Ricardo Darín: “Hay un descrédito general de la política”

Pasó por Cannes para presentar “La cordillera”, la película de Santiago Mitre donde compone a un presidente ficticio pero parecido a todos. Aquí habla también de su próximo film, que lo unirá a Penélope Cruz y Javier Bardem con dirección del iraní Asghar

Ricardo Darín: “Hay un descrédito general de  la política”

Hizo una visita relámpago al Festival de Cannes para presentar "La cordillera", la película de Santiago Mitre que protagoniza y que compitió en la sección paralela "Una cierta mirada", donde fue muy bien recibida por el público.

Hoy, Ricardo Darín puede darse el lujo de trabajar sólo en los proyectos que lo entusiasman, sabiendo que es el actor argentino que mejor cotiza en el mundo y que puede saltar de la comedia al drama y al thriller con la misma facilidad con la que sonríe.

En “La cordillera” encarna a Hernán Blanco, un presidente argentino de ficción que vive una difícil encrucijada entre una reunión cumbre latinoamericana en Chile y una sorpresiva crisis en la relación con su hija Marina (Dolores Fonzi) y un misterioso ex novio de ella.

El protagonista de clásicos como “El aura” y “Nueve reinas” cuenta qué lo apasionó de este guión escrito por el mismo Mitre y por el también cineasta Mariano Llinás.

-La película empieza de una forma, sigue de otra y deja la sensación de que lo que se oculta es mucho peor de lo que se ve...

-Sí, es una historia con muchos vaivenes, una película que va mutando desde que empieza y en la que confluyen varios géneros, desde el thriller al realismo mágico. Al principio no lo veía con tanta claridad, pero en cuanto leí el guión me encantó la forma en la que presenta a los personajes y cómo los va enganchando en situaciones cada vez más retorcidas, mas desarmadas. Si bien la película no es absolutamente coral, tiene muchos personajes. Todos ingresan a jugar y juegan. Creo que va a dar que hablar...

-¿El tema tiene alguna relación con la política real?

-Va a ser imposible que la gente no busque paralelismos. La película tiene en su génesis ya algo polémico. Se puede hablar hasta de una disconformidad con el sistema político. Mitre en “El estudiante” fue a la génesis, después pasó a lo social con “La patota” y ahora va por más, y por eso ya tengo ganas de ver su próxima película, adónde va su cabeza, porque es un tipo que todo el tiempo está pensando. Además tiene una forma muy amistosa en el trabajo, fue un placer trabajar con él, todo el mundo lo pasa bomba, es bastante cabezón pero todo el mundo lo escucha porque le da la oportunidad a todos de expresarse.

-¿Y cómo es este Hernán Blanco que usted interpreta? ¿Se parece a algún presidente en particular?

-Cada uno tendrá libertad para interpretarlo a su manera, de decir que es parecido a fulano o mengano por haber dicho algo, por cómo se mueve o vaya a saber por qué. Eso es parte de la libertad de cada uno, pero no es esa la intención de la película sino saber qué pasa con estos tipos lidiando con la responsabilidad y el compromiso de tener que decidir por y para millones de personas y, al mismo tiempo, hacerlo con su propia vida, que es algo que como ciudadanos no tenemos en cuenta. Difícilmente podamos evaluar una gestión, pensando que el tipo pudo tener 40 grados de fiebre cuando se mandó esa cagada o no, o que venía peleando con su ex mujer... Es como si nosotros lo tuviésemos borrado para el análisis.

-¿Cree que es difícil ser presidente?

-Por supuesto, mucho. Sobre todo en una época como esta donde hay un descrédito general de la política en todo el mundo. La gente está asqueada de la política tradicional y prefiere tirarse a la pileta a ciegas, sin saber de quién se trata ese personaje con tal de que sea diferente a lo anterior, ni las consecuencias... Es una cosa rarísima, y pasa en todos lados.

-¿Y qué tan difícil fue construir al personaje?

