Tenía 16 años. Se había ido de la casa. Andaba sin hogar, leyendo endemoniado a Baudelaire y topándose con toda suerte de extraños que luego asomarían a sus páginas rabiosas.
El autor de Las Flores del Mal era su padre espiritual, “mi socrático demonio”, confesaba Arlt, y receptivo a la áspera tristeza de aquel período, se dijo: “vamos”. Así fue que -gracias a un amigo esotérico que apareció en la librería donde trabajaba- el joven Roberto terminó golpeando las puertas de un Centro de Estudios de Ocultismo.
“Fui presentado a la logia Vi-Dharma”, escribe en el comienzo de “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires” (1920), el ensayo con el que -siendo aún un perfecto desconocido- Arlt se animó a desbaratar la doctrina secreta de Mme. Blavatsky.
¿Qué le hizo ruido? “Encontrar fundidos todos los defectos en el ambiente de una logia, de un centro de Ciencia Divina, eso me desconcertó. Perdí la recuperada pureza, y entonces libre de todo prejuicio, afecto, o interés, consideré fríamente esa colectividad extraña. Reconocí que un pseudo espiritualismo, no excluía de esos que se consideraban superiores, el desprecio, el orgullo y la hipocresía”. Después de dos años de “iniciación”, salió de esos cenáculos de aristócratas del espíritu.
La Blavatsky
"La doctrina secreta", libro principal de Madame Blavatsky que se convertiría en la base de la New Age, rebosaba de teorías relacionadas más o menos indirectamente con el hinduismo. Recordemos que, a finales del siglo XIX, surgían en el mundo occidental una serie de grupos de signo ocultista que acabarían teniendo una gran influencia social y política.
De hecho, como explica el autor Roque Larranquy, muchas de las llamadas seudociencias se asocian de un modo bastante carnal con posiciones ideológicas conservadoras o de derecha. Las interpretaciones mediúmnicas de Madame Blavatsky, por ejemplo, configuran una cosmogonía de la que luego se apropia el nazismo.
Es inevitable apuntar el pensamiento mágico: escribió sobre un Astrólogo que sueña con el golpe de Estado (y después tuvimos en la historia real un Astrólogo que se apoderó del poder). Y, pensando en Arlt, no hay manera de no ver en estos “macaneadores del espíritu” algo de la “Sociedad Secreta” organizada por el Astrólogo en “Los siete locos” (1929), o con la “estructura del camino tenebroso” diseñada por Balder en “El amor brujo” (1932).
Pero antes de que escribiera sus novelas fundamentales, el 28 de enero de 1920, en el número 63 de “Tribuna Libre” (una publicación bimestral que incluía temas sociológicos y literarios), se publicó "Las ciencias ocultas...”, un ensayo de noventa páginas.
“Ese trabajo inicial anticipa ‘Los siete locos’, su estilo de largas parrafadas, un submundo de alucinaciones, el impacto de sus palabras, el color de sus adjetivos”, ha detallado Raúl Larra, el primero de sus biógrafos.
Esotéricos amigos
Después de una introducción confesional, Arlt nos ubica en la legendaria librería de viejo de Palumbo, donde conoce a "un joven de extraña presencia" con el que se pone a conversar sobre ocultismo y teosofía.
Ese joven luego le mostrará su biblioteca, plagada de títulos de magia, alquimia, teosofía. El narrador se entusiasma con su amigo ocultista, con el concepto de “guía espiritual” y con las nuevas lecturas sobre ciencias ocultas, Quiere ser “un iniciado”. Así que frecuenta la Logia Vi-Dharma durante dos años.
Al cabo, el protagonista-narrador descubre el clima de farsa. Entonces, pasa a denunciar con fuerza la corrupción interna, la inmoralidad de la Logia; critica a Madame Blavatsky , a Madame Bessant , a la que sospecha como agente de una de las principales potencias de aquellos años: Inglaterra. Y termina alertando seriamente a otros posibles ingenuos estudiantes de ocultismo, con esta revelación: "Nuestro siglo y los venideros, más que vanas especulaciones metafísicas, (...) necesita hombres exponentes de una evolución cuyo fin debe consistir (...) en la perfección del orden social".
Entre magos, alquimistas, reencarnados y cuerpos etéreos, es probable que Arlt haya conocido al Astrólogo que, diez años después, inspiraría el protagonista de “Los siete locos” (1929), su mejor novela.
A su vez, para Horacio González, otro destacado estudioso de la obra de Roberto Arlt, "Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires" está concebido como un serio, monótono y prolongado informe periodístico que se inicia con referencias autobiográficas del protagonista- narrador y presenta también un teatro de muchas animadas citas sobre el tema tratado. Y aclara que el hilo conductor del relato no se desvía nunca de la voluntad aparente del narrador de levantar un tribunal que refute a los farsantes.
“Las ciencias ocultas...” es el comienzo literario de Arlt y el gesto fundador de su literatura; finalmente, también permite anticipar la perspectiva (autobiográfica, crítica, estética) con la que se para en su literatura.