La confesión sucedió en un bar de Barracas, durante una entrevista, a finales del año pasado. Pero no se trataba de un detalle nuevo. Javier Cantero, el presidente de Independiente, lo contó y lo cuenta sin vueltas: “Me gusta más ganarle a Boca que a Racing”. Lo decía y lo dice como hincha. Y, se sabe, no es el único. Al borde del Riachuelo -en Barracas, en La Boca-el duelo entre el Xeneize y el Rojo es una suerte de Superclásico alternativo.
Lo cuenta la historia del vecindario. Y también dos aspectos relevantes que exceden cualquier geografía: son los dos equipos más campeones a nivel internacional y los únicos que no descendieron desde su arribo a Primera, hace un siglo. Por eso, más allá de los tres puntos que estarán en juego mañana por el torneo Final, también está presente y en disputa el largo recorrido de uno y de otro.
En varios de los pasillos de La Bombonera se lee un eslogan: “Boca, Rey Mundial de Clubes”.
Allí, sostienen que ellos son los más campeones del universo. Y contando a partir de la irrupción de las competiciones internacionales modernas (en 1955), es cierto: suma 18 consagraciones, al igual que el Milan, de Italia. Justo detrás de ellos, a un título, se ubica el gigante de estos días, Barcelona. Independiente es el cuarto, con 16, uno por encima del Real Madrid. Sin embargo, nadie puede contra esa marca registrada nacida hace varios años y hasta patentada: Independiente es para siempre el Rey de Copas.
Así lo define la tradición. Y hay una certeza al respecto: es el más campeón de la competición más importante de América, la Libertadores, esa que alzó en siete ocasiones, una más que Boca. Quizá el Mundial de Clubes (nacido en 2000 y disputado ininterrumpidamente desde 2005) sea el perfecto desafío para una suerte de desempate entre ambos. Pero hoy, ahora, parece un objetivo lejano. Sobre todo para los de Avellaneda. Boca, aunque con tropiezos, al menos camina por la actual edición copera.
Sucede que Independiente, por primera vez en su vida de gloria, corre serio riesgo de descenso. El equipo de Gallego ocupa el decimoctavo puesto en los promedios. Es decir: si el torneo finalizara antes del clásico de mañana, Independiente debería jugar la próxima temporada en la B Nacional. Para colmo, no es sencillo el escenario: está a 10 puntos de Argentinos y a 12 de San Lorenzo, los dos rivales más cercanos entre los que dividen por tres campañas. Está claro, de todos modos: sus principales enemigos en la disputa son San Martín de San Juan (19), Quilmes y Rafaela, los dos que están justo por encima. Unión, el último, mucho se parece a un condenado.
La situación incómoda del Rojo representa un entusiasmo para Boca. Si el equipo de Avellaneda desciende, el Xeneize se jactará de ser el único que nunca retrocedió de Primera. En consecuencia, la cita en el Libertadores de América tiene para los de La Ribera ese valor agregado: el del posible empujón. Es cierto, se trata mucho más de una idea vinculada a los hinchas que a los futbolistas o a los cuerpos técnicos de estos días. Pero resulta también motivo de diálogo. Al menos, eso es lo que surge de las declaraciones de los protagonistas, a modo de pretendido eco de la voluntad de los simpatizantes que les hacen saber su deseo.
La actual edición de este derby nacido en 1915 (el partido inaugural, con Independiente como local en la vieja cancha de Avenida Mitre, finalizó 1-1) contará además con dos protagonistas estelares, sus técnicos. De un lado estará el dueño del ciclo más exitoso de la historia de Boca.
Del otro, el DT que (en 2002) le dio el último título a Independiente. En definitiva, dos de las caras más reconocibles que puede ofrecer el vigente torneo. Hay una cuestión agregada que los vincula: el pasado de Gallego como futbolista y técnico del más campeón del fútbol argentino (River) resulta insoslayable. Para el Tolo es un Superclásico por donde se lo mire. No es casualidad: cada vez que se le pregunta al respecto ofrece esa sonrisa de superado. Los que lo conocen en detalle expresan que se trata de un modo de decir que algo grande está por suceder. Como en este caso.
En síntesis, mañana se jugarán noventa minutos en los que se pueden determinar rumbos, incluso más allá de las tablas (posiciones y promedios). Lo saben de un lado y también del otro: el duelo de Reyes, esta vez, pone en juego ese exclusivo orgullo de ser perpetuamente de Primera. Nada menos.