Por Fabián Galdi - fgaldi@losandes.com.ar
River se jugó una cita con su propia historia. Construyó su identidad sobre la base de la constancia, los objetivos de superación y el deseo de correr el límite hacia el techo del mundo. Supo de momentos de éxitos y de fracasos; nunca navegó en la tibieza del término medio. Cosechó campeonatos como nadie en la Argentina y sobrellevó con entereza etapas nefastas - dieciocho años sin títulos entre los conseguidos en 1957 y 1975 más la laceración del descenso en 2011 - hasta lograr la recuperación por mérito propio. Se reinventó a sí mismo con el advenimiento de la era Gallardo, con cuatro copas internacionales entre 2014 y 2015. Y ahí estuvo, plantando bandera hoy en la lejana Japón como si estuviera en las veredas del Monumental.
Este River Plate está forjado a la usanza del tiempo que atraviesa, en el cual el instinto de supervivencia lo mantuvo vivo y le cambió las coordenadas en su afán de recuperar la gloria perdida. El impacto de la pérdida de categoría aún se mantiene en el inconsciente colectivo del hincha: nada fue igual desde ese tajo en la historia que se produjo casi cuatro años atrás. Nada es igual en este presente, gobernado por la urgencia de la recuperación.
El cambio fue absoluto, sobre todo desde el punto de vista cultural: el jugador, el cuerpo técnico, la dirigencia y la gente - desde ya - llegan al éxtasis en una trabada a fondo de Leo Ponzio o de Carlos Sánchez, cuando en otro momento el linaje se exponía en una pisada o en una gambeta de los Pisculichi o los Pity Martínez de cualquier otra etapa. Varió la forma, pero no el fondo. La premisa fue y sigue siendo la única: crecer desde el juego y proyectarlo en el resultado. No siempre lo hace. No siempre lo puede.
En la semifinal frente al Sanfrecce Hiroshima, la figura de Marcelo Barovero se agigantó hasta cobrar la altura de determinante. Y en su arquero, como en aquél penal detenido a Emmanuel Gigliotti, el "Millo" encontró el sosiego que necesitaba para enderezar la nave y sortear las aguas encrespadas. Igual de gravitante fue la aparición de Lucas Alario para marcar la diferencia a su manera: goles importantes en partidos ídem. Los dos estuvieron a la altura de la circunstancia cuando más se los necesitaba.
En la final, otra vez Barovero fue determinante para dar respuestas en momentos clave durante el primer tiempo hasta que Leo marcó la diferencia. Y el aporte de Matìas Kranevitter - en su despedida - fue otro de los puntos destacados, aunque tampoco haya servido. Un símbolo del presente riverplatense de hoy: jugadores referentes para que el protagonismo sea del equipo en la cancha y no el que ejerce la tiranía de la ansiedad en la tribuna. Porque una cosa es la presión del afuera, pero otra - bien distinta - es la que se expone en el campo de juego, donde quien demuestre cómo saber aprovechar los detalles suele inclinar la balanza a favor.
A partir del 1-0, Barcelona - permítase la comparación - tuvo reminiscencias de Carlos Monzón y sus combates épicos, cuando éste llegaba al nocaut luego de desgastar al adversario y de dominarlo mentalmente. Allí, entonces, el extraordinario boxeador cerraba la contienda: desgastaba y no se dejaba desgastar. Igual al Barça.
Enfrente estuvo el mejor equipo del mundo. Con especialistas en su puesto cual si fuera una Selección premium en un Mundial. Nada para describir que no se sepa de este Barcelona, que con Luis Enrique intenta reconquistar la etapa dorada del ciclo Pep Guardiola 2008/2012. Basta nombrar a Messi, Neymar, Luis Suárez, Iniesta, Busquets, Piqué, Mascherano, Dani Alves y Claudio Bravo, entre su constelación de estrellas para saber de qué se trata esta nueva era del planeta Barça.
