familia, haberla disfrutado más, pero a veces es un costo que hay que pagar por hacer lo que uno quiere.
- ¿Qué le dice la gente en la calle?
Eso es difícil de interpretar. La mayoría de la gente no dice nada. En general cuando alguien me habla es para hacerme algún reconocimiento. Debe haber muchísima gente que no está de acuerdo conmigo, pero es mínima la que me lo expresa. La reacción que tengo de la gente, en general, es buena y para mi eso es un bien que no tiene precio. Sobre todo después de haber gobernado en la época de más desgaste que tuvo la política argentina.
Perfil
Roberto Iglesias fue el quinto gobernador de Mendoza desde el retorno de la democracia. Ingeniero en Construcciones, recibido en la UTN, llegó al cargo luego de ser intendente de la Capital durante dos períodos consecutivos (1991-1999). Asumió el 11 de diciembre de 1999 y en la misma fecha, pero de 2003, le entregó el bastón de mando a Julio César Cleto Cobos. Le tocó gobernar en uno de los momentos más difíciles del país en los últimos tiempos: la crisis de 2001.
Saqueos, corralito bancario, Estado de Sitio, estallido de la Convertibilidad, megadevaluación, default, cuasi monedas, represión y reclamo de "que se vayan todos" marcaron esa época. Asi, durante sus cuatro años de gestión hubo seis presidentes: dos, elegidos por el voto popular (Fernando de la Rúa y Néstor Kirchner) y cuatro que se sucedieron en once días en medio de la crisis institucional de la caída de la Alianza (Adolfo Rodriguez Saá, Ramón Puerta, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde).
Tras dejar la gobernación fue diputado nacional (2003-2007) y presidente del comité nacional de la UCR (2005-2006) y después tuvo dos intentos fallidos por volver a ser gobernador. En 2007 enfrentó a la Concertación entre kirchneristas y radicales K con una fórmula radical pura (con Ernesto Sanz como vice) y en 2011 intentó vencer al kirchnerismo (Francisco Pérez) provocando un inédito corte de boleta en Mendoza.
Se lanzó a un último test electoral en 2013, esta vez enfrentando a la lista de la UCR que impulsaban Julio Cobos y Alfredo Cornejo. Como candidato a diputado nacional con el sello del Partido Federal y acompañado por Victor Fayad y Mariana Juri, finalmente no pudo competir en la elección general debido a la renuncia de seis integrantes de la lista tras el magro resultado en las PASO.
Las últimas horas de De la Rúa en la Rosada
Nunca olvidará ese 20 de diciembre de 2001. Estaba en las oficinas del Banco Nación, frente a la Casa Rosada, junto con Aldo Ostropolsky, su ministro de Hacienda. Conversaban con Daniel Ostropolsky, hermano de Aldo y por entonces miembro del directorio de la entidad, cuando Iglesias decidió que debía irse a la Rosada. Eran horas cruciales y una multitud protestaba en la Plaza de Mayo. "Voy a cruzar" les dijo. Le advirtieron que era gobernador y podía tener problemas en la calle: "¿A mi quién me va a reconocer?" les contestó y salió.
Cuando entró a la Rosada estaban los ministros y algunos gobernadores radicales.
"Tuve oportunidad de verlo y hablar con De la Rúa", cuenta ahora.
"Se barajaron distintas posibilidades y llegó a la conclusión de que no tenía otra alternativa que renunciar. No tenía apoyo social, no tenía apoyo institucional y asi no tenía como sobrellevar la situación. Políticamente también lo fueron empujando. Pasaron cosas que fueron instigadas desde la provincia de Buenos Aires, que presionaron sobre el gobierno de para echarlo. Como muchos hacen ahora con eso del helicóptero. Esa visión trasnochada que aún tienen algunos del poder y de la democracia. En aquel momento, sin apoyo, a De la Rúa no le quedó otra alternativa que renunciar.
¿Él les transmitió a Uds que tenía tomada la decisión de irse?
Sí, si… Aún estábamos nosotros cuando él se encerró en las palabras que iba a decir y ahí decidí retirarme. Yo no era partidario de la renuncia, pero la verdad es que había muy poco por hacer.
Ping pong presidencial
- Raul Alfonsín.
- Carlos Menem.
- Fernando de la Rúa.
- Eduardo Duhalde.
- Néstor Kirchner.
- Cristina Kirchner.
- Mauricio Macri.
Frases destacadas
- “Alfonsín nos dejó el legado de una democracia para siempre”
- “Los mendocinos tienen claro que los radicales hemos sabido gobernar. Ahora mismo se está reconociendo: Cornejo está haciendo un buen gobierno”
- “Un político hace lo que la sociedad le permite y la mendocina pone muchos más límites que otras”
- “Los políticos somos los responsables de que con la democracia no se coma, se cure y se eduque”