Estamos en el horno, pero las empanadas no son nuestras y tampoco es nuestro el horno. Pertenecen a aquellos a los que les debemos o les podemos deber.
Al Gobierno argentino no le alcanza con lo que recauda entre sus habitantes, pobres víctimas de una situación que de ningún modo podemos dominar, estamos más desamparados que oveja en un congreso de zorros.
Ahí está el riesgo país, uno de los más altos entre tantos altos que hemos tenido. El riesgo país se entiende que está relacionado con la eventualidad de que un Estado soberano se vea imposibilitado o incapacitado de cumplir con sus obligaciones con algún agente extranjero, por razones fuera de los riesgos usuales que surgen de cualquier relación crediticia.
O sea no somos confiables. No nos prestan guita porque piensan que están perdiendo guita, no nos ayudan porque se dan cuenta de que esa ayuda va a quedar en “algún día te la voy a devolver”.
La confianza es algo que escasea en el país, entre nosotros, pero también entre nosotros y otros nosotros que andan por el mundo gozando de mejor vida y a los que les sobran algunos manguitos para tratar de hacer más manguitos de los que les sobras.
“Es el mercado, estúpido”, debería ser la frase que enmanrque esta situación más incómoda que calzoncillos de hilo sisal. Los mercados son tentadores, porque ellos tienen la posibilidad de acercar inversiones que nuestro país necesita imperiosamente.
Pero cuando se enteran de que el que solicita es nuestro país nos hacen un corte de manga que es demasiado elocuente.
Argentina necesita recuperarse a nivel económico, pero nuestra economía está cada vez más seca y lo que generamos los argentinos no alcanza para pagar lo que necesitamos los argentinos.
El refrán dice: cuando estás en un callejón sin salida, salí por la entrada, pero acá la entrada está cubierta de malezas y no se encuentra el rumbo adecuado.
Necesitamos pedir. Si analizamos las posibilidades que tiene este país en materia de recursos estamos en condiciones de prestar, no de pedir, pero las malas administraciones han hecho pelotita dicha posibilidad. Lo cierto es que no nos alcanza y no podemos darle a la maquinita de hacer dinero porque sin respaldo los billetes pasan a ser papeles impresos nada más.
Hay una entidad que sí nos presta, hasta ahora nos ha prestado miles de millones de dólares: el Fondo Monetario Internacional, que para eso fue creado, para ayudar a aquellos países que están soportando una situación más incómoda que dormir adentro de la heladera.
Dicen que los del Fondo en el fondo son buenos, pero no es tan así, en el fondo son tan exigentes que quieren que se les devuelva hasta el último morlaco cedido y con los intereses correspondientes. Es como un gran banco de las naciones que está dispuesto a prestar, pero a embargar también.
Entonces, como no podemos con semejante deuda se meten en nuestras cuestiones interiores y comienzan a sugerir: voy a decir mejor, a mandar, a que se tomen ciertas medidas para asegurar la plata que han desembolsado. Por lo tanto sugieren acciones de gobierno y es como si el país tuviese un gobierno doble, el elegido por el pueblo y el que eligió el mismo gobierno para salvarse del precipicio.
Ahora, con los desbarajustes que se han producido en la pasada elección, han cambiado las circunstancias de tal manera que el Fondo no sabe lo que va a ocurrir en el futuro con sus préstamos.
Le gustaría hablar con los que van a gobernar el país después de diciembre, pero resulta que eso no se sabe todavía, falta confirmar lo que parece ser una evidencia, pero institucionalmente todavía nadie está anotado en reemplazo de Mauricio y no es lo mismo hablar con un electo que con alguien que todavía es candidato.
Por eso el tumulto que ocurre en estos días, donde ha habido días negros y es probable que la negritud abarque otros días.
Se llama incertidumbre. El riesgo país aumenta, o sea cada vez tenemos menos posibilidades de ser ayudados. Esto tenemos que arreglarlo entre argentinos, pero ni nosotros mismos confiamos en nosotros.
Vivimos en un país riesgoso. Que nos lo vengan a decir a nosotros.