Desde que se fundó en 1995, la Organización Mundial del Comercio (OMC) necesitó más espacio y al edificio cedido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el lago Leman, en plena Ginebra, le añadieron otro que es un cubo de vidrio con dibujos de las veredas de Copacabana en sus pisos. Cuando se inauguró el anexo, nadie sospechó que dos años más tarde la OMC iba a ser dirigida por el brasileño Roberto Azevedo, que asumió en setiembre de 2013. Es su sexto director general y sucede en el cargo al francés Pascal Lamy.
Azevedo, ingeniero eléctrico de profesión, tiene mandato hasta 2017. Cuentan que trabaja hasta de madrugada con el objetivo político de darle otro empujón a la Ronda de Doha, nacida para buscar un nuevo equilibrio en favor de los países en desarrollo. Son negociaciones que comenzaron en 2001 y aún no se llegó a ningún acuerdo.
Es viernes y hay mucho movimiento. En la sala F de la planta baja acaba de terminar la revisión anual que los técnicos realizan a China. Las conclusiones harán ruido: se señala la falta de transparencia en las cifras. Como si todavía cumpliese con la fama de duro negociador, Azevedo, que fue jefe del equipo de su país en la Ronda de Doha y litigó en los casos que involucraron a Brasil en la OMC.
-¿Qué va a pasar con la Ronda de Doha? ¿La archivan?
-Nada de eso. Hoy tenemos voluntad política y capacidad técnica para negociar y acordar sobre tres temas claves: el comercio agrícola, el de bienes industriales y los servicios. La OMC, con el último ingreso de Yemen, cuenta con 160 miembros.
El tema agrícola se trabó, porque algunos miembros exigieron más acceso a los mercados a cambio de eliminar subsidios.
-Pero ya van 13 años de negociaciones…
-Doha no es una ronda a la que hay que ponerle fin, es un proceso de negociación, un paso hacia la liberalización del comercio con conversaciones difíciles, en el que todos los países tienen un alto nivel de ambición y pretenden que otros cedan. El comercio no es un fin en sí mismo pero genera empleo, contribuye al desarrollo y mejora la vida de las personas. Estoy viajando por distintos países para encontrar una salida. En Bali hemos dado un gran paso al acordar la facilitación del comercio, con normas de transparencia para las aduanas, para eliminar los obstáculos burocráticos.
-¿Habrá castigo por la falta de transparencia de los chinos?
- OMC no sanciona. Son los miembros los que se quejan y pueden sancionar con medidas espejo para compensar el daño comercial. Se acude a un órgano especial que decide y no se aplican medidas retroactivas. Aquí se funciona en base a la negociación y nuestra regla de oro es la búsqueda de consenso. Cuando encontramos falta de transparencia observamos, negociamos.
-¿Qué cambió con el ingreso de China?
-China ingresó en 2001 y es de una importancia enorme para la OMC, lo mismo que el ingreso de Rusia. Son dos grandes protagonistas del comercio mundial y que estén significa que son parte de las reglas de juego. Quedan muy pocos países fuera de la OMC, como Siria e Irán. De lo que se trata es de evitar la ley de la selva. La OMC tiene una importancia sistémica.
-Los acuerdos regionales, ¿compiten con la OMC?
-Lo bilateral no se opone a la OMC, van de la mano y se impulsan mutuamente. Los acuerdos entre países sobre subsidios a la agricultura, las finanzas y las inversiones solo se pueden lograr en la OMC. Los pactos regionales tienen una limitación geográfica. Hay muchas restricciones al comercio, pese a los acuerdos regionales. El G20 denunció 112 trabas, por ejemplo.
-Si el 40% del comercio mundial se realiza entre empresas, ¿cómo influyen esos intereses en la OMC?
-Son actores del comercio y los gobiernos las defienden y las representan. Pero un gobierno es más que una empresa ya que debe arbitrar entre los intereses de esas empresas con distintos sectores y sus ciudadanos.