Pep fue el hacedor de esta formidable expresión futbolística que ahora se ha reciclado motu proprio. Su constructor y su conductor, en clave de gestor y referencia máxima de su obra maestra. Supo como reunir en su momento ingredientes para darle la cocción justa a un producto que alimentó al fútbol desde hace un lustro, al menos. Nadie mejor que el padre de la criatura para comandar un proceso que lo tuvo al frente desde los primeros pasos. Le cupo, también, la toma de decisión para darle vía libre a la transición entre una base de futbolistas – Ronaldinho a la cabeza - que parecía ya haber agotado su tiempo con otra que representaba el nuevo poder surgente, y entre la cual sobresalía la irrupción avasallante de Lionel Messi.
Guardiola creó más que un grupo exitoso. La historia le tendrá reservado un lugar fundante para la que es la mejor formación de todos los tiempos, a la luz no sólo de su alto nivel de performance competitiva sino también de los valores que transmitió su filosofía de juego. Su hegemonía a escala planetaria se instaló desde 2008 hasta nuestros días y, más allá de avatares circunstanciales en cuanto a resultados negativos, lo cierto es que la expansión de la identidad blaugrana se esparció por el mundo sin límites geográficos que la contuviera.
Barcelona fue un reflejo de la multiculturalidad en formato de equipo de fútbol. Lejos de una estructural piramidal, que respondía a un metro patrón de cuello de botella para que sólo el más apto accediera a la cumbre, la singularidad del ciclo ascendente se debe interpretar como el apego a una estructura circular, en la cual el poder va pasando de mano en mano hasta que el conjunto logra avanzar en la dirección correcta. Así, futbolistas sudamericanos y africanos se entremezclaron con europeos para conformar un modelo de excepcionalidad sea en la cancha que fuere.
Es cierto, también, que las leyes del mercado imponen condiciones. Por ejemplo, estas asimetrías quedan reflejadas en lo que se percibe en los tres torneos principales (Champions, Libertadores y Mundial de Clubes). Veamos:
COPA LIBERTADORES
1) Campeón (River Plate) 5.300.000 dólares si se suma desde el inicio hasta el final.
2) Por la primera fase, 250.000 dólares.
3) Por la segunda fase (de grupos) 900.000 dólares.
4) Por octavos de final, 550.000 dólares.
5) Por cuartos de final, 650.000 dólares.
6) Por semifinales, 700.000 dólares.
7) Subcampeón: 1.000.000 de dólares.
8) Campeón: 2.300.000 dólares.
CHAMPIONS LEAGUE 2014/2015
1) Campeón (Barcelona), 37.400.000 euros.
2) Subcampeón (Juventus) 33.000.000 de euros.
3) Sólo por participar: 8.600.000 euros cada uno de los 32 equipos.
4) Octavos de final: 12.100.000 euros.
5) Cuartos de final: 15.600.000 euros.
6) Semifinales: 20.500.000 euros.
MUNDIAL DE CLUBES 2015
1) Campeón: 5.000.000 de dólares.
2) Sucampeón: 4.000.000 de dólares.
3) Tercero: 3.000.000 de dólares.
4) Cuarto: 2.000.000 de dólares.
5) Quinto y Sexto: 1.000.000 de dólares.
Las diferencias siguen siendo siderales y la tendencia es que continúe la misma proyección. Por caso, seis de los titulares que hoy presentó el blaugrana son de origen sudamericano: Messi y Mascherano (Argentina), Dani Alves y Neymar (Brasil), Luis Suárez (Uruguay) y Claudio Bravo (Chile). En suelo americano, retenerlos es una utopía. En Europa, en cambio, es una decantaciòn naturalizada.
River, en síntesis, llegó hasta donde pudo y lo hizo a la altura de las circunstancias. Encontró su techo en la medida que el Barcelona se lo impuso. Nada que reprocharle en cuanto al modo de encarar la definición en Yokohama. Los ojos del planeta fútbol estuvieron posados en una final de Mundial de Clubes a la que cuesta mucho llegar. No se logra el cupo por algún hecho azaroso o circunstancial, sino a través de un proceso en el cual se pasó de fase en fase para alcanzar el máximo nivel de exigencia. Y allí estuvo el "Millo". Quién lo hubiera dicho si se remontase a un lustro atrás. Y allá fue ese sueño de grandeza, en esta cita - ni más ni menos - que con su propia historia.