Una casa como cualquier otra, iluminada pero sin ningún cartel indicador. Una persona que abre la puerta, pregunta el nombre de los comensales -que previamente hicieron una reserva- y los invita a pasar. Adentro, la mesa está lista y un cálido ambiente asegura que la velada será encantadora, muy parecida a una cena en lo de un amigo.
Así funcionan en Mendoza los llamados restaurantes a "puertas cerradas", que reciben a un número limitado de personas, ofrecen dedicados platos y aseguran un excelente servicio.
Uno de sus conceptos principales -y la razón que esbozaron algunos de sus dueños para no dar su testimonio en la nota- es evitar la masividad y mantenerlos como sitios íntimos para que los asistentes se sientan "como en casa". Una situación que los coloca, por otro lado, por fuera del circuito de locales gastronómicos habilitados por algún ente oficial.
Quizás por esta razón, Facebook y el "boca en boca" son sus aliados más fieles a la hora de promocionarse. De hecho, en varios de ellos se toma una foto a los comensales para compartir luego en la famosa red social.
"Un amigo me dijo que había ido y me entusiasmó. Lo busqué por Facebook, reservé y fui", contó Sebastián (26), que experimentó ir a comer en un restó con estas características en Godoy Cruz. "Es un lugar que sale del circuito habitual y en el que uno puede salir de la rutina", expuso y remarcó: "Además de propuestas gastronómicas súper interesantes, nos atendieron con una familiaridad única lo que fue, para mí, lo más destacable después de la cena. Yo le pongo entre un 9 y un 10".
Una sensación similar tuvo Agostina (35) cuando concurrió acompañada por sus compañeras de toda la vida a un restó de estos, "escondido" en la Cuarta Sección. "Entre mis amigas se había corrido la bola de lo lindo que era uno de estos restaurantes clandestinos, pero recién después de varios meses pudimos coincidir todas juntas", relató la licenciada en marketing.
"Más allá del entorno y la comida, lo que nos fascinó fue cómo nos atendieron. Sin estar amontonadas como en otros sitios, tuvimos nuestro propio espacio y el mismo chef estuvo atento a nuestros requerimientos toda la noche", contó.
En cuanto a precios, tanto Sebastián como Agostina deslizaron que pagaron unos $ 150 por persona con plato principal, postre y bebida. "Lo mismo que cuando vas a otro lugar de igual categoría", agregó la chica.
La hora de la cena
En estos restaurantes, en vez de estar escrita, la carta es relatada por algún anfitrión y por lo general proponen un puñado de opciones que van rotando constantemente. Los nombres de cada plato dejan entrever el trabajo que tienen detrás y un notable toque gourmet.
Por ejemplo, uno ubicado en una conocida calle de la Cuarta Sección ofrece tres opciones de entrada, plato principal y postre. Pero a los comensales extranjeros se los tienta con un menú de 7 pasos que cuenta un recorrido geográfico alrededor de todo el país, combinado con cuatro vinos.
El creador de esta propuesta recibe en su propia morada a los interesados en pasar un buen momento en el que la comida está a la par del arte, la música, el vino y la interacción con los otros. "En esta casa siempre se hacían reuniones de todo tipo: gastronómicas, literarias, de teatro, cine debate, etcétera, situación que fue predisponiendo al lugar para funcionar como un restaurante", comentó su dueño (quien prefirió resguardar su nombre), que incluso le dejó ese nombre porque era como sus amigos apodaban a su hogar.
Si bien cuando empezó, hace tres años, tenía pensado recibir 16 personas por semana, hoy ha superado esa cantidad. "Es un espacio donde desarrollo cosas que a mí me gustan, que no tienen que ver con lucrar; por supuesto hay que mantenerlo, pero yo aparte trabajo en otra cosa y hasta tengo pensado abrir un local gastronómico en el circuito formal", señaló el propietario y dueño de casa, quien recordó que lo abrió un poco a las apuradas sin haber definido muy bien cómo sería.
"Pero así surgió, se formó casi solo, la gente lo disfruta y yo soy feliz", aseguró el emprendedor, que ofrece una atención descontracturada que no deja de sorprender a todo aquél que va.
"Te sentís como en el living de tu propia casa, pero con la diferencia que no tenés que lavar los platos", destacó con simpatía Marina (28) al recordar su paso por las mesas (y la cocina) de este lugar. Para ella la experiencia fue más que grata y se quedó con ganas de volver: "Nos recibieron con una copa de vino y después estuvieron atentos a nosotros toda la noche".
Diversidad de estilos
Cada uno de estos restaurantes tiene un estilo propio bien definido y si bien la mayoría recibe tanto mendocinos como turistas, hay uno en particular, instalado en un departamento del microcentro, que solamente atiende a extranjeros que llegan a través de agencias de viaje y cobra en dólares o en euros.
Una propuesta muy diferente de todos los anteriores es El Zócalo, sitio en el que el periodista Emilio Vera Da Souza recibe a sus amigos e invitados. "Es un concepto diferente, todos se sientan en la misma mesa, se acuerda un menú y comemos todos juntos", explicó.
Él mismo cocina frente a sus comensales pero no les cobra: "Simplemente se anotan los gastos de los ingredientes y cada uno entrega en un sobre la cantidad que desea", detalló e insistió con que una de las características más sobresalientes del lugar es el misterio.
Miguel Ángel (40) ha sido testigo de la calidez que se percibe en este lugar: "Es un ambiente tranquilo, relajado y amistoso. El anfitrión cocina enfrente tuyo y mientras descorchás un vino te explica lo que está preparando", narró quien lo describiría como "un asado con amigos pero más gourmet".