Ricardo Bustos: el que más sabe de bicicletas en Rodeo

A los 13 años ya era bicicletero, un oficio que solo abandonó en sus 83 años de vida cuando le tocó hacer la colimba. Hasta su taller en la ruta 50 se acercan vecinos, amigos y todo aquel que necesite un arreglo o un repuesto para su bici. Pero también pa

Ricardo Bustos: el que más sabe de bicicletas en Rodeo

Las manos lo delatan. O al menos, permiten orientar las ideas respecto de su oficio. El entorno rápidamente lo confirma. Hay cubiertas colgadas por todos lados e igual cantidad de llantas. Y hay algunas bicicletas que se balancean en el aire.

Debajo y en medio, dueño y soberano, se encuentra Ricardo Bustos, de 83 años, cuya presencia se manifiesta en un andar tranquilo, en un hablar pausado, en los gestos acostumbrados a las distancias de su taller. Son precisos, justos, conocedores del lugar que ocupa cada cosa en su estantería o en el piso. Ricardo habla mirando el horizonte de cuatro paredes donde funciona el local que ha administrado durante 40 años, realizando el oficio que le alimentó las energías durante siete décadas. 
En el taller

Jesús Ricardo Bustos nació en Rodeo del Medio en 1934 y con solo 13 años comenzó a ejercer como bicicletero: primero como aprendiz, luego como empleado y más tarde como jefe. De pibe, trabajó en tres lugares antes de hacer la colimba.

“En el centro, en la calle General Paz; en Casa Parra, que en esa época tenía bicicletas y motos; y luego en Rodeo de la Cruz, hasta 1955. Después me tocó el servicio militar, que fue bravo porque fue con la Libertadora”, advierte en tono serio.

Mientras habla, Chiquita (“no pongás mi nombre, todo el mundo me dice así”), su esposa desde hace 53 años, va mechando la historia del hombre con anécdotas curiosas. Es su relevo natural, su “mano derecha”, como ella misma dice.

Con Chiquita, Ricardo tuvo tres hijas: Graciela, Sandra y Viviana. “Pero como no tuvimos ningún varón yo me convertí en su socia”, cuenta entre risas la mujer, con quien tiene 7 nietos que no seguirán el oficio del abuelo.

Él en 1956 empezó con su negocio de manera particular. “Independiente”, señala reafirmando su condición de patrón. “Fue en la ruta 7, en el lugar que todo el mundo conoce como El Topón. Ahí estuve 20 años, cuando me mudé a donde estoy ahora”, describe.

La bicicletería Bustos está ubicada en el corazón de Rodeo del Medio, a unos pasos del Santuario de María Auxiliadora. “Me gusta atender bien a la gente, respetarla, creo que ése es el secreto para durar tanto. Pero también es un lugar al que se puede venir a charlar, sean clientes o no. Podés hablar de deporte o de cualquier cosa, cada uno con sus ideas. Por suerte tengo muchos amigos de muchos años que siempre pasan”, reconoce Ricardo, quien ganó dos reconocimientos -aunque Chiquita dice que tiene más-: uno del Rotary (Servir es mi ocupación) y otro que le otorgó el Concejo Deliberante de Maipú en 2012 como vecino destacado.

En la bici

Ricardo asegura haber andado en bicicleta desde los 16 años y que sólo la abandonó, como jinete, hace algún tiempo cuando vendió una que era “joya nunca taxi”. “Corría carreras como aficionado en las fiestas patrias, después siempre trabajé como auxilio con los profesionales”, recuerda.

Este bicicletero fue presidente del área ciclismo en el Club Deportivo Rodeo del Medio y tuvo a su cargo el equipo de profesionales de las dos ruedas. Según sus palabras, tuvo ciclistas que siempre anduvieron muy bien. De ellos recuerda a Roberto y Marcos Bordón, Mario Silva, Eduardo Pizarro y Manuel Campillay. “Ponelos, siempre pasan por el negocio y les va a gustar”, cuenta con sencillez el hombre, humilde por demás.

De los clientes habituales, remarca que son muchos y que hasta ha llegado a atender a cuatro generaciones de la misma familia. “Empecé por los viejitos y ahora recibo a los bisnietos”, señala.

Dice que el trabajo ha tenido sus épocas difíciles pero que nunca le faltó algo por hacer, ya que cuando no arreglaba bicicletas hacía arreglos de estufas o de camiones. Durante una época llegó a adaptar 300 cocinas que funcionaban a querosén para adecuarlas al gas.

“Esta es zona de campaña con fincas, galpones y chacras, además de la escuela. Por lo que mucha gente se mueve en bicicleta. Por eso siempre hay algo que hacer”, argumenta el mecánico de bicicletas y artesano de sus repuestos.

Ricardo es uno de los tantos jubilados del país que sigue trabajando por pasión a su labor de toda la vida. Un día empezó a avisar que no iba a trabajar más, que solamente iba a vender bicicletas y sus repuestos, pero la gente siguió acudiendo a él para el arreglo de sus vehículos de dos ruedas.

Para terminar, y con los recuerdos al alcance de la mano, reflexiona: “No me molesta para nada lo que hago, lo hago con amor y pasión. No es algo que pensé dejar de hacer, nunca cambié de trabajo y nunca lo haría. Tampoco elegiría algo distinto si pudiera volver a empezar. Yo espero poder vivir muchos años más haciendo esto, junto a mi familia. He tratado de cumplir con lo que Dios me mandó a hacer”.

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