Tiene la humildad de los grandes. Habla justo y lo preciso, pero cuando comienza a contar sus experiencias archiva su timidez para darle paso a su pasión. Una pasión que nació hace casi veinte años, cuando Ricardo Encinas se decidió a insertarse en el mundo del deporte de fuerza. Y es que aquel chico palmirense que arrancó queriendo cumplir el sueño de competir en el hombre más fuerte del mundo, le ha dado lugar a este hombre que hoy brilla a nivel nacional y Sudamericano en el levantamiento de pesas en banco.
Con sus 54 años, cuenta que se entrena dos horas diarias para poder mantenerse en lo más alto de su disciplina. Sólo así ha podido estar en el podio del continente desde 2012 hasta la fecha. “El primer Sudamericano que gané fue en el 2012, después fue subcampeón en el 2013 en Uruguay y desde allí me he quedado con los títulos en forma consecutiva. En el 2014 hice récords sudamericanos en las dos especialidades (equipado y sin equipamientos)”, repasa mientras se le infla el pecho.
“Soy muy competitivo”, dice en la puerta de su quiosco (Pulgarcito) en el Palmira natal. ¿Por qué Pulgarcito? “porque mi papá siempre me decía que era un chiquito que se transformaba en gigante y eso es lo que yo he intentado hacer”, aclara.
También cuenta que, como todo deportistas amateurs, la economía le ha prohibido seguir creciendo. “Para competir en cada una de las categorías hay que pagar 100 dólares y por ejemplo en el último sudamericano, cuando yo viajé el cambio estaba a 40 pesos. Es decir que inscribirme en las dos competencias eran 8.000 pesos. A veces, cuando la situación ha sido diferente en cuanto al cambio, también he competido en la categoría Open (pueden participar todos sin límite de edad) y me ha ido bien, es que yo tengo como mejor marca 201 kilos, algo que no muchos llegan en Sudamérica”.
Comenta que sus hijos (Ricardo Agustín y Santiago José) juegan al fútbol, “los dos son arqueros de Palmira. Yo les inculco que hay que esforzarse para conseguir éxitos. Eso es lo que siento. Si querés hacer algo, tenés que ponerle toda la garra. Ojalá puedan llegar a ser bueno en lo suyo”.
En el final, casi como al pasar, entre risas, recuerda que hace unos años también brilló en el atletismo. “Cómo buen palmirense, empecé haciendo atletismo cuando era chico con Cacho Espíndola, Gladys Ortega y Elina Urbano, entre otros. Mi especialidad era salto en alto. Hace unos años Cacho me pidió que participara en un argentino de atletismo en lanzamiento de bala y le dije que me inscribiera también en salto. ‘Esto es como andar en bicicleta, no se olvida’, le dije”, narra quien está casado con Nora Morán, su compañera inseparable en este viaje.
“Quedé quinto en bala y tercero en salto. Cuando me vieron entrar a la pista, los rivales no me tenían confianza. ‘Pensamos mirá los mendocinos estos que pusieron un gordo solo para juntar puntos’, me dijo uno de los competidores que me terminó felicitando. La verdad que podía dar más, pero agoté físicamente y no pude saltar más”, rememora mientras sus ojos se llenan de lágrimas, pero de esas lágrimas de emoción que siempre son lindas que visiten nuestras pupilas.
Así este luchador mendocino que debería tener la posibilidad de que se lo ayude para cumplir el sueño de estar en el Mundial de República Checa en el 2020 y poder medirse con los mejores del mundo. Viene de ganar su octava Llama deportiva, “sólo me faltó ganar la primera para hacer cartón lleno”, dice y de ser reconocido por la Legislatura de la provincia. Un orgullo de nuestro deporte, un personaje que merece salir del anonimato.