Río 2016 dejó deudas e instalaciones vacías

Las instalaciones que recibieron la cita olímpica están en estado de abandono.

Río 2016 dejó deudas  e instalaciones vacías

Río de Janeiro se las ingenió para sacar a flote los Juegos Olímpicos del año pasado, controlando la delincuencia y sobreviviendo a las acusaciones de corrupción, degradación del medio ambiente y descontrol del presupuesto.

Pero seis meses después de los primeros juegos olímpicos sudamericanos, las compuertas se han abierto.

Los organizadores de los juegos todavía adeudan 40 millones de dólares. Cuatro instalaciones nuevas del Parque Olímpico están en desuso al no encontrar a nadie del sector privado interesado en ellas y son propiedad ahora del gobierno nacional. Otra instalación será manejada por una Municipalidad de Río que hace frente a las deudas y el exceso de gastos de los Juegos Olímpicos.

El histórico estadio Maracaná, sede de las ceremonias inaugural y de clausura, ha sido vandalizado mientras sus administradores, el gobierno del estado de Río y los organizadores de la justa se pelean en torno al pago atrasado de tarifas eléctricas por un total de un millón de dólares. La empresa eléctrica de Río respondió cortando la luz en el estadio.

Pocos jugadores frecuentan el nuevo campo de golf olímpico, que costó 20 millones de dólares, y hay poco dinero para su mantenimiento. Deodoro, el segundo complejo olímpico más grande, está cerrado, a la espera de encontrar una empresa que lo administre.

El gobierno estatal de Río de Janeiro está atrasado varios meses en el pago de los sueldos de los maestros, los trabajadores de hospitales y las pensiones. Y ha reportado una actividad delictiva récord en el 2016 en casi todas las categorías, desde asesinatos hasta robos.

“Durante los Juegos Olímpicos la ciudad trató de hacer que todo funcionase”, expresó Oliver Stuenkel, un brasileño que enseña relaciones internacionales en la universidad Getulio Vargas. “Pero apenas terminaron los Juegos, todo se desintegró”.

La imagen de Río ¿mejoró o empeoró?

Los Juegos Olímpicos y, en menor medida, la Copa Mundial de fútbol del 2014, mostraron la realidad de Río, la ciudad famosa por sus playas, su carnaval y su estilo de vida sensual. Pero también sacaron a la luz la delincuencia, la contaminación y la corrupción.

Algunas obras asociadas a los Juegos y el Mundial han sido vinculados con una investigación que generó el arresto de decenas de políticos y empresarios por cobrar coimas.

Tres políticos involucrados con los Juegos _el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, el ex gobernador de Río Sergio Cabral y el ex alcalde de la ciudad Eduardo Paes_ han sido investigados. Cabral estuvo encarcelado acusado de corrupción.

“Los Juegos Olímpicos le dieron a la gente una idea de las dificultades que enfrenta Brasil”, dijo Stuenkel. “Tal vez no mejoró ni empeoró su imagen, pero dieron una idea más cabal”.

Deudas impagas

Sidney Levy, director ejecutivo del comité organizador de Río 2016, quiso hacer los Juegos con fondos privados exclusivamente y casi lo consigue. Su presupuesto de 3.000 millones de dólares _que no incluía la construcción de obras de infraestructura fue relativamente modesto para los parámetros olímpicos.

Pero a último momento tuvo que pedir 80 millones de dólares a la Municipalidad y al gobierno nacional para poder llevar a cabo los Juegos Paralímpicos. Consiguió solo 30 millones y los organizadores tienen que encontrar la forma de pagar el resto.

Hoy, Levy es un hombre casi olvidado. “Podía llamar al presidente, y me atendía”, asegura Levy. “Pero ni lo intento hoy. Puedo llamar al COI (Comité Olímpico Internacional) y a cualquiera, pero la gente tiene otras cosas entre manos ahora. Ya no somos prioridad”.

Levy dijo que los organizadores vieron esfumarse unos 200 millones de dólares a último momento porque los patrocinadores suspendieron costosos proyectos ante la llegada de la recesión.

