Hace tres años que Ricardo Mirabelli no pisa su provincia. En 2014 fue su última visita; entonces se lució en un concierto junto a la pianista Teresita D'Amico.
Pero esta vez viene a concretar diferentes proyectos que quedaron en el tintero y supone que el 2017 será el inicio de un próspero camino.
Hoy y luego de más de veinte años de carrera, Ricardo Mirabelli es el único tenor mendocino radicado en Europa que actuó en los escenarios más importantes del continente y además de formarse con grandes maestros, sigue cultivando su camino internacional en el mundo del canto lírico y popular.
“Queremos crear un punto de referencia, para crear un impulso no solo a la lírica, si no a la música cantada, sin necesidad de encuadrarse en la lírica. Un poco más popular”, sintetiza durante su visita a Mendoza, en la que aprovecha a visitar a sus seres queridos.
De familia de artistas (su hermano Fabián es actor y Eduardo es músico) , el mendocino a muy temprana edad viajó a Buenos Aires y ese fue el punto de inicio para su extensa carrera.
-Venís de familia de artistas, el arte ¿se gestó ahí?
-Nosotros tenemos una base artística en casa, que en su momento era muy amateur. Después cada uno de nosotros nos fuimos autodisciplinando. Hay una base muy bonita familiar. Porque estimular a un niño a hacer algo que tenga que ver con la cultura, es ya un apoyo. En nuestra cultura nos parece utópico.
-¿Qué fue lo más duro que tuviste que pasar desde que te fuiste de Buenos Aires?
-Primero viví en Nueva York un tiempo, fui a audicionar porque es el centro mundial de la música clásica. Y de ahí recibí algunos consejos y como soy ciudadano italiano decidí irme a ese país. La parte más dura fue el inicio, porque fue empezar todo de cero. Lo que sí, le doy muchas gracias a mi país por la formación.
Es verdad que también di mucho de mí mismo y perfeccioné los idiomas y demás. La música a nivel técnico la aprendí aquí. Incluso, cuando he tenido críticas, me han preguntado: “¿Dónde estudiaste?”
Y lo hacían con un sentido de interés, porque veían una seguridad en mí. Me di cuenta que todo lo que aprendí valía la pena. Y empecé a admirar a mis maestros, que a veces uno menosprecia lo que te dicen acá.
La experiencia que podemos dar los que somos de acá es diferente. Los maestros que tuve en Buenos Aires me dieron muchos consejos válidos.
-Pero no fue un comienzo fácil y mucho menos en un circuito tan selectivo...
-Lo más duro fue golpear puertas. Y al principio hice de todo, trabajé desde una fábrica de autos hasta limpieza de oficinas. Pero en el corto tiempo que llegué a Italia, me encontré una persona con un ojo clínico que me guió en la carrera.
La lírica es una disciplina selectiva. Hay que tener convicción para hacer este arte y mucha preparación. Porque cuando te encontrás con colegas que fueron seleccionados y vos no, te preguntás por qué. Hay razonamientos que juegan en contra y te autoboicoteás.
Ya desde sus primeras experiencias encontró las armas para curtirse en el escenario y en este competitivo ambiente. “Una vez me pasó que fui a Zurich a sustituir a un cantante. Era en el inicio de mi carrera y no sabía donde iba. Entonces, no sabía que en Zúrich estaba nevando. Y yo me fui desabrigado, porque en Milán es más cálido el clima. Cuando bajé del avión me encontré con la nieve; llegué al teatro a las tres de la tarde y el concierto era a las seis. Mientras me medían la ropa, el maestro me decía los cortes de la partitura. Lo repasamos en unos minutos y me dijo: ‘Nos vemos en el escenario’. Y fue mi primera experiencia de sustitución”.
A lo largo del camino, se formó con Luigi Alva , Rockwell Blake, Robert Kettelson y Franca Mattiucci. Además de colaborar con directores de la talla de Riccardo Muti , Claudio Abbado , Marcello Viotti, Gabrielle Ferro, Marcello Rota, entre otros. Y una de sus valiosas experiencias fue compartir escenario con Luciano Pavarotti en la ópera “El elixir de amor”.
-¿Qué es lo más bonito que recordás de todo lo que has vivido?
-Creo que las experiencias más bonitas es haber encontrado grandes artistas, con los que te sentís reflejados. Grandes maestros como Luis Alva, que es el tenor de María Cala. Vive cerca de mi casa y es una persona exquisita, que me aconseja y seguimos compartiendo momentos.
