Robert Walser, el escritor que murió paseando

La locura, el nomadismo, la adoración de muchos de sus pares y el reconocimiento post-mortem suman, a la obra de este suizo irrepetible, la mística necesaria para ser considerado un "escritor de culto."

Robert Walser, el escritor que murió paseando

Como muchos otros escritores, Robert Walser no conoció en vida las mieles del éxito, algo que, de todos modos, no pareció estar entre sus preocupaciones. Nació el 15 de abril de 1878, en un cantón de Berna, y fue el séptimo de ocho hermanos. Aunque llegó a ser anciano, escribió sólo durante las primeras décadas de su vida, pues a los 51 años fue internado en un sanatorio para enfermos mentales del que no salió hasta su muerte.

Su madre y algunos de sus hermanos habían tenido problemas mentales, de modo que puede decirse que la locura transitaba por sus genes. No se casó, no tuvo hijos y sus hábitos fueron de una peculiaridad que siempre pareció armonizar con sus escritos.

Dromómano, creador de un método de escritura a mano en miniatura que suscitó el interés de muchos de sus pares y, más que nada, autor de valiosísimos textos como "El Bandido", "Los Hermanos Tanner" y "El Paseo", todos publicados localmente por Editorial Siruela es, además, una figura que bien puede expresar aquella trillada idea que enlaza a la locura con la genialidad.

Su escritura tuvo, entre otras cosas, personajes que son alter ego de sí mismo y despliegues de un humorismo que tiene algo de místico: Jakob von Guten, el adolescente de la novela homónima que publicó en 1909, se jacta de "no poder descubrir nada digno de consideración o estima en mi persona" y de "ser humilde y seguir siéndolo". Sobre este libro el Nobel sudamericano J.M. Coetzee, escribió: "Como personaje literario, Jakob von Gunten no tiene precedente.

En el placer que él tiene en extraerse de sí mismo, tiene algo del Underground Man (Memorias del subsuelo) de Dostoievski y, detrás de él, de Confessions (Confesiones) de Jean-Jacques Rousseau. Pero, como señaló el primer traductor francés de Walser, Marthe Robert, hay también en Jakob algo del héroe del cuento tradicional alemán, algo del muchacho que entra al castillo del gigante y triunfa a pesar de todos los obstáculos".

Alan Pauls proporcionó una visión sobre las novelas de Walser que insiste en la relación entre la obra y el modo de ser de su autor: "Llamarlas novelas es necio y, sobre todo, un poco tosco. Son libros sin corregir ni terminar, en los que nada añora. Sin embargo, esas cláusulas del oficio narrativo son documentos íntimos, informes autobiográficos apenas travestidos, pero lo que importa en ellos no es tanto la verdad que encierran como el modo raído y rutinario en que la impersonalizan. (?) Como Kafka, Walser habló y escribió mucho sobre sí mismo, pero lo que anima esa verborragia es una voluntad encarnizada de extinción, el sueño -paradójico, tal vez imposible- de no ser nadie, de ser menos que nadie, de ser cero."

"¡Qué hermosas son las ciudades cuando la gente se sienta a comer en sus casas! El silencio de las calles tiene algo de amable y misterioso. ¿Para qué buscar otras aventuras?" Estas líneas se encuentran en el libro "Paseos con Robert Walser", del crítico literario Carl Seelig, donde se compilan una serie de entrevistas efectuadas al escritor suizo durante las dos últimas décadas de su vida, mientras estaba internado y ejemplifican muy bien la mentalidad de un hombre cuya obra fue póstumamente celebrada por la observación del detalle, la improvisación narrativa y la sensación de estar ante una persona que se entrega a sus divagues.

Acerca del personalísimo método de escritura microscópica que Walser desarrolló principalmente en los últimos años de su carrera literaria, el santafesino Juan José Saer ilustró: "Es una escritura secreta, fuga tímida fuera del alcance del público, de uno de los grandes escritores en lengua alemana del siglo XX (?) En los microgramas de Walser, una motita, una anfractuosidad u otra casi invisible imperfección material del papel, perturba la lectura de una sílaba, de una palabra, mono o bisilábica, y puede ocultar el sentido de una frase y, si se repite varias veces, aún de un texto entero. Justamente, es el papel que Walser acostumbraba utilizar, lo que ha suscitado entre sus críticos y sus biógrafos, las más perplejas reflexiones.

Walser acostumbraba escribir en hojas de almanaque (que solía cortar por la mitad), en reversos de facturas, de volantes, de sobres ya utilizados. A menudo, nuevos textos eran escritos en el dorso de alguna tarjeta postal e incluso en el de alguna circular impresa con la que tal o cual revista le comunicaba el rechazo de algún texto anterior enviado para la publicación. La muerte de Walser fue descripta por Coetzee como un hecho esencial en las lecturas posteriores que se hicieron de él como escritor: "El día de Navidad de 1956, la policía de la ciudad de Herisau, al Este de Suiza, recibió un llamado: un grupo de niños se había topado con el cadáver de un hombre, muerto por el frío, en un campo cubierto de nieve. Al llegar a la escena, la policía tomó fotografías y removió el cuerpo.

El hombre muerto fue identificado fácilmente: era Robert Walser, de 78 años, extraviado de un hospital psiquiátrico. En sus tempranos años, Walser se había ganado cierta reputación en Suiza y en Alemania como escritor. Algunos de sus libros todavía estaban en la imprenta, entre ellos había una biografía suya.

Pasar un cuarto de siglo en instituciones mentales, había secado su escritura. Las largas caminatas por el campo, como en la que murió, habían sido su principal esparcimiento. Las fotografías de la policía mostraban a un anciano en sobretodo y botas tirado en la nieve, sus ojos abiertos, su mandíbula floja. (?) La supuesta locura de Walser, su solitaria muerte y el descubrimiento post mortem de sus escritos secretos, fueron los pilares en los cuales se basó su legendaria leyenda como un genio escandalosamente descuidado."

Por su parte, el escritor español Enrique Vilas Matas, autor de Doctor Pasavento, una ficción centrada en la figura de Walser, no ocultó la admiración que la muerte del autor le produjo: "No sé explicar la página en blanco pero sí me siento próximo a la nieve. Me fascina la muerte de Robert Walser. Ocurrió un día de Navidad que salió a caminar por los alrededores del sanatorio y murió sobre la nieve. No puede ser una muerte más metafórica sobre la pureza de su estilo y de su vida. Fue encontrado por dos niñas que pasaban por allí ese día de Navidad y colocaron una flor al lado del cadáver."

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