Indicó que no se le pidió dinero al COI para pagar las deudas, pero admitió que el organismo aportó millones de dólares como adelanto antes de los Juegos.

"Todo fue muy duro", declaró Levy a la Associated Press. “Nunca pudimos disfrutar de los Juegos realmente. El 2016 fue un año muy feo. Es como escalar el Everest, el frío te parte los labios y no ves”.

Trenes, subterráneos y autobuses

Los proyectos relacionados con el transporte lucen mejor que los centros deportivos.

Se amplió una red de trenes, aunque a un precio supuestamente inflado de 3.000 millones de dólares.

También están funcionando un autobús con carriles preferenciales, un tren ligero y un puerto renovado, que se presta para ser recorrido a pie. El aeropuerto internacional de Río fue igualmente remodelado.

La gente que usa el nuevo tren se ha beneficiado, pero sigue habiendo congestionamientos de tráfico en la ciudad. Muchas de las mejoras tuvieron lugar en las zonas sur y este de la ciudad, las más acaudaladas.

“Las mejoras no fueron distribuidas equitativamente en la ciudad”, dijo Stuenkel, el profesor de ciencias políticas.

Consejos para Tokio 2020

Levy dijo que Tokio encarará desafíos muy diferentes. “Ellos ya tienen una sociedad que funciona bastante bien”, afirmó. “No tienen que demostrarle nada a nadie”.

Los costos de Tokio serán más altos y se está buscando la forma de reducir gastos innecesarios.

Levy planteó que se controlen las exigencias de las federaciones deportivas, que todas quieren un trato de cinco estrellas. Mencionó como ejemplo los eventos ecuestres.

“Querían 15 ambulancias para caballos”, dijo Levy. “Les ofrecimos nueve. Al final se necesitaban cuatro”.

Parque Olímpico, "Un shopping sin negocios ni clientes"

El Parque Olímpico es una ciudad fantasma. Instalaciones donde no hay actividades, sin gente; los jardines están bien arreglados ya que no hay tráfico de peatones.

“El estadio era hermoso”, expresó Wagner Tolvai, mientras recorría la zona con su novia Patricia Silva. “Pero todo está abandonado. Aquí no pasa nada, no hay nadie”.

Comparó el parque, que costó 800 millones de dólares, con un centro comercial “sin negocios ni clientes”.

El parque abre solo los fines de semana y no hay mucho que hacer, excepto caminar, andar en bicicleta o buscar un lugar a la sombra.

Cuatro estadios permanentes son administrados por el gobierno nacional. Entre ellos figura el centro olímpico de tenis, que fue usado este mes para un torneo de un día de vóleibol de playa. En una ciudad donde sobran las playas y la arena.

Todavía no se han desmantelado dos instalaciones temporales, las de natación y balonmano. El exterior de la instalación de natación se cae a pedazos y muchos de los paneles transparentes que cubrían el exterior se están deshilachando o cayendo al piso.

La piscina auxiliar, que estuvo cubierta durante los Juegos, está llena de agua estancada, barrosa.

Afuera del parque, el venerable Maracaná es el que más atención genera. Fue renovado para la Copa Mundial del 2014, a un costo de 500 millones de dólares. Fue casi que abandonado después de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Vándalos se robaron miles de asientos y algunos televisores.

“El Maracaná es el principal símbolo de la forma en que se manejaron los Juegos”, expresó Mauricio Santoro, profesor de ciencias políticas de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.

“La gran mayoría de los residentes de Río no irá nunca al campo de golf o a las sedes olímpicas. Pero el Maracaná es diferente. Es la joya de la corona”.

Cerca del Parque Olímpico, la villa de los deportistas, que costó mil millones de dólares y alojó a 10.000 atletas, está cercada y vacía. La empresa que la construyó dice que vendió solo 260 de sus 3.604 departamentos. El 7%.

El diario O Globo de Río dijo que el nuevo alcalde de Río, Marcelo Crivella, está gestionando préstamos hipotecarios baratos para que empleados públicos compren las unidades.

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