"¿Sabés como hizo la fortuna el dueño de este supermercado? -me dijo con media sonrisa un compañero de laburo hace varios años-. Un día elaboró una botella de tomate, después la vendió y con eso hizo dos. Luego, comercializó esas dos y pudo, con lo recogido, preparar tres. Entonces... recibió una herencia y dejó de joder con las botellitas".
De esa historia me acordé cuando leí esta semana el post de la entonces ignota joven chilena Camila del Carpio que decidió cachetear el extendido concepto de la "meritocracia" a través de su cuenta de Facebook. La síntesis de la cartita que se volvió viral es: "Soy rica y no me he esforzado un puto día de mi vida".
Por sincretismo, coherencia, pero fundamentalmente por honestidad, vale la pena compartir algunos párrafos de este simpático sincericidio: "Que paja leer en muchos lados que 'para ganar plata hay que trabajar'; 'los ricos no se hacen por generación espontánea, se hacen ricos porque se sacan la cresta trabajando'; 'estos flojos quieren que les regalen todo'.
Lo digo desde mi posición, no de familia rica, pero sí pudiente: yo no me tuve que sacar la cresta para tener auto, me lo regalaron cuando salí de 4to medio; yo no me saqué la cresta levantándome temprano todos los días por 14 años para llegar a la hora al colegio después de viajar una hora colgando de la micro, porque me fueron a dejar en auto hasta que terminé el colegio; yo no me saqué la cresta trabajando para pagarme los estudios, porque mi papá me pagó las dos carreras y yo salí a los 27 con dos títulos y sin ninguna deuda", tipeaba Camila, recibida con el título de Administración en la Universidad de Santiago.
Y sigue como quien escupe el mito de que "el que es pobre de alguna manera se lo merece": "Sacarse la cresta no es una garantía de ser rico. Si fuera así, habría mucha gente rica: la señora de población que con suerte llegó a 5° básico y se levanta todos los días a las 4am para ir a trabajar al otro lado de la ciudad (donde supuestamente viven los ricos esforzados) recogiendo basura para dar de comer a sus 5 cabros chicos (que tuvo no por negligencia, sino por ignorancia y violencia)".
Con este tema hay mucha hipocresía. Algo similar sucede con las historias de los grandes emprendedores de internet a quienes se les ocurrió una idea para una app o una web y lograron montar un imperio económico a partir de ello.
¿Meritocracia?, perfecto, estoy totalmente de acuerdo. pero meritocracia en igualdad de condiciones. meritocracia cuando tuviste las mismas oportunidades que yo, cuando en tu jardín no te pegaban, cuando en tu colegio la educación era del mejor nivel, cuando no tenías que vender cosas en la calle para comprarte la comida y podías dedicarte a estudiar
Hay un discurso muy instalado en los mundillos del cine, de la tecnología o en el deporte (por nombrar sólo algunos): el que lucha por sus sueños, lo consigue. "Si vos te ponés a analizar, te vas a dar cuenta de que la mayoría de esos jóvenes genios que inventaron grandes apps en nuestro país, por ejemplo, provienen de familias adineradas. Entonces, es más fácil para ellos conseguir inversiones o al menos, poder dedicarse con tranquilidad a 'arriesgar' con sus ideas porque, total, dinero para comer no les va a faltar", me comentó alguien que la sabe lunga. Es decir, pueden jugar tranquilos al "geniecillo emprendedor" porque la joda se la banca el padre o la madre.
"Sólo hay que proponerse cambiar al mundo para lograrlo", suelen repetir los popes de Silicon Valley, la meca de las startups. No digo que no sea bonito el mensaje, digo que es injusto con los millones de tipos que se esfuerzan de igual manera pero tienen el techo pandito, porque -por ejemplo- en vez de haber nacido en California, nacieron en parajes de nuestro continente donde hay que caminar kilómetros para asistir a una clase de aritmética. Porque las oportunidades, lo sabemos, no son muy democráticas que digamos...
Hay que decirlo también: seguramente habrán muchos que, como dice mi abuela, se "pelaron el traste" para conseguir aquello que le dictaban sus sueños. Pero la frase de Camila sigue resonando en este mundo que castiga de antemano a los pobres por vagos, como si ya no tuvieran demasiado con lo de comer salteado: "¿Meritocracia?, perfecto, estoy totalmente de acuerdo. Pero meritocracia en igualdad de condiciones. Meritocracia cuando tuviste las mismas oportunidades que yo, cuando en tu jardín no te pegaban, cuando en tu colegio la educación era del mejor nivel, cuando no tenías que vender cosas en la calle para comprarte comida y podías dedicarte a estudiar; cuando en tu barrio habían espacios seguros para desarrollarse y no weones fumando y jalando en la esquina a las 2 de la tarde; cuando tenías el apoyo de tu familia en lugar de vivir solo, porque tu mamá tuvo dos empleos para poder mantenerte".
Hace un par de días, el post de la chica trasandina llevaba 7.858 me gusta, 1.326 comentarios, y era 6.483 veces compartido. Ella tuvo que salir a aclarar varias cosas tras la publicación de sus palabras en los medios chilenos: que sus padres sí se esforzaron para salir adelante en los 70, que tampoco es que sea millonaria y que nunca buscó esto de volverse viral.
Que espetó todo esto por una sola razón: "porque pienso que en este país faltan oportunidades para todos, no que las cosas no se consiguen sin esfuerzo. Todo requiere esfuerzo, pero es distinto cuando tienes que esforzarte para lograr cosas cuando tu entorno te apoya y tienes mucho avanzado, que cuando tienes que esforzarte por sobrevivir a penas".
Y lo escribió así: no puso "apenas", si no "a penas". ¿Se entiende la diferencia? No se me ocurre un mejor final.