Riesgo país, país riesgoso

El aumento del riesgo país se traduce en una pérdida de valor de los bonos emitidos por el Tesoro o el Banco Central.

Riesgo país, país riesgoso
Riesgo país, país riesgoso

Desde hace varias semanas los ojos de los economistas y de los inversores financieros se posan en el indicador denominado “riesgo país”, que llegó a sobrepasar los 800 puntos b ásicos. Cada 100 puntos básicos es 1% de interés. Para tener una comparación digamos que países vecinos como Chile, Perú, Uruguay, Colombia y Brasil andan entre poco más de 100 puntos y no más de 250. Por otra parte, Argentina aumentó 200 puntos en el término de dos meses.

Este indicador denominado EMBI por su sigla en inglés y que se traduce: Indicador de Bonos de Mercados Emergentes, es elaborado por la empresa de servicios financieros J.P. Morgan Chase. Como todo indicador de riesgo de crédito estima la probabilidad de que el deudor no pueda al vencimiento afrontar el pago de la deuda. En este caso se trata de que el deudor es un país y más precisamente, la Argentina. El aumento riesgo país se traduce en una pérdida de valor de los bonos emitidos por el Tesoro o el Banco Central,  por lo tanto,  en una pérdida patrimonial de los tenedores de los mismos.

En términos sencillos mientras más alto es el indicador, más alta es la probabilidad, según la opinión de las entidades internacionales calificadoras de riesgo, de que el vencimiento de los bonos soberanos, bonos de todo tipo emitidos por el gobierno,  no puedan ser pagados. Es decir, se corre el riesgo de llegar al famoso y conocido default, que a fines del año 2001 fue irresponsablemente aplaudido por el Congreso nacional puesto de pie.

Pero antes de adentrarnos en el difícil asunto de por qué el riesgo país argentino es tan alto, en relación con los vecinos, vale considerar un aspecto de extraordinaria importancia del indicador para nuestra economía. El EMBI mide específicamente la sobretasa de interés que el país debería pagar a quienes nos prestan, por encima de la tasa a diez años del bono que emite el Tesoro de EEUU. Simplificando las cosas,  si ese bono paga una tasa, digamos, del 3% anual y nosotros queremos que nos presten, tendríamos que pagar ese 3% más el 8% de riesgo país. Es decir,  deberíamos pagar la exorbitante tasa del 11% en dólares. Obviamente endeudarse a ese costo no puede ser otra cosa que una insensatez, una irresponsabilidad del gobernante.

Cabe preguntarse por qué el riesgo país es tan alto, sobre todo en relación con los países vecinos que hemos mencionado anteriormente. Las causas son múltiples y van desde nuestra historia a la situación actual política, económica, de las finanzas públicas, la seguridad jurídica, entre las más importantes. En el primer caso como dice la expresión común "la historia nos condena", vale para deudor individual que no paga como para el país. Argentina ha incurrido en default (no pago de la deuda pública) en el siglo XIX, el XX y en el XXI. Es uno de los países con el triste record de defaulteador frecuente.

En materia económica y financiera la situación no ayuda en nada. El Gobierno de Cambiemos,  que recibió una situación catastrófica,  tuvo en su inicio importantes aciertos como el arreglo del anterior default y la salida del cepo cambiario, restableciendo la libertad de comprar moneda extranjera. Pero lamentablemente con la pesada herencia de un gasto público imposible de financiar en forma genuina, recurrió a un endeudamiento externo excesivo en una coyuntura de abundante liquidez y bajas tasas de interés.

El eufemismo de "colocar deuda" (por endeudarnos) se convirtió en la "virtuosa" política de los funcionarios de Hacienda. Por cierto,  nada se hizo para reducir el mal, el excesivo gasto público.

Por el contrario,  tanto a nivel nacional, provincial y municipal siguió aumentando. Llegó un día en que los prestamistas dijeron "no hay más", el default nos lo hicieron ellos. Los financistas internacionales no son sentimentales, se guían por los números, siempre duros y fríos, sean a favor o en contra.

La política, en un año electoral, tampoco ayuda, la incertidumbre está a la vista. Pero el mal de fondo es siempre el mismo: gastamos más de los que tenemos y encima gastamos muy mal.

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