Resistencia islámica global: acerca de los atentados

Resistencia islámica global: acerca de los atentados

¿Qué significa? Que ante el fracaso de los grupos combatientes yihadistas, se propugna un terrorismo creado por individuos o grupos autónomos pequeños (lo que se denomina “resistencia sin líderes”) que desgastarán al enemigo y prepararán el terreno para el más ambicioso objetivo de hacer la guerra en frentes abiertos.

Una forma de implementar este terrorismo individual, que comenzó en Francia en diciembre de 2014, es la técnica del atropello (atropellar a gente con un vehículo), método usado por los palestinos en Israel, o los atentados cometidos por yihadistas suicidas en lugares con mucha concentración de público.

Se duda si la falta de información se debe al miedo de reconocer una nueva ola terrorista u obedece a un plan deliberado de negar a los yihadistas la publicidad que buscaban. Si es esto último, constituye una jugada brillante que debería emplearse en los casos más sangrientos de degüello de las víctimas. La exhibición de estas escenas de impiedad extrema genera miedo e impacto mediático; ignorarlos es la técnica más adecuada.

Como medida de precaución es muy conveniente extremar las medidas de seguridad en lugares y medios de transporte público, pero la experiencia revela que no se pueden proteger todos los lugares todo el tiempo. Además, los terroristas han ido cambiado su modus operandi y siempre irán un paso adelante.

Por qué Occidente, aunando esfuerzos, no aniquila de una buena vez al califato islámico

Varias veces he escuchado decir a los israelíes: “Los europeos no entienden nada de Oriente Medio” (Pérez, Jesús M. Guerras Posmodernas. Archivo de la categoría: Islam y Yihad. Publicado en formato digital, el 19-11-2015). Su comentario se refería a las diversas culturas del conflicto. La generosidad hacia el débil y la búsqueda de consenso no son apreciados como virtudes sino que son interpretados como muestras de miedo y debilidad.

Los gestos hacia la minorías musulmanas en Europa eran interpretados de forma muy diferente aquí y allá. Aquí los vemos como muestras de nuestra actitud integradora y nuestro respeto al diferente. Allá, donde matan, violan y destruyen los templos de los cristianos, se interpretaban como síntomas de la debilidad de una cultura en retroceso. Creen que aceptamos al diferente no porque forma parte de nuestra ética sino porque hemos comenzado a aceptar que algún día el Islam prevalecerá.

Mientras por las pantallas de nuestros televisores se veía cómo el piloto jordano capturado por los yihadistas se retorcía en los estertores de la muerte, quemado vivo dentro de una jaula, en Twitter alguien escribió que así no se solucionan las cosas, que hace falta más paz, amor, tolerancia y respeto por el otro para acabar con el Estado Islámico.

Lo mismo, la ingenuidad y la torpeza de nuestra blanda cultura se pone de manifiesto en ocasión del atentado en la redacción de la revista francesa Charlie Hebdo, que costó la vida a 12 personas. En esa misma red social se lee la preocupación de un parisino, porque el atentado en cuestión iba a incentivar la actitud “islamofóbica” de la ciudadanía.

En el mismo sentido, se señala que luego de un atentado en Londres que costó la vida de un soldado británico, un montón de periodistas y activistas escribieron en Twitter, que no se criminalizara a los musulmanes, preocupados por el impacto negativo que tendría el atentado sobre la comunidad musulmana británica.

Estoy de acuerdo que frente a acciones terroristas protagonizadas por islámicos fundamentalistas, no es cuestión de salir a increpar o agredir al almacenero de la esquina, de origen árabe, pero tampoco invertir el orden de prioridades. Si estamos siendo atacados, con una ferocidad nunca vista en la relación entre ambas religiones, la preocupación fundamental debe dirigirse a impedir ese demencial comportamiento.

La prioridad debe estar, entonces, en impedir las acciones terroristas y, acaecidas éstas, ayudar y contener a las víctimas y a sus familiares. Ya hemos visto que las acciones dirigidas al diálogo y a la fraternidad son interpretadas como signos de debilidad de una cultura en extinción en lugar de ser valoradas como corresponde.

Ante el ataque despiadado y cruel, no queda otra alternativa que la defensa y la destrucción del enemigo. Estamos frente a un salvajismo sin atenuantes, con seres robotizados que sólo piensan en destruir la civilización Occidental y cristiana. No confundirse: en sus mentes sólo cabe el odio y la destrucción de un mundo que no comparten. No confundirnos: nosotros somos las víctimas y ellos los victimarios y no al revés, como lo ven algunos ingenuos y bobos sentimentaloides de Occidente.

Los islamófobos occidentales -dice Jesús M. Pérez- insisten en afirmar que en el Islam no hay lugar para corrientes, escuelas e interpretaciones. Que el Islam es único, monolítico e inamovible. Por tanto, afirman, no hay lugar para un Islam moderado, moderno y humanista, capaz de vivir en paz dentro de las democracias occidentales porque el Islam es una religión intrínsecamente totalitaria y violenta (dice el autor citado más arriba).

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