Los 9 de River afectados por una maldición

El último goleador de un torneo fue Cavenaghi, en el Clausura 2002. Antes y después de él, poco más de una veintena de nombres ocupó el puesto de delantero central con eficacia escasa. La apuesta de Ramón para quebrar ese maleficio se llama Teo.

Los 9 de River afectados por una maldición
Los 9 de River afectados por una maldición

En 1932, el entonces presidente de facto de la Nación, Agustín P. Justo, entusiasta del fútbol, ingresó al vestuario ocupado por el equipo profesional de River frente a la sorpresa general, tanto de su guardia personal como de los propios jugadores, entrenador y dirigentes.

“Vengo a conocerlo porque en los diarios se habla más de sus goles que de mí”, dijo, y le tendió la diestra a la máxima figura futbolística del momento: Bernabé Ferreyra.

El centreforward, según las denominaciones de los diarios de la época que aún cultivaban la lengua original que dio cuna a este deporte, el centrofóbal, de acuerdo a la traducción en el habla popular y el centrodelantero, palabra devenida por la castellanización del término, respectivamente, encontraron en el también llamado “El Mortero de Rufino” a quien inauguró la galería de los “9” riverplatenses paradigmáticos, aunque por esa época no se utilizaban números en la camiseta.

Había sido tal el impacto de la transferencia de Bernabé Ferreyra desde Tigre hacia River, en 1932, que al club de la banda roja se le empezó a denominar “los millonarios” en consonancia con la fastuosa operación, por lejos la más abultada económicamente de aquellos primeros años del profesionalismo.

Bernabé Ferreyra reinó en la década del ’30, dándole inicio a un olimpo de dioses futbolísticos que fueron heredando la ya mítica “9” en décadas sucesivas: Adolfo Pedernera en los ’40, Alfredo Di Stéfano y Enrique Omar Sívori en los ’50, Luis Artime en los ’60, Carlos Morete y Leopoldo Luque en los ’70, Ramón Díaz en los ’80 y principios de los ’90, Juan Gilberto Funes en mediados de los ’80, Hernán Crespo y Enzo Francescoli (cuando jugaba en esa posición) y en los ’90 y Fernando Cavenaghi en el primer lustro del nuevo siglo.

Y de repente, la cadena se cortó. Abrupta, inesperada y resueltamente quedó deshecha. Fue Cavenaghi el último goleador de torneo que tuvo River, con 15 tantos en el Clausura 2002, ganado bajo la conducción de Ramón.

Tenía 18 años y apuntaba a consolidarse como un atacante completo: buen pie, cabezazo, ubicación, desmarque y gambeta dentro del área, pegada precisa desde media distancia y precisión en la descarga cuando se triangulaba en el circuito chico.

A “Cavegol”, su prematura partida hacia el fútbol ruso y luego sus pasos poco referenciales en Francia y España contribuyeron a alejarlo del nivel top que se vislumbraba en él.

Su contribución en el peor momento futbolero de la historia “millonaria” lo tuvo asumiendo el compromiso de participar en la B Nacional con el objetivo de la reconquista del sitial en la división mayor.

Antes y después del último gran “9”, hubo una lista larga de protagonistas, con suerte dispar y en todos los casos con falta de consolidación en etapas prolongadas y no circunstanciales.

Entre ellos, figuran: Juan Esnaider, Maxi López, Esteban Fuertes, Darío Husain, José Sand, Gastón Fernández, Juan Pablo Ángel, Nelson Cuevas, Ernesto Farías, Martín Cardetti, Luciano Figueroa, Marco Rubén, Sebastián Abreu, Cristian Fabbiani, Federico Almerares, Jerónimo Morales Neumann, Gonzalo Aban, Leandro Caruso, Mariano Pavone, Carlos Luna y Rogelio Funes Mori.

Además, hubo tres casos de “9” consagrados en el alto plano internacional, tales los casos de Gonzalo Higuaín, Radamel Falcao (los dos surgidos desde las inferiores) y Alexis Sánchez. Y otro de un campeón mundial (Francia’98) como David Trezeguet, quien colaboró con la virtual refundación del “Millo” participando con éxito en la temporada 2011/2012 en la máxima categoría de ascenso del fútbol nacional, y hoy día formando parte del plantel de Newell’s.

Cuando Ramón Díaz inició su tercer ciclo como entrenador del plantel profesional riverplatense, a fines de 2012, se le recuerda haber dado un pronóstico pletórico en optimismo sobre Funes Mori, de quien dijo públicamente: “Lo sacaré goleador”.

Ocho meses después, el mendocino está fuera del área de influencia de riojano, supuestamente porque la dirigencia lo había marginado a raíz de un rechazo a renovar el contrato.

Inclusive, fue vox populi que el mellizo había formado parte - sin saberlo – de una maniobra del oficialismo para que el balance de la pasada temporada diera positivo, colocando una futura venta por $38.000.000 como si ya fuera un activo del club. Hasta el propio DT tomó una actitud prescindente ante la decisión tomada por los dirigentes, en una auténtica falta de respaldo hasta a sus propias convicciones de fines de diciembre pasado.

Dos meses atrás, el tour europeo del presidente Daniel Passarella tuvo un resultado negativo respecto de la colocación del atacante en el viejo continente. Hoy día, hasta parece haberse complicado el traspaso al Benfica como parte de la operación por el regreso de Rodrigo Mora.

Un caso que no debería sorprender, porque las performances de Funes Mori estuvieron lejos de despertar un interés notorio por parte de los clubes europeos, al punto que sólo marcó 27 tantos en 105 partidos, un porcentaje bajo para las ligas de alto rendimiento.

Dentro de la nueva camada de “9” de River asoman los juveniles Giovanni Simeone y Federico Andrada, ambos con minutos en cancha durante este torneo Inicial. En ellos recae la gran expectativa por dos motivos: los dos surgen desde las divisiones inferiores y han mostrado aptitudes propias de quienes pueden llegar a estar a la altura de las circunstancias.

Sin embargo, la obsesión de Ramón Díaz no estuvo depositada en ninguno de los valores surgentes, si no en la contratación de Teófilo Gutiérrez, un nueve clásico y con antecedentes de peso, tanto en su consagratorio paso en Racing como en la selección colombiana que dirige José Pekerman en las eliminatorias.

Teo tiene características similares a las que ofrecía el “Pelado” en sus dos etapas en el “Millo”: frialdad en el área y capacidad de tomarse un segundo de más antes de resolver de qué manera va a definir. Por eso, el entrenador lo pidió como prioridad absoluta y desde la dirigencia le dieron el gusto, más allá de las trabas en la negociación con Cruz Azul por el traspaso de 1.700.000 dólares.

Quizás, el colombiano pueda romper el ya prolongadísimo ciclo de frustraciones en torno a los “9” de River, aunque hayan utilizado otro número en la espalda. En Teo está instalada la percepción de que él podrá quebrar el hecho maldito que sobrevuela sobre esa legendaria casaca. Tendrá que aprobar ese examen, definitivamente, para heredar ese trono vacante desde casi una década.

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