La revolución pacífica de Francisco en la Iglesia

Los seis meses de reinado papal de Francisco comenzaron a mostrar la impronta con la que el Pontífice argentino pretende conducir a la Iglesia Católica de aquí en adelante.

La revolución pacífica de Francisco en la Iglesia

Con su llamado a no condenar al matrimonio entre personas de un mismo sexo, a las mujeres que en algún momento abortaron y a los que se casaron sacramentalmente pero luego se divorciaron, el papa Francisco resalta la tolerancia y la comprensión a la que, según su concepción religiosa, deben recurrir los cristianos.

Algunos analistas definen estas actitudes como las de quien pretende producir una revolución pacífica dentro de la Iglesia. No resigna en absoluto la doctrina sino que firma y confirma la misericordia que predica Jesús en el Evangelio.

De ningún modo hubo, en la concepción doctrinaria católica del Papa, una aceptación del aborto por el aborto mismo, ni de la práctica homosexual ni de producir una separación matrimonial por el simple hecho de no afrontar los compromisos y las dificultades lógicas de toda vida en pareja.

De lo que se habla es de un cambio de actitud por parte de los cristianos hacia el mundo que los rodea y con el que les toca vivir diariamente.

Una cuestión cultural, para que la Iglesia modere la imagen de castigo que aleja voluntades y se transforme, tal vez, en una institución que se acerque a la gente a través del amor y la compresión de cada uno hacia los demás.

De ningún modo se puede decir que el Papa argentino está renunciando a sus convicciones personales en cuanto a la religión, sino que sale a reafirmar la tolerancia y la comprensión de los cristianos como modo de acercamiento hacia todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Obviamente, este importante paso hace que Francisco tenga que librar una durísima batalla interna en la Iglesia. Porque, en definitiva, lo que sí busca con urgencia es que los corruptos y los inmorales dejen de ocupar lugares estratégicos de conducción, para los cuales deben estar llamados quienes comulguen con la fe y la humildad cristianas.

Es una política de apertura de la Iglesia que ya insinuó claramente el Pontífice en su histórica visita a Brasil con motivo del evento mundial de la juventud.

En esa oportunidad Francisco reclamó a los jóvenes salir de las estructuras rígidas de la institución religiosa para ir a buscar cristianos, que no es otra cosa que interesarse por los demás, ricos y pobres, priorizando la dignidad del ser humano sobre hechos circunstanciales.

Y también les pidió a los sacerdotes, obispos y presbíteros, aceptar y facilitar ese cambio de actitud de los feligreses a su cargo.

En síntesis, Francisco libra dos batallas pacíficas, pero enérgicas al mismo tiempo, en la búsqueda de una renovación de la Iglesia.

Hacia adentro, busca erradicar las prácticas nocivas que erosionan las estructuras de la institución y ahuyentar a las personas.

Hacia afuera, apela al sentido común y a la misericordia cristiana para entender y comprender aquellas conductas, que aun sin compartirse, no por ello deben ser condenadas por el Papa.

Una cruzada para valorar que no sólo ha revolucionado profundamente a la Iglesia por dentro -condición imprescindible para poder predicar hacia afuera- sino que está conmoviendo a todo el mundo, sin importar las prácticas religiosas que se sostengan o aun sin poseer ninguna.

La importancia de este cambio de actitud ya está mostrando sus primeros resultados en los llamados del Papa a la paz y en sus fervientes anhelos de que los hombres se reencuentren dejando de lado las conductas que aportan a la violencia, el odio y la división.

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