"Señoras y señores, buenos días... (buenas tardes...) Venimos hoy dispuestos a jugar, y si lo conseguimos ustedes lo verán por... (nombre del equipo contrario) ... ra, ra, ra (levantando el brazo derecho por encima de la cabeza)”.
Todo aquel que alguna vez se puso la camiseta de Cepada, todo aquel que alguna vez lo enfrentó y todos aquellos que pasamos horas en el patio de la escuela Avelino Maure en esas tardes de amistades y disfrute, no podemos olvidar ese canto que era una marca registrada del club que creó el gran Ricardo Soloa allá en los albores de la década de 1970. Cepada es una marca registrada que a lo largo de casi cincuenta años ha dejado amistades irrompibles, parejas que terminaron formando familias y triunfos deportivos que sirven para enorgullecerse. Cómo también referentes como Mirta Sánchez (ver aparte) que fue comenzó a jugar allí y terminó formando parte de la selecciones nacionales de varias categorías.
"Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y, de cambio, no expropian las cuevas de Alí Baba. Pero quizás desencadenen la alegría del hacer y la traduzcan en actos. Y, al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable". Esta frase del escritor uruguayo Eduardo Galeano, quizás es la manera más sólida de pintar en toda su dimensión a un incansable laburador del deporte Mendoza, el profesor Ricardo Soloa.
El profe Soloa llegó al voleibol allá por 1952 integrando el conjunto de San Buenaventura. Jugó unos tres años, luego dirigió a Andes Talleres de 1957 a 1959, logrando el título de campeón; después el ciclo "famoso" de la Universidad Nacional de Cuyo que se quedó con doce títulos en forma consecutiva.
Luego pasó a FAE, también campeón y finalmente creó Cepada en 1971 y lo afilió en 1973. Propuso que la entidad se la denominara Centro Pablo Daguerre en homenaje a un amigo suyo, también profesor de gimnasia, que falleció siendo muy joven.
“En los fines de semana largos aprovechaba y organizaba torneos internos. Los equipos los formaba con dos alumnos de sexto, dos de quinto y dos de cuarto. Cuando un equipo perdía el saque el jugador de 6º salía y entraba el que estaba afuera. Lo mismo sucedía con los de 5º o 4º. El que ganaba el torneo podía venir una hora antes a la escuela a jugar, a las 7.30, porque se entraba a las 8.30. Cada recreo jugaba ese equipo; aprovechaba los recreos 10 minutos, lunes, miércoles y viernes (48 horas por año)”.
“La Escuela Avelino Maure fue campeona en distintos deportes: atletismo, basquetbol, fútbol, hándbol, sóftbol y por supuesto voleibol. En los campeonatos Evita y Hombre Nuevo logró el título de campeón argentino en cadetes femenino y masculino, y Cepada fue campeón mendocino en voley”, contaba con lógico orgullo Ricardo Soloa años después de haber dejado a su hijo caminando y viendo que muchos lo habían abandonado.
El “Gordo”, como se lo conoció desde siempre, siguió intentando generar deporte cuando allá por 1992 refundó su club. Quién mejor que Soloa, para desafiar lo indesafiable. Un incansable trabajador que fue un adelantado a sus tiempos. Al punto que consiguió que la Dirección General de Escuela diera un apoyo para la institución que había construido. Es decir que fue el creador de "El deporte en la escuela" que hoy es tan revolucionario.
"Aquí recibimos a niños de 6 años y personas mayores sin límite de edad. Generalmente son del barrio, aunque ahora vienen de distintos puntos del departamento de los vecinos de Las Heras, Capital, Guaymallén o Luján", contaba a Los Andes hace un tiempo una de las directoras de la escuela. Subrayó: "el objetivo de esta institución es la promoción de la salud a través del deporte y la contención social de grupos en riesgo".
La Dirección General de Escuelas colabora con las instalaciones y le paga al personal de limpieza y al plantel de profesores, más los entrenadores y jugadores ad honorem.
Soloa tenía una visión especial del juego: "Nunca hay que complicar al niño, al jugador, con demasiados conceptos técnicos. Jugar y jugar es la fórmula y contar con un par de líderes. En el caso de la UNCuyo era Mikaleff y Stracky. En Cepada, González y Cid. Luego en la cancha, una vez logrado el concepto de verdad que yo siempre quise en mis dirigidos, el respeto a todos los rivales, la ausencia de subestimación; que el 1 y el 4 solamente pasaran la pelota y circunstancialmente el 2 y el 5. La cortita solamente como un recurso, no como táctica, y mucha pegada. Un partido se gana con tantos y no con exquisiteces, no con jugadas elegantes. Se trata de rendimiento. Y mucho respeto. Puedo decir con orgullo que nunca me sacaron un jugador de la cancha.
Creo que como sistema, lo mío no estuvo equivocado y que resultó, dentro de las estructura que se brinda al deporte en el país. No hablo de sistemas importados, como el de Japón, porque ellos están muy lejos de nosotros. Como que especializan en las escuelas a niños de 5 y 6 años", asegura.
"El vóley me dio mucho: satisfacciones, amigos, trabajo, campeonatos, grandes jugadores. Mi lema fue siempre juzgar y hacer más como docente que como técnico y mi objetivo, hacer chicos honestos, creo que se cumplió. Me voy pero queda Cepada, acaso mi más legítimo y grande orgullo", confiesa.
“Dirigí equipos, seguí en la docencia hasta que me retiré, viajé, tengo la amistad de mucha gente. ¿qué más puedo pedir?”, decía quien falleció hace cuatro años.
El profesor en Los Andes
En el año 1979, Soloa decidió retirarse de la dirección técnica y seguir sólo como dirigente de su “criatura”, pero 23 años después lo refundó con la ayuda de los jugadores que el formó en sus inicios. A poco de fallecer, el entonces gobernador Cobos lo distinguió en la escuela Maure y todo eso lo reflejó Los Andes en estas páginas.