Río 2016: capital de la música, arte y ecología

La ceremonia inaugural de las Olimpiadas, en el Maracaná, optó por romper esquemas y hacer de sus señas de identidad su arma más poderosa.

Río 2016: capital de la música, arte y ecología

Con música de Gilberto Gil, arte típico brasileño y mucho ecologismo, arrancó la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Rio 2016, los primeros en Sudamérica.

Sin excentricidades ni lujos, los fuegos artificiales y la tecnología dieron paso a la imaginación, la música y la vasta cultura popular brasileña, cuando el gigante sudamericano vive una crisis económica y política sin precedentes.

Prevista su presentación en el programa inicial junto al presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, al final no sonó el nombre del presidente interino de Brasil, Michel Temer, quien apenas cosecha un nivel de aceptación del 22%.

Con la mitad de los brasileños en contra de los Juegos, según una encuesta de Datafolha, solo 37 representantes extranjeros, entre ellos el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, y los presidentes francés y argentino, François Hollande y Mauricio Macri, quisieron acompañarle, la mitad que en Pekín-2008 (80) y Londres-2012 (70).

Unos 500 manifestantes, con carteles como Juegos de la exclusión o Estado asesino, se acercaron en la tarde a 1.400 metros del estadio, y al final de la protesta fueron dispersados por la policía con gas pimienta y bombas de estruendo.

La presidenta suspendida, Dilma Rousseff, decidió no aceptar la invitación para asistir a la ceremonia porque no quería ser la Cenicienta de los Juegos.

“No creo que sea apropiado que la presidenta apartada asista a una ceremonia cuyo maestro de ceremonia es un presidente ilegítimo. En esta historia de los Juegos, yo soy la Cenicienta, la invitan a la fiesta, pero se tiene que ir antes, vive en las cenizas”, dijo recientemente al diario chileno La Tercera.

Verde que te quiero verde. “¡Terrícolas, reforestemos, salvemos el planeta!”, rezaban los creadores en su mensaje olímpico, lleno de referencias al cuidado y la protección del medioambiente.

Se apagaron las luces y “Aquele Abraço”, del inigualable Gilberto Gil, interpretada por el compositor Luiz Melodia, estrujó las almas de los espectadores en un escenario histórico. Si la Amazonia es el pulmón de Brasil, el Maracaná es el latido de sus corazones.

La canción de Gil, símbolo de la lucha contra la dictadura militar en Brasil, acompañó el vídeo de introducción, en el que varias panorámicas mostraban cómo el deporte está integrado en el estilo de vida de Rio.

De la música al arte. De las leyendas de las partituras a los genios de la geometría, como Athos Bulcao. Por momentos, las ondas de Copacabana se trasladaron al estadio y el símbolo de la paz presidió el escenario, inspirado en las formas y curvas de Oscar Niemeyer, el maestro brasileño de la arquitectura moderna. Ecología, arte y pacifismo.

Y entre figuras y melodías llegó uno de los momentos de la noche. Temer, quien debía ser presentado junto a Bach, según el programa oficial, decidió quedarse en un segundo plano.

Segundos después Paulinho da Viola, uno de los máximos exponentes de la música popular brasileña y el más destacado representante de la Escuela de Samba de Portela, entonara el himno nacional.

Diez estrellas del país, entre ellos el voleibolista Nalbert Bitencourt, oro en Atenas 2004, y cincuenta jóvenes promesas, pasearon mientras con la bandera nacional. Pasado y futuro.

La ceremonia, de cuatro horas de duración, contó con la presencia de la supermodelo Gisele Bündchen y la icono transgénero Lea T antes del desfile de las 207 delegaciones (las de los 205 países, entre ellos 271 rusos, así como la delegación de atletas independientes y la de refugiados).

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