Río, la gran cumbre ecológica

Mientras la batalla contra la contaminación ambiental en todo el mundo sigue librándose con éxitos y derrotas, es propicio recordar la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, suceso ecológico que marcó un antes y un después por un ambiente saludable, del

Río, la gran cumbre ecológica

Días pasados se  cumplió el aniversario 25 de uno de los encuentros internacionales que marcaron un antes y un después en el tema ecológico a nivel mundial: la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro (1992). El acontecimiento merece ser evocado por los adelantos que generó en legislación ambiental y en el desarrollo sostenible. Fue un punto de inflexión a nivel histórico con relación a la consideración de los asuntos ecológicos a nivel internacional, con mucha trascendencia para nuestra América Latina.

La Cumbre de Río incorporó en la agenda de los Estados la demandante cuestión del medio ambiente, bastante descuidado hasta entonces no obstante el avance de actividades francamente contaminantes del aire, los cursos de agua y el suelo.

Las deliberaciones se desarrollaron en Río de Janeiro durante la primera quincena de junio de 1992. Participaron 172 gobiernos, incluyendo 108 presidentes o jefes de Estado. Más de 2.400 integrantes de organizaciones no gubernamentales formaron parte, junto a 17.000 personas, del Foro de ONGs complementario al que se le otorgó estatus consultivo, siendo el antecedente primario del papel vital que en el presente acreditan las entidades de los ciudadanos comunes.

La cita de Río tuvo su continuidad en Johannesburgo (Sudáfrica), en 2002. Sin embargo, la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro quedó especialmente en la historia por concretarse en un momento en el cual la temática ambiental aún no estaba instalada en la opinión pública como en la actualidad.

Algunos de los temas tratados, que posteriormente fueron profundizándose y tomando una entidad mayor tanto en el área de las estructuras civiles como en el sector gubernamental, fueron los residuos contaminantes en las energías convencionales y el desarrollo de fuentes alternativas de energía, entre otros.

Por primera vez se trató en un evento ecuménico de trascendencia mediática internacional, los efectos negativos del uso de combustibles fósiles con el cambio climático global.

También se advirtió en esa cita que el transporte público podría ser importante en la disminución de las emisiones contaminantes de los vehículos, además de atacar directamente las problemáticas urbanas relacionadas con el tránsito y los inconvenientes de salud provocados por la polución ambiental.

Otra cuestión que se puso en el tapete en Brasil fue la creciente escasez de agua.

Como vemos, cuestiones que hoy forman parte de la agenda cotidiana de los medios informativos, pero que en 1992 no tenían ese alcance. Asimismo, gracias a la Cumbre de Río se sentaron las bases de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que posteriormente desembocaría en el Protocolo de Kioto (1997, Japón).

Sin embargo, el medio ambiente se convirtió en una cuestión de importancia internacional en 1972, cuando se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, realizada en Estocolmo (Suecia).

En los años subsiguientes, las actividades encaminadas a integrar el medio ambiente en los planes de desarrollo y los procesos de adopción de decisiones no llegaron muy lejos. Aunque se avanzó algo respecto de cuestiones científicas y técnicas, se continuó soslayando la cuestión del medio ambiente en el plano político y se fueron agravando, entre otros problemas ambientales, el agotamiento del ozono, el calentamiento de la Tierra y la degradación de los bosques.

Lamentablemente el aniversario que recordamos, coincide -un cuarto de siglo después- con un hecho negativo en grado sumo, como es el retiro de los Estados Unidos -gran emisor global de gases de efecto invernadero- del cercano Acuerdo de París.

En este marco, cada nación es libre de decidir su propio camino a la hora de recortar las emisiones de gases tóxicos: lo importante es evitar que finales de siglo la temperatura mundial no supere en dos grados el nivel que existía en la época preindustrial. Algo sobre lo que ha advertido mucho en Mendoza el científico del Conicet, Ricardo Villalba.

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