Hasta hace poco fue maestro en la Scala de Milán. A él lo dirigió Toscanini. A Pavarotti me lo encontré en Módena, donde hacíamos el “El Elixir de Amore”. Esas son experiencias lindas, que te hacen sentir mejor y recibir de estos personajes algunas palabras.
-¿En algún momento te obnubilaste con las oportunidades que tuviste a lo largo de tu carrera?
-Si algo aprendí en la carrera de la música clásica es pasar “Della stela al stalla”, un dicho en italiano. De las estrellas al establo, donde están las vacas (ríe). Eso no te lo enseña nadie, ningún maestro se dedica a la parte humano. Tuve un solo maestro en Buenos Aires que me habló de estas cosas.
Esa es la riqueza que yo necesitaba. Muchos de mis colegas en Europa no la tienen, es todo técnica y se sufre mucho después. Cuanto más sales, se siente más fuerte cuando caés. Tenés que saber caer. Mi maestro Liborio Simonella me dijo: “Si eres un buen ser humano, vas a ser un buen artista”.
Y además mi padre siempre me recalca que no me olvide de donde vengo. A propósito de eso, hace muchos años me compré un auto deportivo y después tuve la oportunidad de comprarme un Fiat 600. Simplemente para no olvidarme de donde venía.
-Igualmente vos siempre tenés a Mendoza presente. De hecho cantaste en el Bicentenario. Me imagino que fue algo especial para vos...
-Para mí eso fue emocionante, se me pone la piel de gallina. He recorrido muchas ciudades y Dios me ha dado mucho más de lo que pensaba. Y una de las cosas bonitas que he disfrutado es poder viajar y conocer.
Pero cuando hablo de mi ciudad, hablo de un lugar relevante. Mendoza siempre está presente.
-También te has volcado a los géneros populares...
-No me encuadro exclusivamente en la lírica, he salido de ahí. Además de los encuadres corales, hice conciertos de música popular. En Italia hice la Misa Criolla con total éxito y la grabé ahora en diciembre. Hago música Gospel y presento mi CD de música Gospel en español. Hay que ser flexible.
-La lírica en Italia, ¿mantiene su público?
-Cambió y hay muchísimos jóvenes. Los teatro se llenan cuando hay lírica. El problema que caen las organizaciones que hacen lírica, pero ese es un problema de gestión italiana. Porque en los países del este de Europa es otra cosa.
Primero Mendoza
En cada oportunidad que puede, Ricardo Mirabelli piensa en su tierra natal. Quiere compartir sus vivencias y su talento.
“Este es el momento adecuado, además quiero ofrecerle al público mendocino un espectáculo entretenido, buena música. Y ofrecerles a los más jóvenes la posibilidad de que conozcan una voz que les cuente. Que conozcan ese mundo para los que se quieren ir o conocer. Siempre fui muy abierto a experiencias, porque hasta el último que llega te puede dar algo”.
Tras una serie de conciertos en Milán con la ópera Don Giovanni y el Requiem de Mozart, planea regresar en mayo para ser parte de las celebraciones patrias y luego volver en diciembre.
“El 25 de mayo nos dieron la posibilidad de hacer nuevamente la Gala, que no se va a hacer en el teatro si no en la explanada de la Casa de Gobierno. Hemos propuestos himnos nacionales nuestros, cuecas y mantener un repertorio por la época de mayo”.
Con los chicos
Pero además guarda un anhelado trabajo con las orquestas infanto juveniles, de barrios marginales.
“El proyecto mío fundamental es con las orquestas de niños. Conocí al maestro Claudio Ball que tenía un proyecto de recuperar las orquesta de jóvenes y niños. Y Mendoza mantuvo las orquesta de infanto juveniles de barrios carenciados. Y yo quiero involucrar esas orquestas en alguno de mis conciertos. Prepararlos, darle la oportunidad a los niños, un objetivo de ser estimulados, que van a hacer un buen concierto, para que ellos tengan un oportunidad más. En el 2014 visité una de las orquestas y los vi muy entusiasmados. Cada uno con su carácter, pero si les imponés metas, pueden hacerlo. La idea es no solo recuperar al niño, si no cambiar un poquito el entorno familiar. Que el padre o la madre prepare una camisa blanca y pantalón negro para una noche de concierto y que ellos puedan ir al teatro a verlos. El teatro está para el pueblo. Esto lo queremos proponer para mayo, aunque sea preparar una obra con la orquesta. Pero también para diciembre, hacer la Misa Criolla en el Challao”.