-Una de las cosas que me gustó es que si bien el relato especula con eso de la construcción de su pasado, con eso del hombre común, no se trata de un hombre común. Hombre común es el que no tiene acceso a cosas que van más allá de su propia vida, de sus decisiones cotidianas. Yo estoy acostumbrado a personajes que son tipos comunes en situaciones extraordinarias. Este es un personaje que no es común sino el presidente de un país, en una situación en la que tiene que lidiar con otros tábanos, en una situación de tensión, en la que aparentemente la “hermandad latinoamericana” es el paraguas que cubre la cumbre pero... cada uno está jugando su propio partido, además de obstáculos internos y, como si eso fuera poco, aparece la historia con su hija.

-Las redes y los medios ayudan a que en política haya una mayor exposición de vidas personales pero no de análisis políticos reales.

-Ahí tenés el caso fresco del nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, donde todo el mundo parece más preocupado por la diferencia de edad con su esposa (él es 25 años menor que ella) que por el peso político que ella tiene al haber sido de algún modo su formadora. La gente tiene un gran descontento con la política y estamos siendo testigos y protagonistas de un momento bisagra. Un amigo mío siempre dice que para él el problema de la política es cuando se convirtió en un oficio, dejó de ser una vocación para el bien común y pasó a ser un oficio, por eso estamos frenados y nos quedamos afuera. Ganó Trump... ¿y quién pensaba que iba a ganar Trump?

-¿Alguna vez pensó que iba a llegar a hacer un personaje como éste?

-No, nunca. En otras oportunidades me ofrecieron personajes históricos, que existieron, y siempre me negué porque no me interesa la posibilidad de emular o copiar a alguien. No me gusta para nada. Fueron cuatro o cinco veces y siempre respondí igual. Esta vez la propuesta era construir un presidente de ficción y tuvimos cuidado de que no se pareciera específicamente a ninguno, que tuviese su propia identidad para meterlo en un contexto de presión extrema.

-¿Cree que existe un cine iberoamericano?

-Para mí es una abstracción, hay una gran intención de fraternidad y vamos por buen camino, pero todavía no se ha cristalizado, no podemos hablar de industria iberoamericana como tal. “La cordillera” (en la que también aparecen los actores chilenos Paulina García y Alfredo Castro y la española Elena Anaya) es una muy clara intención de muestra de posibilidades.

Con acento iraní

-Su próxima película será con el oscarizado director iraní Asghar Farhadi, junto a Penélope Cruz y Javier Bardem. ¿Qué expectativas tiene?

-Bueno, rodar con Farhadi es un desafío. Allá voy. Para mí es una experiencia inédita trabajar con un hombre como él, y además junto a Penélope y Javier. Todos estamos yendo hacia él en forma absolutamente confiada y entregados. Me encantó su película "El viajante", que ganó el Oscar este año, y también "Una separación", que ganó en 2011.

-¿Tiene idea de qué se tratará la película?

-Sé muy poco en realidad. Sólo que se trata de un drama y que vamos a empezar a rodar en Madrid en agosto.

-¿Tiene otros proyectos en carpeta?

-Con mi hijo (Chino Darín) he conformado una productora de cine en Argentina. Nos llegan proyectos de todos lados. Estamos lidiando precisamente con eso y armando nuestros propios proyectos. Supongo que en el futuro tendremos mucha tela para cortar. También estoy en el teatro, en Buenos Aires. Por eso solo me quedo en Cannes dos días. Estoy actuando en la obra "Escenas de la vida conyugal" con Erica Rivas. Luego vamos a hacerla en España, en Barcelona,
Madrid y Bilbao.

-¿Le queda algún papel por hacer que aún no le hayan propuesto?

-Me encantaría hacer un buen villano, de esos que aparecen en la mitad de una historia y se roban la película. Pero en general no me convocan para ese tipo de papeles. Ojalá algún día se me dé.

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